Cercanías, ¿ahora sí?
El hecho de que Pere Macias haya sido nombrado por el Govern comisionado para el traspaso de Cercanías a la Generalitat es una buena noticia. Si hay alguien que tiene en mente el mapa de los trenes en Catalunya, es él. Y si alguien tiene capacidad para poner de acuerdo a los gobiernos español y catalán para constituir la nueva empresa Cercanías de Catalunya, debería ser él. Lo digo en condicional porque una cosa es la ingeniería civil, disciplina en la que no se le puede enseñar gran cosa, y la otra la ingeniería política necesaria para que el acuerdo firmado entre el PSOE y ERC acabe siendo un traspaso en serio y no la enésima tomadura de pelo del Estado a la Generalitat en materia de traspasos.
Sobre todo, porque estamos hablando de Renfe, una especie de estado dentro del estado, y de resistencias corporativas se encontrará muchas . Sin ir más lejos, ayer mismo Cercanías vivió una jornada caótica de trenes parados y demoras sin explicaciones que pareció una huelga a la espera de la que iba a tener lugar hoy y la semana del puente, a cargo de los trabajadores de Renfe y Adif, una huelga preventiva para defender unos derechos laborales que aún no han sido puestos en cuestión por nadie.
Las demoras de ayer, sumadas a la realidad de un servicio que sólo es noticia cuando va bien, demuestran que con Cercanías se ve en corazón para hacer de todo, excepto conseguir que el servicio sea excelente. Por eso Macias está ante el reto más gigante de su carrera político-profesional: conseguir que viajar en un tren de Cercanías no sea una experiencia propia de los años 80, sino la propia de un país desarrollado de la UE.