El escándalo del gran cirujano del engaño en Barcelona
Ensañamiento terapéutico, malas indicaciones, sustracción de tejidos para operar en la privada o falsificación de informes: el ARA reconstruye los cuatro años del doctor italiano Paolo Macchiarini en el Hospital Clínic
En Barcelona le conocían como el Bello Paolo. Era carismático. Seductor. Persuasivo. Había quien también le llamaba el "Petit Frankestein". Por lo que hizo dentro del quirófano. Paolo Macchiarini fue jefe del servicio de cirugía torácica del Hospital Clínic de Barcelona durante cuatro años, hasta que el 1 de diciembre de 2009 se rescindió su contrato. Se marchó a Florencia, donde pasó poco tiempo, y después fue al Hospital Karolinska de Estocolmo, uno de los más prestigiosos del mundo, y posteriormente a Krasnodar, en Rusia. El documental El gran cirujano del engaño de Netflix describe el ensañamiento terapéutico que Macchiarini llevó a cabo con varios pacientes de estos países. Muchos de ellos murieron agónicamente y, finalmente, un tribunal sueco le condenó a dos años y medio de cárcel por agresión grave a tres pacientes a los que trasplantó una tráquea de plástico bañada con células madre. Pero el italiano cruzó líneas rojas fuera de los hospitales: inició una relación sentimental con la madre de uno de los jóvenes que murieron en su quirófano.
A través de unos cincuenta testigos, el ARA ha reconstruido los cuatro años que Macchiarini estuvo en Barcelona. A partir de las conversaciones con médicos, enfermeras, responsables de gerencia y dirección médica, jefes de servicio, técnicos, políticos... este diario ha podido establecer la forma de actuar de este médico. El cirujano italiano operaba a pacientes a los que no les era indispensable entrar en quirófano. Muchas personas agonizaron después de sus cirugías y acabaron muriendo. Operó a una chica sin la autorización de los organismos pertinentes. Realizó intervenciones sin base científica suficiente y llegó a falsificar informes. Además, sustrajo tejidos del hospital para operar en la clínica privada y trató mal a parte de su equipo.
Cuatro años después de llegar a Barcelona, Macchiarini se marchó por la puerta trasera del Clínic. Sin hacer ruido. Esto permitió que siguiera con su carrera, convertido en uno de los cirujanos más famosos y prestigiosos del mundo. En parte, por una presunta operación en la capital catalana que nunca llegó a realizar. A él se le atribuyó el primer trasplante de tráquea, en 2008: uno de los diez mayores avances médicos del año para la revista Time. En realidad, no trasplantó ninguna tráquea, sino un bronquio. Y la operación no terminó bien. Aunque el Clínic, al cabo de unos meses, la vendió como un éxito internacional, la paciente tuvo que ser intervenida de nuevo dos semanas después de haber entrado en quirófano.
Deslumbrados
Le conocieron en un congreso y quedaron fascinados. Por eso, en noviembre del 2004 Macchiarini fue uno de los cuatro candidatos que se presentaron en la plaza de jefe del servicio de cirugía torácica del Clínic. El italiano, haciendo gala de su capacidad de convicción, presentó un proyecto ambicioso –que incluía un plan estratégico en el que todo se ampliaba– frente a los ocho miembros del comité de nombramiento de mandos. El doctor Josep Lluís Pomar era uno de sus avalistas, pero Macchiarini contaba con la aprobación de otras destacadas figuras, como el doctor Joan Rodés. Todos ellos entendían que su fichaje podía representar un enorme impulso para el hospital. Poco antes de que el comité avalara su incorporación, que requería cinco de los ocho votos, el jefe de neumología, Antoni Torres, recibió una misiva de su homólogo en el Hospital de Hannover, de donde provenía el italiano, advirtiendo de los riesgos del fichaje. "El día antes, Torres vino al despacho y me dijo "no lo contrate"", recuerda uno de los miembros del comité. Pero no lo detuvieron: el proceso de selección salió adelante y, además, pese a la advertencia que Torres trasladó, alguno de sus avalistas aplacó cualquier duda: "Nosotros respondemos por él".
