Patrimonio de agua dulce

Cuando Sant Cugat del Vallès se aprovechaba de Igualada

La acequia de Igualada

"Nos tomaron por tontos cuando abrimos el estudio en el barrio del Rec", me dice Lluís Jubert, diseñador gráfico igualadino que a finales de los noventa, con el pintor Ramon Enrich, adquirió y rehabilitó la vieja curtiduría de Cal Segall, una de las más antiguas de Igualada, para instalar el despacho. Ahora es un espacio de cotrabajo (eso que lo llaman coworking), Espacios del Rec. "Muchas de las curtidurías y edificios industriales llevaban años vacíos. Había, como por ejemplo, algunas curtidurías en funcionamiento", me dice Lluís. Estamos en la planta sótano de Cal Segall, donde se abonaban las pieles. El espacio conserva la estructura original de bóvedas. Nos encontramos en una cota inferior a la acequia: así podía llegar el agua de este canal de agua a cielo abierto que pasa justo al lado.

"El barrio está a cinco minutos del centro de la ciudad, pero los igualadinos no bajábamos", explica. "Varios profesionales se han instalado en los últimos años en el barrio del Rec. Actualmente somos una cincuentena. Pero todavía hay edificios vacíos. Se han movido algunas cosas, pero sigue siendo un barrio limitado en cuanto a usos [actualmente sólo está permitido el industrial] y oportunidades. Querríamos un barrio vivo. Hace falta valentía por parte de los políticos y también enero.

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Justo al lado de Cal Segall está Cal Miret. Me asomo a la salida de camiones de esta curtiduría activa y veo a dos trabajadores, con guantes y un largo delantal que los cubre hasta los pies. Manipulan pieles que irán a parar a Louis Vuitton. A continuación hago un recorrido por un tramo de la acequia con Glòria Escala, directora del Museo de la Piel de Igualada.

Hoy la acequia está seca. Sólo excepcionalmente se llena de agua, cuando el caudal del río lo permite. La acequia ya no se utiliza.

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"Mira, una bollería", me señala Gloria. Es una palabra que desconocía. Se trata de un elemento esencial de la acequia: un agujero redondo situado en la parte más baja de la pared de la acequia que permite que entre agua en la curtiduría. Otros elementos arquitectónicos que vemos son los contrafuertes adosados ​​a las fachadas de las curtidurías, con un arco en la parte baja, a través de los cuales pasa el agua de la acequia, y las celosías, entramado de baldosas o de ladrillos colocados de canto formando unos agujeros triangulares (dejan pasar el aire por los rayos, privan el rayo de los rayos). alteran el color).

"La actividad curtidora está documentada en Igualada desde el siglo XIII. Era un trabajo artesanal manual que se hacía en pequeños talleres, primero en la ciudad, dentro de las murallas, hasta que cogió vuelo al siglo XVIII. El hedor y el trasiego de mercancías daban la coz a los vecinos, y los curtidores en el mismo siglo XVIII, acabaron situando. siendo, un elemento básico para el abono y el lavado de las pieles", comenta la activa directora del Museo de la Piel de Igualada, que siempre tiene proyectos: ahora tiene el propósito de reformar la noria de sangre que se encuentra bastante destartalada junto al museo. "Hemos pedido una subvención para que vuelva a rodar", me dice. A ver si llega.

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Entonces Glòria se detiene un momento para decirme: "Sabes que el nombre de Igualada tiene la palabra agua incorporada? Igualada viene deaqua lata, que significa «donde el río se ensancha»". Ciertamente, aquí el río Anoia discurre por una gran llanura, la cuenca de Òdena, rodeada de antiguos castillos. Esta llanura ha permitido que haya un aeródromo, construido durante la Guerra Civil, y se pueda practicar el vuelo sin motor.

Cuando era artesanal, la actividad curtidora era complementaria de los trabajos del campo. La hacían sobre todo en invierno los campesinos, cuando descansaban. Había días que debían romper el hielo de la acequia. Para el abono de la piel se utilizaban cal y productos vegetales, como la corteza de pino y las hojas de roldor, que aportaban el tanino, y, por supuesto, mucha agua.

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Algunos de los momentos clave en el sector de la curtiduría fueron la incorporación del bombo (gracias al que la piel pasó de tardar en abonarse un año en tardar tres meses) y la Primera Guerra Mundial (los curtidores de Igualada hicieron dinero: vendían piel para las botas, corretería... para los soldados, y con los talleres). Probablemente, el otro gran momento de los curtidores de Igualada es cuando, a principios de siglo XXI, apostaron por hacer piel de calidad. Ahora abastecen piel para hacer marroquinería a grandes marcas de lujo.

Llegamos al Molino de la Abadía, una edificación bastante abandonadota. La acequia se construyó en el siglo XII para manejar este molino harinero, donde el agua daba un salto. En la balsa de este molino, hoy inexistente, la acequia finalizaba su recorrido.

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En la Edad Media, el monasterio de Sant Cugat del Vallès poseía el dominio total de la acequia y los molinos de la Anoia. El señor de Montbui reclamó la mitad de los diezmos de los molinos, puesto que el agua que se utilizaba era del río Anoia, la mitad del cual era de su dominio. El pleito lo ganó el monasterio de Sant Cugat. Durante muchos años compartieron su propiedad el monasterio de Sant Cugat y el rey.

La acequia se hizo allá donde los patos hacían los nidos –y donde los siguen haciendo–, porque se sabía que el agua, aunque el río creciera, no llegaba. Y aún así hubo más de un susto.

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En una pared del molino que tiene una diversidad de piedras que evidencian que se ha rehecho un montón de veces leo: "Aquí llegó la ribera del 24 de agosto de 1842 siendo molinero Joan Soler".

Tres kilómetros de recorrido

La acequia coge agua del Anoia mediante una esclusa construida en el Molí Nou y la devuelve al mismo río. Tiene una longitud de tres kilómetros. En los inicios el agua de la acequia se utilizaba para hacer funcionar los molinos harineros, el Molí del Mig y el Molí de l'Abadia, y para regar las huertas que había en su recorrido.

Dentro del barrio del Rec se encuentra el Museo de la Piel de Igualada. El museo tiene dos sedes: una antigua fábrica algodonera, de finales del siglo XIX (Cal Boyer) y una curtiduría del siglo XVII (Cal Granotes).

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