Vinos singulares: (r)evolución del sector

Las bodegas de todas partes eligen el tapón de corcho catalán: ¿qué le hace tan especial?

Pese a que la mitad de los alcornocales de Catalunya están abandonados, desde el 2016, las exportaciones del sector no han parado de crecer: de los 1.200 millones de tapones que se producen cada año, 680 millones ya se envían a bodegas de fuera

En 1905, en medio de Palafrugell, Joan Miquel y Avellí miraba con orgullo su fábrica de tapones de corcho. Lo había abierto hacía tan sólo cinco años con la ayuda de dos socios alemanes, Enric Vincke y Pau Meyer, y el dinero de un banquero de Hamburgo. Los cuatro compartían un olfato excelente para los negocios y estaban convencidos de que el corcho podía hacerles de oro. No se equivocaron. La fábrica creció a un ritmo vertiginoso y, en 1910, ya era una de las mayores de España: empleaba a 1.000 personas y producía un millón de tapones diarios. Ahora bien, los conflictos bélicos y la dura competencia disminuyeron los ingresos hasta que la planta se detuvo. Hoy, el edificio –que es de estilo modernista– acoge el Museo del Corcho, un espacio que reivindica el patrimonio corchero catalán.

Pero el corcho no es algo del pasado. Comarcas como el Baix Empordà, el Gironès o la Selva, conservan un ecosistema industrial del corcho potente, moderno e innovador que atrae a las miradas de bodegas internacionales. En total, son una treintena de empresas que, juntas, suman 500 trabajadores y facturan unos 130 millones de euros cada año. De las líneas de producción, salen 1.200 millones de tapones y se exportan casi 680 millones, un 56,7% del total, según uno de los últimos estudios de la Asociación de Empresarios Corcheros de Cataluña (AECORK). La mayoría viajan hacia Italia y Francia. Pero, ¿qué tiene el tapón catalán que lo hace tan valorado a nivel internacional?

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Un sector pionero

"Las primeras fábricas de tapones de corcho de todo el mundo nacieron en Cataluña", recuerda al ARA Albert Hereu, director del Institut Català del Suro. Para él, la larga tradición del sector –y la experiencia que acumula– es una de las claves para explicar la buena acogida del tapón catalán en el exterior. Sin embargo, suma otro factor. "En nuestro territorio, necesitamos esperar entre 14 y 15 años para extraer el corcho, mientras que en otras zonas sólo les hacen falta nueve", añade Hereu. Esto hace que el producto catalán sea más compacto y tenga unas propiedades físicas muy valoradas en vinos de guarda, como los que se cultivan en Borgoña.

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En los últimos años, la globalización ha empujado al ecosistema catalán del corcho hacia la concentración empresarial. "De este proceso, han surgido empresas altamente especializadas, que invierten en investigación y que saben ajustarse muy bien a las demandas del sector vitivinícola", puntualiza Hereu. Desde AECORK lo corroboran y hacen un apunte. "En los últimos diez años se ha producido una concentración de empresas, pero las cifras muestran cómo el volumen de producción y de exportación se ha mantenido e incluso ha crecido", apunta Joan J. Puig, presidente de la Asociación.

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A pesar de las cifras al alza, hay un indicador que no repunta: el de hectáreas de alcornoques. Si bien el país tiene 120.000 hectáreas de bosques de alcornocal, actualmente sólo se gestionan la mitad. "Tenemos un problema de abandono y de minifundismo", reconoce Hereu. Para tratar de remediarlo, el Instituto Catalán del Corcho está preparando un plan estratégico para aumentar la rentabilidad del bosque, entre otras acciones. De hecho, se calcula que para tener una corteza de la que poder extraer tapones de calidad hay que esperar 25 años. Esa espera asusta a quien quiere dedicarse.

El sector català del suro, en xifres
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Los retos de futuro

La evolución del sector del corcho en Cataluña va estrechamente vinculada a la del sector vitivinícola. "Si crece el número de botellas a tapar, nuestros indicadores van al alza", ejemplifica Hereu. Mirando el futuro, detecta un patrón que puede condicionarlos. "En el mundo del vino, hay una tendencia a producir menos, pero que sea de mayor calidad", resume. Esto es muy positivo para el sector corchero catalán. "Los productos premium siempre acaban prefiriendo el tapón de corcho, porque enológicamente favorece la evolución de los vinos en botella y los consumidores le aprecian como un elemento de calidad", apunta.

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Otro elemento que invita al sector del corcho al optimismo es el factor de la sostenibilidad. "Se trata de un material 100% sostenible, reciclable y biodegradable que contribuye a preservar la biodiversidad de los bosques de alcornocal y promover la gestión sostenible de estas áreas naturales en Cataluña", remarca el proyecto científico GO SensoVI, impulsado por un consorcio de empresas e instituciones de referencia del sector. Además, el consumidor vincula el corcho con el paisaje, la cultura y la identidad del territorio.

En este sentido, Cataluña es una de las regiones alcornoques más reconocidas internacionalmente. De hecho, ahora mismo, la Confederación Europea del Corcho (CE Liège) está presidida por Joan J. Puig, que también capitanea AECORK, una de las asociaciones nacionales integradas en el organismo. En ese contexto, Barcelona acogió a principios de junio la reunión anual de la Confederación, con representantes de Francia, España, Italia y Portugal. El encuentro se centró en la estrategia futura del sector corchero europeo, con especial énfasis en la sostenibilidad, la innovación y la comunicación. Se destacó el papel del tapón de corcho como elemento clave en la lucha contra el cambio climático, y se visitaron empresas y centros de investigación catalanes como el Institut Català del Suro y el vivero de empresas StartSud ubicado Palafrugell.

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El eterno debate vitivinícola: ¿es mejor el tapón de corcho o el de tuerca?

Uno de los dilemas que se ha ido cociendo desde hace años en el mundo del vino es si las botellas deben ir envasadas con tapón de corcho o con tapón de rosca. Desde el Institut Català del Suro, lo tienen claro: "Es un debate que ya no existe", advierte Albert Hereu, director del organismo. "Es cierto que, hace un tiempo, creció el uso del tapón de rosca –al igual que lo hizo el tapón sintético–, pero ahora ya ha pasado el efecto novedad y no supone amenaza alguna para el sector del corcho", asegura. Asimismo, señala que el tapón de rosca tan sólo se utiliza para exportaciones y en vinos elaborados en países donde existe poca tradición corchera, como Reino Unido, Sudáfrica o algunas zonas de Estados Unidos. "Está comprobado que se asocia a vinos de rotación rápida y que no necesitan envejecer en la botella", apunta.

Pero, ¿qué dicen las bodegas? "Consideramos que la elección del tapón debe adaptarse tanto a las características del vino como a las preferencias de los mercados", dice a la ARA Mireia Torres, directora de I+D de Familia Torres. En los últimos diez años, están embotellando aproximadamente un 50% de sus vinos con tapones de corcho y el otro 50% con tapones de rosca. "El tapón de corcho natural sigue siendo nuestra elección para los vinos de gama alta y larga crianza, ya que permite una microoxigenación que favorece la evolución del vino en botella y aporta, además, un valor emocional y tradicional muy apreciado", explica. Pero también argumenta el uso del tapón de tuerca. "Tiene una gran aceptación en mercados como los del norte de Europa y ofrece también ventajas: facilita el uso por parte del consumidor, elimina completamente el riesgo de aparición del tricloroanisol -un compuesto químico que puede contaminar el vino- y permite integrar la decoración y el cierre en un solo elemento", comenta. Familia Torres utiliza esta opción principalmente para vinos jóvenes o de consumo más inmediato.