Y es que Macchiarini deslumbraba. Por la confianza que transmitía, pero también porque tenía una gran formación –se había acabado de formar bajo la batuta del profesor Philippe Dartevelle en París–. "Desde el punto de vista técnico era brillante, hizo cirugías que nunca habíamos visto", admiten la mayoría de las fuentes consultadas. Macchiarini dio el salto rápidamente en la clínica privada y en la Universitat de Barcelona. Sin embargo, hubo gente que se dio cuenta y se le cerraron las puertas del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (Idibaps), vinculado al Clínic. "Quería investigar, pero nos causó mala impresión: como investigador era un desastre. Hay unos mínimos, unos protocolos, una base científica, y él no lo cumplía", dice una voz autorizada del Idibaps.
Su aterrizaje en Barcelona supuso lo que el cirujano ya vaticinó ante el comité que le escogió. "Nos aseguró que vendría medio mundo al Clínic", recuerda uno de sus miembros. Dicho y hecho. "El trabajo subió de forma brutal, fue una locura", dice una persona del departamento. El Clínic, en su respuesta a las preguntas de este diario –tardó dos meses en cursar la petición– niega el incremento y asegura que en el 2005 hubo 572 intervenciones, una menos, por ejemplo, que en el 2002. Cómo que muchas cirugías eran agresivas y no salían bien, hubo también un alto índice de reintervención. En cambio, en el Barnaclínic, la rama privada vinculada al hospital, en 2005 se dieron de alta 17 pacientes y Macchiarini realizó 8 cirugías, mientras que en 2007 fueron 46 y 17, respectivamente.
Alemanes, rusos y personas de Oriente Próximo empezaron a desfilar por el Barnaclínic, a cambio de cantidades muy elevadas de dinero. Algunas facturas superaban los 100.000 euros y Macchiarini se llevaba parte sustancial. "Muchos pacientes no contactaban con el Clínic o el Barnaclínic, sino que los llevaba él directamente. Lo que le pagaban era brutal. Antes los médicos te decían «yo quiero cobrar 80.000, hazlo como quieras». Ahora está más armonizado según la especialidad", detalla un alto cargo. ¿Y cómo llegaban? En parte, por la fama mundial que empezaba a tener Macchiarini, que se pasaba largos períodos de tiempo viajando por hospitales de todo el mundo, pero también porque es muy habitual que estos grandes especialistas se envíen a pacientes a cambio de comisiones. "Todos se llevan entre un 15% y un 20%. Solo he visto a uno que no pidiera", admite un cirujano de renombre conocedor del caso.
Algunos pacientes estuvieron muchos meses ingresados. Decenas de miles de euros para familias que llegaron a hipotecar la casa por ponerse en manos del prestigioso doctor. Cuando nada les quedaba, algunos cambiaban de edificio. "Por la mañana recibían el alta del Barnaclínic y por la tarde entraban por urgencias en la parte pública", explican varios testigos. Eso sí, aseguran que, aunque algunos pacientes "pasaban por delante", nunca se "dejó de operar a ningún enfermo" para intervenir "a quienes venían de fuera" a través de la privada.
Esperanza
Mucha gente aterrizaba en Barcelona por el mensaje optimista que Macchiarini les daba. "No puedes dar esperanza a gente que no la tiene, se aprovechaba de la debilidad de la gente, una persona haría lo que fuera por salvarse", dice un responsable del Clínic. Muchas veces eran pacientes que venían de otros centros de todo el mundo en los que les decían que era inviable operarlos. Macchiarini, en cambio, les ofrecía una "innovación total", cosas que "solo podía hacer él", recuerda una enfermera. "Cosas que otros cirujanos decían que eran inoperables, él las hacía. Se creía que estaba por encima del bien y del mal, se consideraba a un Dios", añade un miembro de la dirección.
Dos de los conceptos más repetidos entre los testimonios recogidos son "el ensañamiento terapéutico" al que Macchiarini sometía a los pacientes y el problema de las indicaciones. Es decir, plantearse si la cirugía conviene. Muchas veces las intervenciones que escogía el doctor italiano no estaban justificadas. "Complicaba la vida a gente que podía vivir con sus limitaciones", argumenta un facultativo. "En 2006 los protocolos de la casa estaban muy definidos, había base clínica, hizo cosas que no cuadraban con los criterios de la casa", lamenta otro responsable de área. "Buscaba a gente para poder hacer sus avances", relata con "decepción" uno de sus pacientes.
