Víctor Font: cuando con un proyecto innovador no basta

El empresario no pudo seducir al socio en una campaña marcada por la irrupción de Laporta y algunos errores propios

BarcelonaVíctor Font se llevó una sorpresa desagradable ahora hace tres meses, antes de iniciar el proceso de recogida de firmas. Una encuesta le daba poco más del 50% de popularidad. En otras palabras, la mitad de los socios no sabían quién era ese empresario de Granollers que aspiraba a presidir el Barça. Incluso estaba por debajo de algunos precandidatos que no pasaron el corte de firmas. En cambio, en enero se convertía en candidato con el aval de 4.431 boletines y el domingo quedaba segundo en las elecciones con 16.679 votos. A la maquinaria de Sí al Futur le costó arrancar, pero su progresión fue meteórica.

Lejos queda ese mes de mayo del 2015, cuando Font reunió a un grupo de periodistas en Granollers para hablarles de un "proyecto de futuro". Se había rumoreado algo, pero esa era la gran puesta en escena ante los medios de comunicación. Hacía unos meses que se habían anunciado elecciones en el Barça, para ese verano, pero el empresario explicaba que no concurriría, sino que se esperaría a las siguientes, cuando tuviera todavía más madurada y terminada su propuesta para cambiar el modelo de gobierno del club. En junio del 2018 daría el paso. Anunciaría formalmente que se presentaba en un acto que reunió a 600 personas en el auditori AXA de Barcelona. Lo acompañaría su amigo Antoni Bassas, que posteriormente se acabaría incorporando también a la candidatura.

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Darse a conocer

Font pulió su proyecto, empezó a hacer ruido organizando actos por el territorio –que, hasta la pandemia, tenían una presencia de público notable– y ayudó a hacer caer a Bartomeu participando muy activamente en la recogida de firmas de la moción de censura, durante el otoño del 2020. Paradójicamente, la dimisión en bloque de la junta lo perjudicaba más que ninguna otra cosa. "No nos esperábamos que la moción tendría este éxito", confesaba un miembro destacado de su equipo. Necesitaba mucho más tiempo para darse a conocer entre los socios. La suerte, sin embargo, le sonrió dos veces. Primero, el presidente de la gestora, Carles Tusquets, estiraba los plazos y no convocaba las elecciones hasta enero. Y segundo, por la pandemia, los comicios se aplazaban un mes y medio, hasta principios de marzo. "Siempre he defendido votar cuanto antes mejor, pero no esconderé que este aplazamiento me favorece porque soy el menos conocido", confesaba entonces el candidato.

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La recogida de firmas durante la pandemia condicionó todo el proceso electoral. También la estrategia. Y por eso se aceleraron los actos para presentar organigramas y nuevas incorporaciones. "Teníamos que arriesgar", reconocía Albert Roura, su jefe de comunicación, en una mesa redonda en el Col·legi de Periodistes. Víctor Font había tejido, por el voto de censura, una red de 200 voluntarios en todo el territorio que había sido clave para el éxito de esa iniciativa. En el equipo pensaron que lo que había servido entonces también serviría para recoger avales de precandidato. Se equivocaron. "Laporta arrasó. El objetivo inicial era sacar más avales que nadie, pero al cabo de poco vimos que ya haríamos mucho pasando el corte. Por suerte, en la última semana pudimos recoger bastantes", reconoce uno de los voluntarios de las comarcas del interior. No tuvieron las mínimas necesarias hasta tres días antes. Al final, pasaron de sobra.

La irrupción de Laporta

Precisamente la irrupción de Joan Laporta lo hizo tambalear todo. Mucha gente los veía como representantes similares. "Esto perjudica a Font. Laporta tiene un votante fiel y representa un perfil muy concreto. Víctor se tendrá que mover. Y con esto corre el riesgo o bien de no sentirse cómodo o de caer en contradicciones", analizaba antes de la recogida de firmas un antiguo candidato, que consideraba "clave" saber el número de precandidatos que pasarían el corte. "Un cara a cara con Laporta lo puede beneficiar. Si hay más, es fácil que el voto se diversifique, cosa que limitaría mucho sus opciones". Visto con perspectiva, tenía parte de razón.

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El cabeza de lista de Sí al Futur quiso seguir con su programa. "Nunca trabajamos pensando en una campaña sino en un proyecto. Nuestro reto más grande era cambiar el marco mental. Queda claro que somos mejores haciendo proyectos que campañas", explicaba Roura. Desde el Hotel Olivia Balmes, que se convertiría en su sede de campaña, el equipo de comunicación se encargaba de diseñar los mensajes. "Víctor es el líder, él tiene la última palabra, pero antes escucha a todo el mundo". El objetivo era elemental: imponer la propuesta de Font a la de Laporta presentando a personas con nombres y apellidos, con organigramas sobre cómo estructuraría cada área, o desgranando una a una las nuevas vías de ingresos. También trató de pinchar a Laporta acusándolo de haber improvisado a su equipo electoral, diciendo que no daba el suficiente peso a las mujeres, que su solución económica –los "bonos Laporta"– era muy arriesgada, que lo que había servido en 2003 ya estaba obsoleto en 2021 o, sencillamente, que no tenía proyecto. Lo hacía con mítines, entrevistas, presentaciones y conferencias de prensa. El adversario, hoy presidente electo, no picó el anzuelo.

Errores propios

Font declinó presentarse en 2015 y, a ojos de sus rivales, se equivocó. "Hay erradas de novel. Si entonces se hubiera presentado, aunque fuera para no ganar, tendría un bagaje que hoy quizás le habría servido", coincidían en decir durante la campaña desde el equipo de Joan Laporta y de Toni Freixa. Hablaban, por ejemplo, de cuando reaccionó a la lona del Bernabéu con un vídeo o mencionándola constantemente cuando hablaba en público –"esto es publicidad gratuita"–; de basar el proyecto deportivo en Xavi y Jordi Cruyff; de utilizar una frase de Piqué hablando del futuro en beneficio propio –"quien conoce bien a los jugadores ya sabe que no se mojarán en campaña"–, o de no ser habilidoso en el cuerpo a cuerpo durante los debates.

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En cambio, el equipo de Sí al Futur habla únicamente de dos "errores". El primero, cuando dijo que Koeman no sería su entrenador "ni ganando un triplete". El segundo, cuando incorporó a Jordi Majó en la directiva. "En el primero queríamos decir que habíamos trabajado nuestro proyecto, que no improvisábamos. Y el segundo fue, precisamente, por improvisar. Se nos ofreció la posibilidad de incorporar a alguien con experiencia como Majó, pero a nadie se le ocurrió mirar qué había publicado últimamente en las redes sociales". En los dos casos tuvieron que rectificar.

A pesar de todo, Víctor Font llegaba a la última semana con alguna esperanza. Aseguraban tener encuestas internas que hablaban de un "cambio de tendencia" y de tener "solo diez puntos de diferencia" con Laporta. Era un espejismo. Pero esto no quita que, una vez hecho el escrutinio, Víctor Font se haya ganado el derecho a representar la figura de cabeza de la oposición azulgrana. Ya ha dicho que no piensa hacer oposición activa. De momento abre un proceso de reflexión para decidir si abandona definitivamente la carrera a la presidencia o si lo vuelve a intentar en los siguientes comicios. Quiere analizar cómo ha ido. Después, ya decidirá.