Buenas noticias para Seat y la industria catalana
El éxito de Seat demuestra que la cultura industrial de Cataluña es un tesoro a conservar
Entre las buenas noticias para la economía catalana de los últimos meses, que Seat haya vuelto a tener beneficios después de ocho años es singularmente significativo. Los resultados que presentó ayer el presidente de la compañía, Luca de Meo, son elocuentes: se ha pasado de los 65,7 millones de pérdidas en 2014 a los seis millones de beneficios en 2015, una tónica que si se mantiene será una grandísima noticia para la industria automovilística catalana, sobre todo si tenemos en cuenta la capacidad que tiene frente al sector terciario, por ejemplo, de crear puestos de trabajo cualificados.
Además, ayer se anunció que la planta de Martorell fabricará el año que viene un todoterreno de tamaño pequeño que garantizará niveles de actividad elevada, tal como habían pedido los sindicatos. De Meo quiso lanzar un mensaje optimista ("Esto es sólo el principio", dijo) y recordó que en los próximos 18 meses Seat sacará al mercado cuatro modelos nuevos.
Es necesario señalar que el sector de la automoción catalán tiene una facturación global de 14.000 millones de euros (10% del total industrial), que representa el 25% del sector en España y que genera unos 100.000 puestos de trabajo, entre directos e indirectos. Las plantas de Seat proporcionan un importante negocio en la industria auxiliar, y la empresa cree que el nuevo SUV permitirá aumentar los encargos a proveedores locales, que ya están especializados en coches de pequeño tamaño como el Ibiza. Esta es una característica propia de Cataluña, que concentra el 41% del negocio global español de la industria auxiliar y el 38% de las empresas.
Y es también la existencia de este clúster lo que permite a Barcelona estar posicionada como un centro de innovación e investigación en el campo automovilístico, más allá de tener trabajadores productivos y sindicatos maduros que son capaces tanto de negociar mejoras laborales como de respaldar a la dirección de la empresa y aceptar sacrificios cuando toca. Todo ello demuestra que el sector ha hecho los deberes durante la crisis y, lejos del fantasma de las deslocalizaciones masivas que algunos preveían hace unos años, la cultura industrial de Cataluña todavía es un valor en el mercado y un tesoro a conservar.