A todas las fuentes consultadas les viene a la cabeza algún paciente que les marcó. Una enfermera recuerda la historia de una joven rusa que apenas pasaba la veintena. Tenía un melanoma que se había extendido por todo el cuerpo. "Él se lo pintó todo bonito, pero el postoperatorio fue brutal, murió antes de lo que le correspondía", explica. Probablemente la chica habría muerto, pero si no hubiera entrado en el quirófano pudo vivir más tiempo. El otro caso es el de un paciente alemán al que Macchiarini sacó un pulmón. El equipo de enfermería debía llenar toda la cavidad torácica con compresas para que no se ahogara. Cuando tenían que hacerle el cuidado, debían enchufar directamente el oxígeno en el agujero de la tráquea. "Eran auténticas barbaridades, salvajadas", apunta otra enfermera. Una idea que también comparten el resto de cirujanos consultados. "Llegó a la dirección que hacía ensañamientos terapéuticos, operaba a gente moribunda que no tenía ninguna perspectiva de sobrevivir", admiten desde la cúpula del Clínic.
Hasta tres testigos con conocimiento directo de cómo funcionaba el servicio de cirugía torácica apuntan a que la cifra de mortalidad de Macchiarini giraba en torno a un 20%. El hospital la rebaja y asegura que durante esa época la media esperada era de entre un 3,5% y un 4%, y que en el 2005 la cifra de todo el servicio se encaramó al 4,6% y después va bajar por debajo del 3% –sin embargo, el centro no ofrece datos específicos del cirujano italiano–. Sin embargo, uno de los médicos residentes, a modo de ejemplo, sostiene que llegó a firmar cinco defunciones en un solo fin de semana. "Yo hasta que no me fui del Clínic creía que una broncoplastia suponía la muerte, porque era lo que había visto", concluye.
Jóvenes residentes que estuvieron bajo su batuta relatan cómo les había llegado a pedir que mitieran en los informes operatorios y que pusieran que la paciente estaba bien a pesar de que hubiera habido complicaciones. Varias fuentes señalan que Macchiarini cambió los circuitos internos de las personas operadas, que pasaron de estar bajo supervisión de neumólogos intensivistas a depender de residentes "que no estaban preparados" para asumir ese trabajo de controlar a gente en estado crítico. Esto, aparte de crear angustia a los trabajadores y tensión entre departamentos, le servía para tener siempre a los pacientes bajo control y que no se escapara ninguna información al exterior.
El ambiente dentro del servicio era malo. Hubo tensión, malos tratos, bajas por ansiedad y enfrentamientos. A un miembro del equipo, por ejemplo, le prohibió descender a quirófano durante seis meses porque había entregado una guardia por motivos personales.
El principio del final
En 2008 todo se precipitó. El éxito de Macchiarini supuso su propia tumba. En noviembre de 2008 todos los medios informaban del primer trasplante de tráquea del mundo. Una operación exitosa en una joven colombiana llamada Claudia Castillo que había llevado a cabo el doctor Paolo Macchiarini. En realidad, esa intervención que el Clínic vendió como histórica y pionera no fue tal. No hubo un trasplante de tráquea, sino que se utilizó una tráquea de un cadáver para sustituir un bronquio de la paciente (posteriormente, en Suecia, utilizó tráqueas sintéticas). Castillo entró en el quirófano el pasado 12 de junio, cinco meses antes de que apareciera en la prensa internacional. La tráquea se decelularizó y en un laboratorio del Reino Unido se regeneró con células de la misma paciente. Pero es que además no fue bien. Se infectó, colapsó y el 26 de junio se le hizo una broncoscopia y se le colocó un stent Dumon, un tubo vacío de silicona, una prótesis intratraqueal, para ayudarle a respirar. La operación estaba fallida.
Castillo, que ha declinado hablar con el ARA, tenía tuberculosis. Pese a sufrir limitaciones a causa de los problemas al bronquio, no estaba en una situación crítica. Por contra, en sus informes Macchiarini sostuvo que tenía una "muy deficiente calidad de vida" y que era imposible "aplicar otras alternativas terapéuticas". Algo que ponen en duda los doctores con los que ha hablado el ARA y que también trataron a la paciente.
