Según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, una alimentación sostenible es la que produce un impacto ambiental bajo y contribuye a la seguridad higiénico-sanitaria y alimentaria ya una vida saludable. Y, de acuerdo con el departamento de Salud de la Generalidad de Cataluña, se basa en una gran variedad de alimentos no procesados o mínimamente procesados; incluye cereales integrales, legumbres, frutos secos y una abundancia de frutas y verduras, y es adecuada en energía y nutrientes para el crecimiento y el desarrollo de las personas de acuerdo con un estilo de vida saludable.
Entre otros aspectos, una alimentación sostenible también está alineada con las pautas para reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles relacionadas con la dieta (diabetes, obesidad, hipertensión arterial), contiene niveles mínimos —o ninguno, si es posible— de patógenos , toxinas y otros agentes que pueden causar enfermedades, mantiene las emisiones de gases de efecto invernadero, así como el uso del agua y la tierra, la aplicación de nitrógeno y fósforo y la contaminación química dentro de los objetivos establecidos, y preserva la biodiversidad.
"La alimentación sostenible es crucial porque nuestros sistemas alimentarios actuales tienen un impacto negativo significativo en el medio ambiente y la salud pública. Una alimentación sostenible busca reducir estos impactos mediante la promoción de dietas que sean saludables para las personas y que, al mismo tiempo, sean respetuosas con el planeta", explica Iris Blázquez, coordinadora del proyecto PLAN'EAT en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Se trata de una iniciativa Horizonte Europa de cuatro años de duración liderada por el CREA (Council for Agricultural Research) que investiga cómo transformar los sistemas alimenticios para que sean más saludables y sostenibles.
Un aspecto clave del proyecto PLAN'EAT llevado a cabo en el living lab de la UOC ha sido el análisis de la percepción del entorno alimenticio en Cataluña, así como el estudio de las barreras y facilitadores a escala individual y ambiental. "Comprender cómo las personas perciben su entorno es fundamental para identificar los factores que influyen en sus comportamientos alimenticios", indica Blázquez. Y esto es especialmente importante en un momento en el que Catalunya se ha levantado como líder en consumo de comida procesada, según el último Informe de Consumo Alimentario en España. En 2023 la compra de platos preparados creció un 1,5% en el Estado y, en promedio, cada persona consumió 16 kilos o litros de platos precocinados. En el caso de Catalunya, la media alcanzó los 21 kilos o litros al año.
Así pues, en el caso catalán, PLAN'EAT ha puesto el foco en la promoción de hábitos como el aumento del consumo de frutas y verduras, el incremento de legumbres y la reducción de la carne roja. "Se constata que fomentar el consumo de fruta y verdura de temporada, así como la sustitución de proteínas de origen animal por vegetales como las legumbres, puede tener un impacto positivo tanto en la salud como en la sostenibilidad ambiental", señala Blázquez.
Las cooperativas de consumo, aliadas de la causa
Actualmente existen muchas acciones que, a gran o pequeña escala, desde la iniciativa pública o privada, se encaminan a promover una alimentación sostenible. Se trata de proyectos de proximidad que van más allá de difundir la necesidad de comer de forma saludable, ya que favorecen y promueven algunos de los ámbitos por los que una alimentación se define como sostenible.
Entre estas iniciativas, están las cooperativas de consumo, que proliferan en nuestro país. Es el caso de EcoArtés, una entidad que nació en el 2011 en Artés, en el Bages. Plantea el fomento del consumo ecológico y la promoción de la soberanía alimentaria y nuevas formas de relación entre productores y consumidores, en especial a través de su actividad principal: la compra cooperativa de productos ecológicos. Está enmarcada en la apuesta por un consumo más consciente y sostenible.
"Tenemos algunos proveedores locales, otros de pueblos de alrededor, y después algún mayor distribuidor que nos facilita productos ecológicos de productores pequeños de toda Cataluña. La idea principal es eliminar al máximo los intermediarios y hacer tratos y pagar directamente al proveedor para valorar su labor y lo que produce", explica Carles Canellas, de la asociación de consumo ecológico Ecoartés.
Otro caso de cooperativa que promueve la alimentación y los hábitos sostenibles es Idoni-Bon Cor, un establecimiento comercial intercooperado por dos cooperativas, Comida de huerto SCCL y la empresa de inserción Soluciones Sociales Sostenibles SCCL. En este caso, Idoni-Bon Cor es una tienda de comida y productos sostenibles, saludables, sanos, ecológicos, locales y pequeños productores con impacto social. "Somos sostenibles con el medio ambiente: no utilizamos plásticos, luchamos cuenta el desperdicio alimentario, revalorizamos los desechos orgánicos convirtiéndolos en abono orgánico, nos nutrimos únicamente de energías verdes y hacemos transporte sostenible y social", expone Bruno López Junqueras, presidente de Soluciones Sociales Sostenibles SCCL.
La tienda se encuentra en el corazón del barrio de Sant Antoni de Barcelona y, entre otras actuaciones complementarias a la venta de alimentos que contribuyen a la sostenibilidad, han logrado reducir entre un 70% y un 80% del plástico de los recipientes en qué venden la comida, dado que venden muchos productos a granel y algunos clientes traen sus propios envases para realizar la compra. "También tenemos un contrato con la entidad Abono Km0, que, una vez por semana, nos viene a recoger los residuos guardados en recipientes herméticos. Los convierten en compuesto orgánico que nos devuelven y ponemos a la venta en la tienda. Así, en además de la circularidad generada, se crea un impacto en cuanto a sensibilización bastante importante entre los clientes", explica López Junqueras. Y es que la alimentación sostenible comienza antes de que se produzca el alimento y va más allá de cocinarlo y comerlo.
Hacer pedagogía
Blázquez asegura que las acciones colectivas y políticas son fundamentales para contribuir a una alimentación más sostenible, pero también lo son los pequeños cambios que cada uno puede realizar a nivel personal.
- El impacto más significativo puede conseguirse cambiando las políticas en el ámbito gubernamental y actuando a escala de comunidades y sectores. Por ejemplo, impulsar regulaciones que promuevan la producción y distribución de alimentos locales y de temporada, reducir el uso de plásticos en la cadena alimentaria o implementar impuestos sobre alimentos ultraprocesados. Asimismo, el apoyo a la agricultura ecológica y las pequeñas explotaciones puede facilitar un mayor acceso a alimentos sostenibles.
- En cuanto al entorno, es necesario colaborar con restaurantes, tiendas y supermercados para ofrecer opciones sostenibles de forma atractiva y accesible.
- Es esencial educar a la sociedad sobre la importancia de una alimentación sostenible. En las escuelas, incorporar estos temas en el currículum permite concienciar a niños y jóvenes.
- A escala comunitaria, se pueden organizar talleres que enseñen a reducir el desperdicio alimentario oa introducir más legumbres y verduras en la dieta. También son importantes las campañas de sensibilización a través de los medios de comunicación y las redes sociales.
Recomendaciones
- Compra frutas y verduras de temporada y locales: prioriza productos frescos y de proximidad para reducir la huella ecológica.
- Aumenta el consumo de legumbres: proponte hacer platos principales con legumbres algunos días a la semana, como con garbanzos, lentejas o judías.
- Planifica las compras: haz una lista de la compra basada en las necesidades reales para evitar comprar en exceso y reducir el desperdicio alimentario.
- Reaprovechamiento de alimentos: practica recetas que aprovechen las sobras de las comidas o los alimentos que están a punto de dañarse.