Aventura

Cruzar el océano solo con la fuerza de tus brazos

El equipo catalán Ocean Cats se prepara para atravesar el Atlántico, de La Gomera hasta el Caribe, en la travesía más dura para embarcaciones de remo. Y lo hacen añadiendo un reto solidario

BarcelonaLas próximas vacaciones de Navidad serán muy diferentes para Martí Ramírez, Sergi Franch, Joaquim Planells y Juan Bautista Romero. El 12 de diciembre los cuatro estarán en la isla de La Gomera, en las Canarias, para iniciar la gran aventura de su vida: atravesar el Atlántico remando. Es el gran reto del Ocean Cats, equipo formado expresamente para participar en la Talisker Whisky Atlantic Challenge. “Es la travesía a remo más dura, te lleva de La Gomera a la isla caribeña de Antigua. De media suele durar entre 40 y 45 días para cruzar más de 5.000 km”, explica Quim Planells. “Enseguida te quedas solo. Pocas horas después de la salida, cada embarcación hace su camino en solitario”, añade. Cuando lo explica, los ojos le brillan. Ni rastro de miedo, todo lo contrario. 

En 1896 dos noruegos que vivían en Estados Unidos, Frank Samuelsen y George Harbo, atravesaron el Atlántico de Nueva York a las islas Scilly (Reino Unido) en 55 días remando. Con una embarcación tradicional y con cubos para recoger agua de la lluvia para poder beber.

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Los aventureros siempre han existido, pero quien llevó el arte de remar a otro nivel fue el británico John Fairfax, el primero en hacerlo en solitario en 1969. “Poco a poco más gente se atrevió y, finalmente, en los últimos años ha nacido esta competición donde puedes encontrar de todo; también gente que no sabe remar. Ese tipo de gente con dinero que un día decide subir al Everest y paga dinero para que lo acompañen. Algunos quieren atravesar el Atlántico y no les hace falta ir buscando patrocinadores como hacemos el resto”. El equipo catalán, por supuesto, es totalmente diferente. “Nosotros somos gente de mar”, dice. Pescadores y marineros. “Practicamos el remo desde hace muchos años, en competiciones de laúd catalán. En 2010 descubrimos que había gente que atravesaba el Atlántico. Nos cautivó la idea. En 2017 mi club, el Club de Rem Santa Cristina de Lloret de Mar, organizó una travesía de Lloret a Menorca en laúd catalán. Fueron 26,5 horas remando, un reto descomunal. Martí Ramírez, que estaba en la misma barca, me llamó unos meses después y me preguntó si me animaba a atravesar el Atlántico. Y mira dónde estamos ahora”, explica Quim desde dentro de la embarcación en el puerto de Barcelona.

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Martí y Quim constituyeron la Associació Catalana de Rem Oceànic “y nos pusimos a trabajar".

"Buscamos a dos personas más, ya que pensamos que la fórmula ideal eran cuatro remadores. Hay que pensar que en esta regata participan equipos de una persona, de dos, tres, cuatro y cinco. Cuatro es la categoría reina. Y es una cifra óptima para gestionar un proyecto como este. Así que sumamos al equipo a Sergi y a Juanba. Tuvimos que comprar una embarcación con la que fuimos haciendo travesías, puesto que no existía una embarcación de este tipo en España por entonces. Tuvimos que hacer un esfuerzo”, recuerda.

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La plaga de los microplásticos

Y decidieron dar un valor añadido al proyecto deportivo: “Como somos gente de mar, lo hemos vinculado todo a la protección del mar y el caso de los microplásticos. Nos hemos vinculado a una ONG, Surfrider. Si acabamos el proyecto con beneficios, el dinero se lo daremos a ellos. En segundo lugar hemos hecho muestras científicas de microplásticos dentro de un proyecto de la Universitat de Barcelona. Cada dos o tres semanas salíamos de Palamós para entrenar con una red especial. Los microplásticos pueden ser plásticos grandes que se han ido degradando u otros ya pequeños de partida, de menos de cinco milímetros. El peligro es que se lo coman los peces y nos llegue a nosotros. Cuando pensamos en plásticos siempre pensamos en las islas grandes de plásticos, pero estos microplásticos también son un peligro, el mar está lleno. Cuando hemos ido remando hasta Mallorca, a mitad de trayecto también estaba lleno de microplásticos. No están solo en la costa”.