Macchiarini publicó en 2008 un artículo en la prestigiosa revista The Lancet explicando los logros de la intervención y aseguraba que la única "opción convencional" era la neumonectomía (extirpación del pulmón), un procedimiento que implicaba "altas tasas de mortalidad", pero a partir del "trabajo preclínico exitoso" que había hecho él, la mejor alternativa era la "resección" del bronquio y la sustitución por una "tráquea humana de bioingeniería". A los cinco años, en enero del 2014, en un nuevo artículo, el médico informaba de que el seguimiento a la paciente demostraba que la intervención había ido bien. Era falso. Ese mismo año, Castillo había regresado al Clínic después de pasar por varios centros. Y en el 2016 se le extirpó un pulmón. En marzo del 2019, fuera de plazo, el Clínic envió dos cartas a la revista. En la segunda, del entonces jefe del servicio, Laureano Molins, se explicaba el estado de la paciente y se detallaba los hechos que Macchiarini había omitido: como, por ejemplo, que pocos días después de ser intervenida había necesitado su colección colocara uno stent Dumon. The Lancet, que publicó la segunda carta de Molins, asegura que el Clínic "nunca pidió" que los artículos fueran retractados. Fue en septiembre del 2023, a partir de una investigación de las autoridades suecas, que The Lancet retractó a los dos artículos de Macchiarini porque contenían "invenciones y falsificaciones".
Para añadir aún mayor gravedad al caso, la operación no tenía la autorización de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT). Macchiarini debía presentar toda la documentación para llevar adelante un ensayo clínico, con toda la investigación y base científica debidamente detallada, pero nunca lo completó. En cambio, el 17 de abril, dos meses antes de operar Castillo, obtuvo una autorización del propio Clínic –avalado por el Comité Ético de Investigación– y de la Organización Catalana de Trasplantes (OCATT) para hacer un uso compasivo, es decir, un permiso de "carácter puntual y único" que se da cuando se considera que no existe otra alternativa médica. Esta autorización debería haberla avalado la Comisión de Trasplantes del Consejo Interterritorial de la ONT, pero no recibió ninguna petición. "La cuestión es si el uso compasivo estaba justificado", se cuestionan varias fuentes. El Clínic sostiene que tenía la autorización de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), pero ésta niega que interviniera: era un asunto que correspondía a la ONT.
De hecho, dos testigos señalan que el uso compasivo llegó a última hora. "Nos avisaron de que había realizado la operación y esa misma tarde hicimos un uso compasivo para cubrir al paciente y al hospital", sostiene un alto cargo de la OCATT que recuerda que la tráquea se había facilitado para sacar adelante uno ensayo clínico. "Se saltó las normas. Se habló con la dirección médica y se exigió más cuidado con los procedimientos", reconocen desde la cúpula del Clínic. Sin embargo, estas dos versiones no coinciden con las explicaciones oficiales de la OCATT y el hospital, así como con la resolución de Salud a la que ha tenido acceso el ARA, que señalan que la autorización se dio dos meses antes de la intervención.
El trasplante de pulmón
El otro caso determinante fue el de una paciente de 17 años y que la llevaba otro doctor del área de neumología. Macchiarini convenció a la familia de la chica para que se operara. Varios testigos sentaron que lo hizo para conseguir que la Generalitat autorizara al Clínic a poder realizar trasplantes de pulmón, uno de los grandes objetivos que perseguía el centro pero que la Generalitat denegó. "La chica estuvo con circulación extracorpórea en la UCI cardíaca durante muchos días, esto deteriora mucho los glóbulos rojos, las plaquetas, la sangre... La máquina te destroza", explica un trabajador del Clínic que lo vivió de cerca. "No podían despertarla, estaba conectada para mantenerla en vida, con todo el tórax abierto, era un desastre", añade una persona que intervino. El departamento de Salud, a través de la OCATT, denegó el permiso e hizo que un equipo del Hospital Vall d'Hebron, el único centro acreditado para realizar esta operación, fuera al Clínic para intentar salvar la vida de la joven, que sufría una hipertensión pulmonar. El doctor José Antonio Maestre realizó la intervención. Al día siguiente la chica fue trasladada al Vall d'Hebron, donde acabó muriendo al cabo de unos días. "Murió por las infecciones, porque estuvo abierta muchos días", concluyen. "Fue un problema de indicación, algo que ocurrió en muchos casos. La operación no estaba indicada. Este tema fue la gota que colmó el vaso, porque salió fuera del hospital", dice un jefe de área.
