Nueva etapa con el concierto y la lengua en el horizonte

La votación de la militancia de ERC que ha dado luz verde a la investidura de Salvador Illa (PSC) abre una nueva etapa en la política catalana, con el concierto y la defensa de la lengua catalana en el horizonte. La decisión no era fácil, sobre todo después de la represión post-Proceso. Y, de hecho, ha dividido las bases del partido republicano (53,5% a favor y 44,8% en contra). Pero finalmente se ha impuesto la posición más pragmática, la que pedía aprovechar la ocasión para sacarle el mejor provecho posible para Catalunya y evitar el bloqueo y la repetición de elecciones. Hay que valorar en su cierta medida las cesiones programáticas del PSC y también el paso adelante de Pedro Sánchez para aceptar que sea la Agencia Tributaria de Cataluña la que recaude todos los impuestos, un punto al que el PSOE siempre se había opuesto, y que seguramente muchos le reprocharán. Sin duda el contenido del acuerdo, así como la unidad mostrada por la cúpula del partido, es lo que ha hecho decantar la balanza. El debate interno, tal y como ha subrayado la secretaria general, Marta Rovira, también ha sido ejemplar. Es posible que ERC pague un precio por la decisión, pero también lo habría pagado de lo contrario. A veces la política consiste en sacar el máximo provecho de la peor coyuntura, y eso es lo que ha hecho ERC.

En esta nueva etapa que se abrirá a partir de la investidura de Salvador Illa, los socialistas vivirán un doble fenómeno: una acumulación sin precedentes de poder institucional y al mismo tiempo una fuerte dependencia parlamentaria en Madrid y en Barcelona. La misión de republicanos y comunes será mantener al PSC en las coordenadas del catalanismo, de donde en algún momento ha tenido la tentación de salir, y convertir su federalismo teórico en más autogobierno para Catalunya. La batalla por el concierto será durísima y de resultado incierto (ya ocurrió con el Estatut), pero de momento, y hasta que no se demuestre lo contrario, es el único camino transitable para ir ganando soberanía. El país necesita con urgencia recursos y más autogobierno, y eso debe unir a todo el catalanismo, al igual que ocurrió con la amnistía.

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Mientras, con sus altibajos, ERC se prefigura como el partido clave del tablero catalán, el que es determinante y provoca cambios sustanciales, incluso cuando obtiene malos resultados. No en vano todos los presidentes de la Generalitat lo han sido en algún momento con los votos de ERC: Jordi Pujol (1980), Pasqual Maragall (2003), José Montilla (2006), Artur Mas (2012), Carles Puigdemont (2015) ), Quim Torra (2018), evidentemente Pere Aragonès y ahora Salvador Illa. En algunos casos la investidura estaba a favor de un gobierno nacionalista, un nuevo Estatut, un referéndum o ahora el concierto. Este papel de partido bisagra de la política catalana, el que reúne a dos de las almas principales del país (la soberanista y la progresista), lo seguirá jugando. Lo importante es leer bien el momento histórico y apostar por una política constructiva y positiva. Porque en política sólo quienes se arriesgan y toman decisiones se equivocan. Pero también pueden acertar.