Lo que está en juego en Ucrania

Empieza el tercer año de la guerra de Putin contra Ucrania. El tópico una vez más se cumple: las guerras se sabe cuándo comienzan pero nunca cuándo terminan. Putin quería una acción fulgurante y se encontró entrampado. No lo esperaba. Zelenski se sintió fuerte y animado por Occidente al principio. Pero dos años después, la tortilla se ha vuelto.

El autoritario mandatario ruso, superados los primeros momentos de fiasco, no ha dudado en liquidar cualquier disidencia interna –de Prigojin a Navalni–, reforzando su poder en torno a la maquinaria de guerra con un discurso propagandístico nacionalmilitarista teñido de nostalgia soviética. Supo aprovechar, además, el conflicto de Israel en Gaza, que le dio margen de maniobra, y está jugando hábilmente la carta desestabilizadora de Trump. China, además, deja que esta Rusia agresiva haga la suya: le sirve para desestabilizar y debilitar a Occidente, tanto en el flanco geopolítico como en el económico, tan estrechamente ligados.

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En cambio, el presidente ucraniano cada vez tiene más dificultades para conseguir apoyo militar de EEUU y Europa, ha visto cómo la guerra en Gaza ha dejado a Ucrania en un segundo plano, tiene a la población y al ejército desmotivados y cansados, y ha empezado a sufrir algún retroceso estratégico en los 800 kilómetros de frente: la guerra de desgaste le está afectando mucho. El reciente relevo de liderazgo al frente de las fuerzas armadas tiene que ver con ese cúmulo de debilidades. La situación, vista desde Kiiv, es delicada.

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¿Y vista desde Bruselas, Berlín y París? Pues también hay motivos serios de preocupación. Al otro lado del Atlántico, las dificultades de Biden para seguir alimentando la maquinaria militar ucraniana y las aún más peligrosas frivolidades de un Trump que puede regresar en otoño a la Casa Blanca han encendido las alarmas en el Viejo Continente. Ahora ya nadie duda de que si Putin sale poco o muy vencedor, Europa quedará debilitada del choque geopolítico que hay detrás de la guerra de Ucrania: lo que se libra en los campos de batalla es una guerra de Europa y Occidente democráticos contra el autoritarismo expansionista ruso (y por extensión, contra la hegemonía dictatorial y comercial china). Europa, con unas elecciones a las puertas, debe decidir si, más allá de la imprevisibilidad de EE.UU., tanto por interés propio como por coherencia con los valores democráticos y los derechos humanos que dice defender (aunque en el caso de Gaza s haya mostrado tan incoherente y dividida), toma la iniciativa política y militar y deja claro que quiere cerrar el paso a Putin dando un apoyo contundente a Kiiv. La alternativa es ver cómo el eje dictatorial Rusia - China se fortalece. Además de muchas vidas humanas, y de la libertad de un pueblo, a nivel global esto es lo que está en juego en Ucrania.