Robo de tejidos
En la etapa final de Macchiarini en el Clínic se tuvo la sospecha de que una tráquea salió del centro sin autorización. El departamento de Salut realizó una inspección que culminó con dos expedientes sancionadores. "Se aprecia la ausencia y la falta de trazabilidad de 2 de los 10 especímenes de tejido traqueal que habían sido obtenidos durante el año 2008", dice el expediente. La inspectora requirió información al doctor italiano, responsable del banco de tráqueas, pero no obtuvo respuesta. "Entendemos, pues, que el penúltimo tejido es sustraído por el doctor Macchiarini para llevar a cabo el segundo trasplante (no autorizado) en las instalaciones de la clínica Dexeus", sostiene el expediente, que habla de actuación "negligente" y lo considera una falta grave que supuso una multa de 9.000 euros. La Dexeus, que ha evitado dar respuesta al ARA, fue sancionada con 5.000 euros por haber realizado el implante en sus instalaciones sin autorización y porque en la historia clínica no constaba el consentimiento informado de la paciente. Se trataba de una mujer, DD, a la que el 15 de octubre de 2009 Macchiarini practicó una resección traqueal y un injerto de tejido traqueal con células madre, y que cuatro días después requirió una nueva intervención. Unos meses antes, en marzo, el Clínic rechazó una segunda "propuesta de trasplante" porque el cirujano cambió "la técnica de preparación del injerto" y "faltaba evidencia experimental una vez evaluado el primer trasplante", el de Claudia Castillo . El Clínic empezaba a ver los engaños de Macchiarini.
Insostenible
En 2009, el doctor Álvar Agustí asumió la dirección del Instituto de Cirugía Torácica y Neumología, que englobaba el servicio que lideraba Macchiarini. "Agustí empezó a hablar con todo el mundo y vio que no podía ser. Un médico, además, le presentó una serie de casos en los que había mala praxis, 8 o 10 historias clínicas en las que se ve que operaba gente que no tocaba", explica una figura destacada dentro del departamento.
El Clínic defiende que nunca recibieron denuncias o reclamaciones sobre malas prácticas de Macchiarini. De hecho, en un expediente, el centro argumenta que las "desavenencias y desacuerdos" que tuvo con la dirección médica hicieron que se rescindiera su contrato el 1 de diciembre del 2009.
"Hubo una serie de 'avisos y la institución no estuvo alerta', asume un exjefe de servicio. El psiquiatra Juan de Pablo, que vio a muchos pacientes de Macchiarini, habla de rasgos "narcisistas y psicopáticos" del facultativo, dos calificativos repetidos por muchos testigos. El discurso "fantasioso" ya menudo lleno de "falsedades" iba acompañado de una "gran capacidad de seducir" que hizo que "personas de valía indiscutible como los dirigentes del Clínic" fueran "engañadas".
"No se quisieron ver los peligros. A quienes tomaron la decisión de llevarlo les dejaba con el culo en el aire", asumen desde la cúpula. Por eso, Macchiarini se marchó por la puerta trasera. Sin embargo, los responsables de aquella época sostienen que "en Karolinska lo supieron todo". De hecho, una delegación del Clínic estuvo cenando en casa del entonces CEO del hospital sueco y le explicaron al dedillo todo lo que sabían del cirujano, que ya había tenido problemas con la justicia en Italia. "Gracias por la información, pero es un genio", fue la respuesta que recibieron los médicos catalanes cuando advirtieron sobre la "falta de rigor" de Macchiarini. Cuatro años después de este encuentro en Estocolmo, tres médicos del Karolinska acusaron al italiano de falsear datos. La dirección del centro sueco, pese a tener que admitir ciertos errores, lo renovó y acabó echando a los cirujanos que habían destapado el fraude. Hasta que un documental de la SVT, la televisión pública del país, reveló pruebas nuevas: Macchiarini no había realizado ensayos previos con animales para poder realizar los trasplantes con las tráqueas sintéticas. Un escándalo que hizo dimitir a la cúpula del prestigioso hospital de Estocolmo, ya Macchiarini se le rescindió el contrato. Era demasiado tarde. Por el camino, muchos pacientes habían perdido su vida.
