Atención y distracción

Escribe Plinio que Aristómaco "se maravillaba tanto al contemplar la conducta de las abejas, que por espacio de cincuenta y ocho años no hizo más que observarlas". Hay auténticos atletas de la atención, capaces de blindarse contra cualquier distracción, pero el estado de flow (la focalización intensiva de la mente descrita para el psicólogo Mihály (Csíkszentmihályi) es hoy más fácil de encontrar en el gimnasio que en las aulas. La cultura del trabajo, criticada en la escuela, encuentra un cómodo refugio en los fitness. ENuestros alumnos sospechan que el esfuerzo es una variable sin consecuencias académicas y se muestran más interesados ​​para acabar pronto el trabajo que para terminarlo de manera impecable. medida que la escuela se vuelve más permisiva es menos probable que el alumno enfrente retos exigentes. Lo que piden al entrenador se lo negamos al maestro.

La atención se ha definido como la capacidad de prestar atención en algo para adquirir conocimiento. Es una focalización voluntaria, esforzada y continuada sobre el objeto del conocimiento. Es decir, una resistencia planificada a la distracción, que siempre está al acecho, esperando que una brecha en nuestra voluntad le permita tomar el control de nuestra mente. No tarda en encontrar alguna. Si gracias a la atención esforzada conseguimos dominar la conducción de un coche, cuando el dominio se transforma en rutina (que es la atención convertida en esquema conductual), nuestra mente liberada de la tensión del aprendizaje es una presa fácil de la distracción. Nos distraemos cuando la carga cognitiva de un aprendizaje es nula, porque entonces es trivialmente fácil, y cuando es demasiado alta, porque el excesivo esfuerzo nos fatiga.

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La atención es menos natural que la distracción. Lo que los anglosajones llaman wandering mind (la mente vagabunda) viene con nuestro equipamiento de serie, mientras que la musculatura de la atención hay que ganársela. Todos nos hemos descubierto distraídos en situaciones en las que había que permanecer atentos.

La distracción inevitable es también a menudo el ingrediente indispensable de la creatividad. Todos, también, hemos descubierto lo que nos esforzábamos justo cuando abandonamos la búsqueda y nos dedicamos a otra cosa. de respuestas. No es nada inusual que sea haciendo el vago, al dejar nuestra imaginación abierta al libre juego de sus imágenes, que encontramos la respuesta de que nuestra voluntad era incapaz de pillar.

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No es éste un panegírico del vago, sino del merecido descanso.

En conclusión: el alumno que vagabundea mentalmente no es por eso un mal alumno, ni necesariamente tiene un maestro aburrido. A veces la fuente de su distracción es un maestro rico en recursos y ejemplos. ahora no recordamos ni la pregunta ni el problema. Sin el retorno, la creatividad es estéril. La atención, entendida como capacidad de retorno, es el nuevo QI (cociente intelectual).

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Para hacer posible la capacidad de retorno, debemos encontrar un principio interno de autoridad que nos permita organizar nuestras experiencias. Éste debería ser el objetivo central de la educación. No tiene pedagógicamente sentido fomentar la variedad de experiencias y olvidarse de su organización. Para asumir este principio es imprescindible una cultura lingüística sofisticada que nos permita hacer uso de los tiempos verbales para pensar lo posible, trascendiendo el presente y conduciendo la experiencia hacia la idea. En esta dirección, la escritura es un recurso muy valioso, porque no es sólo un medio de transmisión de ideas. Es, sobre todo, un medio para tenerlo y no hay sustituto para este tipo de descubrimiento. Recordemos que la forma humanista de educar la atención no ha sido la farmacéutica, sino la lectura lenta, que siembra el alma de palabras y nos permite pensar el leído. Recordémoslo bien porque en estos momentos muchos jóvenes llegan a la universidad –incluso a las universidades de élite– con grandes dificultades para leer libros.