Zaina Erhaim: "¿Cuánta gente tiene que morir en Siria para que el mundo reaccione?"

Periodista y coordinadora del Institute of War and Peace Reporting, se ha dedicado a formar a periodistas ciudadanos en Siria para documentar el conflicto. La policía británica le retiró el pasaporte por orden del régimen sirio el mes pasado

Cristina Mas
24/10/2016

¿Cuándo estuvo en Alepo por última vez?

El año pasado. Aunque no lo quiera, no puedo evitar seguir las noticias cada minuto. No hay manera de resistir cuando los ataques vienen del cielo. En el frente los rebeldes están consiguiendo frenar la ofensiva terrestre (recuperaron el campo de refugiados palestinos de Handarat), pero ¿cómo se puede resistir ante los misiles, sobre todo los que destruyen los sótanos y los refugios? Ya no quedan muchos hospitales operativos, y se quedarán sin suministros básicos en breve si el asedio continúa. ¿Y después qué?

¿Qué?

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Creo que alguien está tratando de acabar con todo. Parece que Rusia quiere intentar acabar con la resistencia de Alepo antes de las elecciones en Estados Unidos. Sólo así se puede explicar la intensidad de los bombardeos de las últimas semanas.

¿Y la respuesta internacional?

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¡No la veo! ¿Cuántos muertos se necesitan para que el mundo reaccione? Hemos pasado masacres químicas, masacres diarias... Ya no creemos que ningún gobierno nos ayude. Hace cinco años Alepo era una ciudad muy vital, llena de gente, la zona industrial fue tomada por los rebeldes pero las fábricas seguían funcionando. Ahora ya no tiene nada que ver. Al principio estábamos esperanzados. Ahora soy pesimista, veo que todo está cayendo y a todo el mundo le va bien. Nadie se preocupa de los civiles. Cuentan más los intereses, la corrupción. Los civiles son los que salen peor parados: en todos los bandos. Incluso en las zonas de Alepo bajo control del régimen la mayoría de la gente no está a favor de Al Asad, sólo viven allí para estar más seguros, y también sufren los ataques de los rebeldes. Y cuando intentan irse los acusan de ser del régimen.

Usted fue una de las fundadoras de los Comités de Coordinación Local. ¿Qué queda de las estructuras de base que eran el pilar del movimiento popular?

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Ayudé a organizar la oficina de prensa. Recuerdo que en 2011 teníamos confianza, pensábamos que con algunas manifestaciones podríamos cambiar nuestras vidas. Éramos felices y estábamos orgullosos de lo que hacíamos. La primera manifestación en la que participé fue en Douma (en la periferia de Damasco): fui con un grupo de mujeres cristianas. Era el Ramadán y fuimos juntas: los hombres enseguida nos rodearon para protegernos. Empezaron a darnos regalos: flores, recuerdos... no nos cabía todo en las manos. Y cuando las fuerzas de seguridad atacaron la protesta, la prioridad de todo el mundo era sacarnos de allí ilesas, antes que a sus propias mujeres. Ahora Douma está sitiada. Faten Rajab, la organizadora de aquella protesta, está encarcelada desde hace casi cinco años, y no sabemos si todavía está viva. Sabemos que la torturaron brutalmente. Parece que hemos pasado de un mundo a otro: de la revolución a la guerra. Pero cuando hay un poco de seguridad, los revolucionarios todavía continúan. Y ahora tienen muchas más demandas: además de la libertad y la caída del régimen reclaman el fin de la guerra, la reconstrucción en un nuevo país, forzar las bases armadas a salir de las ciudades... Lo vemos: aún hay protestas en las zonas liberadas para mantener vivo este movimiento cívico. Pero, por desgracia, sobre todo desde el inicio de los bombardeos rusos, la gente casi no se puede mover. Una amiga me decía el otro día que ir de un barrio de Alepo a otro es una misión imposible.

Usted volvió a Siria para ayudar a formar a la gente de la calle a documentar con fotografías, vídeos y textos lo que estaba pasando.

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En Siria no había muchos periodistas profesionales. En mi promoción en la facultad de Damasco éramos un centenar. Y más de 70 terminamos trabajando más en docencia que como periodistas. Los pocos que se dedicaban a la profesión lo hacían en los medios afines al régimen, porque ofrecían más estabilidad. Cuando estalló la revolución yo tomé partido enseguida: vivía en Londres y empecé a recibir consultas de amigos me preguntaban cómo podían explicar al mundo lo que estaba pasando. Empezamos a hacer pequeñas formaciones por Skype. Y a organizar cursos de edición o de redacción periodística dentro de los Comités de Coordinación Locales. Les supervisaba el trabajo hasta que lo llevaban bien. Cuando volví a Siria, en 2013, empezamos a hacer clases más formales. Hacíamos una formación muy práctica: con piezas reales durante el curso que luego se publicaban en nuestra web (Damascusbureau.org) y obtenían una remuneración a cambio. La mayoría continúan trabajando.

¿Cómo valora la cobertura mediática de Siria en la prensa internacional?

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Ahora hay algunos medios internacionales que empiezan a trabajar con periodistas locales, para conseguir historias humanas de lo que está pasando dentro de Siria. Hace unos meses el equipo del programa Panorama de la BBC me pidió si conocía a algún periodista en la zona sitiada de Alepo que pudiera filmar, y sacaron historias muy potentes. Son periodistas ciudadanos, pero sus trabajos son muy profesionales: no hace falta gastarse decenas de miles de euros para enviar ahí un equipo. Channel 4 también ha trabajado así: cinco años después se dan cuenta de que pueden contar con la gente de Siria. Pero esto es la excepción: la mayoría de medios continúan haciendo lo más fácil, que es hablar del Estado Islámico o de los refugiados. Fácil de hacer, fácil de pagar y fácil de vender.