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La tercera parte del proyecto es la que más ha emocionado a los cuatro remadores. “Lo hemos bautizado Escoles Oceàniques. Hemos hecho charlas en centros con riesgo de exclusión social y centros con personas con diversidad funcional, explicando quiénes somos y cómo debemos proteger el mar”. Hablando de cómo quieren atravesar el Atlántico, han hecho llegar un mensaje muy importante a centenares de jóvenes.

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Pero el reto final, huelga decirlo, es atravesar un océano. “La primera parte ya la hemos hecho, ahora toca la más dura”, bromea Martí antes de iniciar una travesía que los llevó del puerto de Barcelona a las islas Columbretes, ante Castellón, hace unas semanas. “Hemos entrenado proponiéndonos pequeños retos. El primero fue hacer la Costa Brava de Port Bou a Blanes, en tres días. Después hicimos un reto de 24 horas seguidas en una máquina de remo. O ir de l'Ametlla de Mar a Palamós, de Tossa de Mar a Mallorca, de Gandía a Ibiza...” Travesías para ponerse en forma, para aprender a sufrir y conocer una embarcación muy especial. “Mide 8,5 metros. Tenemos placas solares para estar conectados, una desalinizadora para tener agua y comida liofilizada que nos da las 4.500 calorías que necesitamos falta cada día. A nivel de seguridad hemos hecho cursos de supervivencia en alta mar. Si la nave vuelca, las dos cabinas quedan cerradas herméticamente, a proa y popa. El diseño de la barca hace que si eso pasa, vuelva a ponerse bien sola”, explica Quim. Estas dos pequeñas cabinas, donde caben dos personas, son también el refugio en el que descansar. “Para remar, hacemos turnos de dos. Dos duermen en las cabinas y dos reman, cambiando cada dos horas. Durante 35 o 40 días no dormiremos más de dos horas seguidas”.

La travesía sale de La Gomera y sigue la ruta de los vientos alisios. “La ruta que hizo Colón cuando llegó a América. Bajaremos hasta Cabo Verde y, después, hacia el Caribe. La nave pesa una tonelada y vamos a una velocidad de tres nudos cuando el viento ayuda”, explica Quim. Ahora bien, ¿qué pasa si el viento sopla en contra? “Es un peligro, puesto que te puede hacer ir en dirección contraria. Para evitarlo, tenemos un paracaídas que echamos dentro del agua, que se abre y frena la barca. Así no perdemos el trabajo hecho. Cuando pasa, sin embargo, puede ser frustrante, porque quizás te toca estar dos o tres días parado en el mismo lugar, esperando un cambio de los vientos”. El reto es llegar a la isla caribeña de Antigua después de Navidad. 

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Para el equipo catalán, esta será la primera experiencia en el Atlántico. Todos los entrenamientos se han hecho en el Mediterráneo. “Aquí las condiciones son muy complicadas, puesto que tienes un montón de cambios. Puedes ir de Barcelona a Castellón, por ejemplo, y tienes un montón de cambios de mar y de viento en pocas horas. En el Atlántico el viento sopla más fuerte, las olas pueden ser más grandes, pero las condiciones son más estables. Es decir, si pillas buen tiempo te puede durar días. Y si tienes mala suerte, te toca estar unos cuantos días con viento en contra”, concluye Quim. Si el tiempo ayuda, se pueden conseguir marcas como el récord de la travesía, de menos de 30 días. Si el tiempo no ayuda, la travesía supone un reto mayúsculo. No obstante, buena parte del viaje ya la han hecho. Un viaje para aprender y sumar. Ahora toca acabarlo.