Francesc Ferré: “Aquí en la Terra Alta había más vino que agua”
Pillo a Francesc Ferré (Corbera d'Ebre, 1988) en plena vendimia. “Este año ha llegado antes”, dice mientras imagina una buena cosecha. Tanto él como su hermano Joan ya llevan media vida en las viñas, haciendo de la Bodega Frisach un lugar donde cada vaso de vino es un homenaje a una tierra llena de sacrificios. “Aquí la gente no habla de antes y después de Cristo. Aquí es antes y después de la Guerra Civil”, explica Francesc.
“Mi madre es de Batea y era maestra. Mi padre es de Corbera y era profesor de autoescuela. Dos gladiadores, gracias a ellos no somos unos delincuentes”, dice medio en broma Francesc, que debe de recordar las travesuras que debía de hacer de joven. “Otras personas habrían preferido tener 14 pagas, pero ellos decidieron dejarlo todo para iniciar un proyecto agrícola, una rara avis. Con las viñas ya se sabe, tardas tres o cuatro años en poder tener beneficios. Y en 2005 nos encontramos con que una de las bodegas a las que vendíamos la uva se echó atrás en septiembre. Nos quedamos colgados. Así que en vez de venderlo a otras bodegas a precio de cabra vieja, como decimos por aquí, mis padres decidieron que entraríamos la uva a casa para hacer nuestro propio vino. No sabíamos mucho de este negocio. Yo tenía 18 años”, recuerda. Y pocos años después, Francesc ya había estudiado ingeniería agrícola y enología, e hizo del vino su vida. “En ese momento tampoco le di muchas vueltas, esta siempre ha sido una tierra de sacrificios. ¿Tocaba esto? Pues venga, a hacer vino”, dice. Ahora los hermanos tiran del carro con la bodega, en la que apuestan por los vinos orgánicos.
Los vinos Frisach, que ahora llegan a medio mundo, empezaron en 2005 en una vieja casa que sus padres tenían para preparar el melocotón de Calanda embolsado. Algunos amigos les dejaron los enseres para poder empezar a hacer el vino en un viaje hacia las raíces de una familia que ha trabajado la tierra durante más de 200 años, con los cuatro apellidos de la Terra Alta. "Nosotros somos los de casa Frisach. Y buscando en el archivo de Corbera, hemos encontrado el apellido Frisach ya en 1692”. Un viaje al pasado de un lugar donde las crónicas de la Batalla del Ebro explican que "había más vino que agua". "Ahora todo es más hedonista, pero antes el vino era un alimento. Como el agua podía ser mala, la gente del campo tenía el vino, puesto que el alcohol lo mata todo”.
Como siempre, los inicios no fueron fáciles, pero era una cuestión de amor propio. "Si teníamos uva de primer nivel, ¿por qué no podíamos hacerlo nosotros? Siempre nos lo hemos hecho todo nosotros solos”, dice Francesc. Las obras para hacer crecer la bodega estos últimos años las han hecho ellos, claro: “Con nuestras manos”. Y creando un futuro, la bodega ha conectado con el pasado. Las diferentes variedades de vino que producen son un homenaje a los personajes y el habla de la Terra Alta. “No pararé hasta que TV3 subtitule a Clint Eastwood en nuestro dialecto”, dice Francesc, que creció con las historias de la Batalla del Ebro. Así que ahora organizan visitas a los escenarios del conflicto con la empresa Terra Enllà, haciendo catas de vinos en la Cota 402, donde estaba el cuartel general republicano. “La guerra siempre ha sido una sombra presente. Queremos que cada botella de vino sea un trozo de historia” con vinos como el Sang de Corb, un homenaje a los vecinos caídos, o el Foradada, el mote que la gente de la población vecina de Gandesa ponía a Corbera porque sus edificios estaban arriba de un cerro lleno de agujeros. Este, por cierto, es un vino brisado, el estilo tradicional de la Terra Alta. El futuro, aquí, se construye gracias al pasado. Un círculo perfecto.