Ahora tendrá que cumplir una pena de dos años y medio de cárcel en España. La Audiencia Nacional ha aceptado la petición de Macchiarini de entrar en un centro penitenciario español –catalán, seguramente–, ya que el cirujano reside en Cabrils, donde viven también su esposa e hijos. Por consejo de sus abogados, Macchiarini ha evitado hablar con el ARA.
Michel le recuerda como un extraterrestre. Era la elegancia personificada. Pero al mismo tiempo rompedor. Transgresor. La primera vez que lo vio, Macchiarini llevaba unos zapatos y un gorro de Mickey Mouse. Lo conoció en el 2005, cuando llevaba una prótesis Montgomery por culpa de unas quemaduras en las vías respiratorias que había sufrido unos años atrás. El doctor le convenció para quitarle la prótesis. La idea de Macchiarini no fue bien: la traqueotomía se cerró y, cuando el cirujano le reintervino, le causó lesiones importantes en la tráquea. Sin embargo, Macchiarini no desfalleció. Ante el nuevo escenario, sugirió que era necesario cortar la parte quemada y juntar los dos extremos sanos. Tampoco funcionó. La intervención, de seis horas, acabó con la sutura reventada y un regreso al estadio inicial, pero con mucha mayor afectación. Durante casi un año, hasta abril del 2006, Macchiarini insistió en realizar un trasplante con una tráquea bañada con células madre. Mientras lo discutían, el hombre conoció a Claudia Castillo y, finalmente, decidió no entrar en quirófano. "Si no me llego a negar, podría ser uno de los del documental. No sé en qué punto los pacientes pasaron a ser conejitos de Indias, si en el 2005 o cuando ya estaba en Suecia", relata. Michel no guarda "rabia" en Macchiarini, pese a ser consciente de que su operación "no era necesaria". Considera que el afán del cirujano por conseguir avances –y el anhelo de fama que perseguía– hizo que perdiera el norte.
Paloma conoció a Claudia Castillo mientras Macchiarini le intentaba convencer para que también se operara. Él mismo las presentó. Ambas mujeres crearon una relación de cierta amistad e, incluso, coincidieron en la misma habitación durante un par de semanas, cuando a Paloma debían sacarle células madre y un pedazo de cartílago para preparar la operación . Al cabo de un tiempo, la chica colombiana le llamó. Le relató que su intervención no había funcionado, que se pasaba el día con corticoides y que tenía una gran infección. Cuando tossia olía a podrido. Sin embargo, Castillo aún defendía a su médico: tenía asumido que había cometido algún error con ella por ser la primera, pero estaba convencida de que mejoraría y algún día podría volver a intentarlo. Con esta información, Paloma se negó a ser la siguiente. Y Macchiarini entró en cólera. La amenazó. "Ningún especialista querrá llevar tu caso, diré que eres una paciente problemática. No serás madre nunca, morirás como te dije", recuerda ella que el médico la abucheó, ante la perplejidad de otra paciente con la que compartía habitación . Paloma hacía tiempo que había apretado aquel hombre. Macchiarini le aplicó láser a la mucosa traqueal y bronquial, aunque ella le había advertido y suplicado de que no lo hiciera porque esto le había causado lesiones importantes en el pasado. "Me provocó lesiones, me hizo una biopsia sin mi consentimiento para justificar el trasplante en la dirección del Clínic. Me empeoró mi estado de salud por ser la paciente idónea para su experimento", relata. Además, en sus informes médicos existían falsedades. Ponía que tenía un cáncer de tráquea maligno, cuando era una estenosis benigna. "Lo manipuló todo. Manipuló pruebas", añade, y lamenta que con todo esto se le dejara salir "por la puerta trasera" del Clínic.
Si conoces alguna historia la puedes hacer llegar al equipo de investigación del diario aquí .