'EPIC FAILS'

La Nespresso de los zumos de fruta

Marc Amat
y Marc Amat

Crear la Nespresso de los zumos naturales. Ésta era la idea de Doug Evans, un exparacaidista del ejército estadounidense, cuando en el 2013 decidió aterrizar en Silicon Valley. Era uno vegano convencido de 45 años que, a pesar de no tener ningún tipo de experiencia al frente de empresas tecnológicas, se había propuesto diseñar una máquina minimalista de gama alta capaz de exprimir bolsas de zumo natural. Si hace cuatro años en Silicon Valley nadie había oído hablar nunca de este emprendedor, hoy es famoso por uno de los fracasos empresariales más sonados de los últimos tiempos.

“Hemos creado una pequeña prensa capaz de levantar hasta dos coches Tesla”, explicaba orgulloso Evans cuando concedía entrevistas a los medios de comunicación más prestigiosos de Estados Unidos. A principios del 2016, había logrado crear Juicero, un aparato de alta tecnología que prensaba las bolsas de zumo aplicando hasta cuatro toneladas de fuerza, siguiendo una idea de negocio muy similar a la de las cápsulas de café Nespresso. El invento, que salió a la venta a un precio inicial de 699 dólares (unos 560 euros), enseguida atrajo a las miradas de fondos de capital riesgo, como Google Ventures, y de grandes compañías, como Campbell Soup, que van querer invertir en ellos. En total, Evans logró levantar más de 120 millones de dólares. "Era un producto aparentemente innovador y que, además, se enfocaba a un mercado que entonces crecía como la espuma: el de los productos saludables y naturales", argumenta Mircea Epure, profesor de economía de empresa en la UPF.

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Pero el 19 de abril de 2017 un artículo publicado en el medio económico Bloomberg les aguó la fiesta. Dos periodistas acababan de hacer público un vídeo donde demostraban que era posible escurrir las bolsas de Juicero sin utilizar la máquina que habían patentado: bastaba con utilizar las manos. Incluso se conseguía que el zumo estuviera listo treinta segundos más rápido. Esto fue mortal para la empresa. “La confianza que había generado en el consumidor se desvaneció por completo”, certifica Epure.

Juicero anunció que, durante 30 días, reembolsaría el dinero a todo el mundo que devolviera el producto. Según la propia compañía, tan sólo lo hicieron un 5% de los propietarios, pero sabía que el modelo de negocio había quedado gravemente tocado. Para intentar recuperar posiciones, la empresa bajó el precio de la máquina a la desesperada hasta los 400 dólares (unos 320 euros), anunció un modelo de prensa más barata para 2018 e, incluso, apartó al propio Evans como responsable de la parte operativa de Juicero.

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“Desde el principio, el modelo de negocio era absolutamente inviable -sentencia David Maldonado, profesor del máster de emprendeduría de la Universidad de Girona-. Evans era un enamorado de su producto que, gracias a su entusiasmo, logró levantar 120 millones de dólares: los inversores a veces valoran más al equipo que al proyecto que les presentan”, dice. El 1 de septiembre de 2017, coincidiendo con el puente del Día del Trabajador, Juicero bajó la persiana para siempre.

“Con Juicero queda claro que hay dos tipos de emprendedores: los que se enamoran del producto y los que piensan más en el cliente final. Evans era de los primeros -explica David Maldonado, profesor de la UdG-. Los inversores confiaron en él pero analizaron fatal el producto. Sin duda, merecen un estirón de orejas”, sentencia.