Congreso o 'vendetta'

En los partidos políticos, los ciclos electorales de bajada siempre pasan factura. Adversarios, enemigos y compañeros de partido empiezan a listar los errores y los aciertos, y como es habitual que las victorias tengan muchos padres y las derrotas sean huérfanas, se pone en marcha la cacería interna.

El relevo de las direcciones puede hacerse fruto de una reflexión política profunda que haga recalcular la estrategia política, o centrar la crisis en los reproches personales y acabar en un escenario de vendetta siciliana. En el caso de ERC, la tentación de relevar a la cúpula después de una especie de suicidio colectivo es recurrente a lo largo de los años.

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Ya hace varias citas electorales que los votantes le han dicho a ERC que no convence. Que su estrategia post-2017, centrada en el realismo pactista y en la gestión, se ha ahogado entre un PSC capaz de capitalizar los acuerdos y un talante dialogante y un Junts simbólicamente resistencialista. ERC ha hecho la labor de recuperar la gobernación y la institucionalidad, pero no ha sido capaz de convertirlo en un activo suficiente para convencer a los electores. Le faltaron una mayoría parlamentaria, un liderazgo claro y algunos cuadros capaces de gestionar.

Lista de agravios

Estos días se ha hecho evidente que el proceso de reflexión sobre la actuación de la dirección del partido en octubre del 2017 y el giro estratégico implementado posteriormente no fue explicado abiertamente a las bases ni tampoco compartido honestamente entre los miembros de la dirección, lo que alimentó una lista de agravios y una desconfianza que acabaron en una implosión interna, simbolizada por la ruptura de la relación entre Marta Rovira y Oriol Junqueras. Si en algún momento fueron la bicefalia más cohesionada de la política catalana, hoy no se hablan directamente.

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De las declaraciones de los entornos de unos y otros y de sus silencios y reproches públicos se puede deducir que hubo diferencias ya en el proceso de negociación de los indultos, de la amnistía, del papel del liderazgo de Oriol Junqueras dentro y fuera de la cárcel, de la convocatoria electoral avanzada y del encargo o monitorización de la estructura de propaganda política de la B.

Con el activo de la cárcel y del exilio, Junqueras y Rovira parece que reivindiquen su entrega sacrificial a la causa y al mismo tiempo experimenten un sentimiento mutuo de traición.

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Más allá de las relaciones humanas hay una razón más sencilla: una concepción diametralmente opuesta de por dónde pasa la reconstrucción del partido. En el fondo, está la voluntad de Marta Rovira de dejar paso y la de Oriol Junqueras de mantenerse políticamente activo y en primera línea. Si Rovira considera que el mejor servicio a la formación es favorecer el relevo con personas sin la carga emocional del 2017, Oriol Junqueras cree que está en mejores condiciones que nunca para seguir en la presidencia del partido y que la cárcel no es un impedimento sino un activo.

Diferencias estratégicas

Hoy la crisis en ERC no parece de proyecto sino de liderazgos. Las diferencias estratégicas de las distintas candidaturas no son fundamentales, pero tampoco es probable que exista una aproximación entre las candidaturas antes del congreso del partido.

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Con la emocionalidad a flor de piel, ERC se juega hoy no solo el liderazgo, sino la reputación de partido histórico de valores republicanos. Las actividades de la estructura B de la comunicación del partido, destapada por una investigación del ARA, tienen que ser aclaradas y desterradas. Quienes encargaron, pagaron y posteriormente intentaron esconder la acción de los carteles sobre el Alzheimer tienen que dejar de autojustificarse y admitir que en la política también existen límites. No han sido años fáciles y por eso, precisamente por la guerra sucia del Estado, se requería algo más de inteligencia y principios. El equipo de comunicación confundió tener el poder con tener la razón y convirtió la persecución de sus objetivos en un camino sin escrúpulos.

Reconstrucción

Todo el independentismo necesita repensar las estrategias y reconstruirse en la retaguardia a la espera de un éxito sorprendente con el PSOE o de un eventual cambio de gobierno en España. ¿Vamos hacia un escenario poscongresual en el que ERC tenga en la presidencia a Oriol Junqueras y Junts a Carles Puigdemont? Podría ser. Un observador afilado de la política catalana me resumía su opinión en una frase. ¿Las consecuencias del mantenimiento de ambos liderazgos fuertes del 2017?: “Salvador Illa para dos o tres legislaturas”. Veremos, si son elegidos, qué tipo de liderazgo eligen.