Patrimonio de agua dulce

Con una sola bombilla, ¿cómo iluminas toda la casa?

La central hidroeléctrica de Bescanó

16/08/2025

Una de las cosas que más me llaman la atención del Ter, el río más largo de los que integran las llamadas cuencas internas, es el repentino cambio de rumbo con respecto a la Plana de Vic. Algo más arriba de Vic, abandona la dirección norte-sur que tiene desde su nacimiento, en Ulldeter, para adoptar la de oeste-este. ¡Parece que le tocaría desembocar en Barcelona, o en el área metropolitana y, en cambio, lo hace en el Empordà! El agua tiene esos misterios. Gracias a este cambio de dirección varias comarcas gerundenses disfrutan del Ter. Y, cómo no, lo aprovechan.

A principios del siglo XX en Vilanna y en Bescanó se derivaron las aguas del Ter a través de un canal, para alimentar sendas centrales hidroeléctricas que vale mucho la pena conocer. La de Vilanna (1905) es más sencilla (debía tener muchos más elementos arquitectónicos, pero el presupuesto -como siempre- no lo permitió). Es una “versión” precursora y más simplificada que la de Bescanó (1916). Ambas siguen funcionando. Y con las turbinas originales, "Planas Flaquer".

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Los planos de las centrales de Bescanó y Vilanna están sin firmar. Pero se sabe que el arquitecto fue Joan Roca i Pinet, quien reflejó en ambos edificios un claro estilo modernista.

Estas centrales gemelas tienen la misma estructura, de tres plantas: en la parte enterrada o inferior encontramos el salto de agua y las turbinas; en la planta baja se encuentran los generadores, los paneles de control de producción energética, el sistema de compuertas y bagantes del canal y la oficina; y el piso superior lo ocupa -lo ocupaba; ahora todo se hace a distancia- la pequeña vivienda del encargado de la central y su familia.

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El interior de la de Bescanó tiene, pues, todos los elementos de una central hidroeléctrica, aunque es de dimensiones modestas. Lo más singular se encuentra en el exterior. Se trata de unas curiosas esculturas de motivos vegetales y animales, de hormigón, ladrillo y cerámica (las de animales son más o menos de la altura de una persona). Las figuras decoran el salto de agua del canal del aliviadero y también un torrente, llamado Ses Valls (o de los Caballos).

Me cuesta decir lo que son, las bestias. Lluís Solé, de Bescanó, que me acompaña, «me las va» identificando, pero hay que decir que alguna no la tiene clara. Yo menos. Dice que hay dragones, protodinosaurios... También ve un basilisco, una rana, un lagarto o salamandra... Yo diría que algunas bestias son una mezcla de éstas.

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«Entonces, a principios del siglo XX, eran toda una novedad científica, estas bestias, y deberían fascinar al arquitecto modernista», me dice Lluís Solé, apasionado de cosas del pasado... y no tanto de algunas del presente (me ha costado localizar: se ha resistido a tener teléfono móvil hasta hace un año).

«Todas estas figuras fueron hechas con cemento armado; se dice que las hicieron los mismos albañiles de la obra con el cemento que sobró; lo aprovecharon, pues, ¡y fueron bien creativos!», me cuenta Lluís Solé, que de pequeño ya venía a contemplar este fondal pavoroso lleno monstruos feroces junto al agua que cae espumando, ya lo largo de los años ha explorado a fondo la historia de la central que los acoge.

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«Tanto la central de Vilanna como la de Bescanó fueron una iniciativa del «conde» de Berenguer, me cuenta Lluís. Me ha llevado un libro que da detalles de quién era el "conde" de Berenguer. Son las memorias de Miquel de Palol («Girona y yo»), poeta, dramaturgo y narrador, que trabajó muchos años para el «conde»: «A regañadientes de los consejos tradicionales de los suyos, empaquetados de aquella nobleza terraza que consideraba denigrante a cualquier negocio industrial y burgués, se había lanzado, con la joven, con la alma, con el joven conocimientos ni afán de hacer riqueza». Dice que le flipaba todo lo moderno, como el automóvil o la electricidad. Inicios del siglo XX es una época clave de expansión de estos dos elementos de progreso.

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Acabamos dando un paseo por el camino que bordea el río, cuando ya anochece, viendo cómo los árboles se reflejan con perfección fotográfica en las aguas encalmadas. Lluís me cuenta detalles de la estirpe del «conde» Ramon de Berenguer. Eran terratenientes rurales que ostentaban un título nobiliario pontificio, otorgado por el Papa, y que se habían emparentado con la marquesa de Garcillán, de la "nueva pequeña nobleza española".

«¿Sabes que el propio «conde» iba casa por casa pidiendo si necesitaban electricidad y se querían conectar? ¡Tenía que hacer rentable el negocio!», me dice Lluís. «Además, ya existía competencia. La gente de Bescanó contrataba la electricidad del «conde» o la de los Bonmatí». «Las casas más austeras tenían tan sólo una bombilla. Aunque tuvieran distintas plantas. Si la cocina-comedor estaba en la planta de abajo y las habitaciones en la de arriba, ningún problema: estiraban el cable de la bombilla que pasaba a través de un agujero del techo, y la bombilla podían encenderla donde hacían vida. Y no necesitaban interruptor: ¡aflojaban la bombilla moviendo su rosca!».

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Cruzar el río tenso de una cuerda: las barcas de libant

Durante muchos años, donde no había puente, se podía cruzar el Ter con una barca de libant. El barquero hacía desplazar la barca tensa una cuerda gruesa de esparto, llamada libant, tensada de lado a lado sobre el río, cruzándolo. Barcas de libant había en muchos pueblos de este tramo del Ter, desde el Pasteral (Pas-Ter-Alt), hasta la desembocadura. Bescanó tuvo dos barcas, una peatonal y otra para carros.

Ésta es una zona con un alto interés en cuanto al patrimonio de agua dulce. Existe también el Museo del Agua de Salt, situado en la antigua fábrica textil Coma y Cros, junto a la acequia Monar. Es un museo muy didáctico.