El día de Corpus

El próximo jueves es Corpus, uno de los tres jueves que lucenmás que el sol, como dicen los castellanos. De los tres jueves, ya ninguno es fiesta. El jueves Santo se ha convertido en colas de coches y carreteras llenas por la salida de Semana Santa, que se ha reducido a tres días, o cuatro, según los lugares. Jueves Santo que es la fiesta de la Santa Cena, de la institución de la Eucaristía, del trozo de pan mojado en la salsita del corderito y que señala el traidor, etc., Jueves Santo ha dejado de ser fiesta precisamente porque es jueves. Y Corpus, que se instituyó porque la maravilla incomprensible de la Eucaristía, de la Transustanciación increíble, quedaba ofuscada por la oración en el huerto, por el prendimiento de Jesús, por el beso de Judas y la oreja cortada, es decir, por la Pasión entera. La alegría de la Santa Cena quedaba sin una fiesta digna y específica que la celebrase dignamente. Y el tercer jueves, la Ascensión, nunca había tenido demasiado predicamento como fiesta popular, porque ¿quién celebra un adiós, aunque sea con la promesa de un regreso? En resumen, ninguno de los tres jueves se celebra en ninguna parte, salvo quizás el Corpus, que en Berga han convertido en fuego y humo y monstruos que bailan, entre fuego y petardos.

La fiesta de Corpus se instituyó para celebrar con solemnidad un don tan preciado como el de la Eucaristía. Y como era una fiesta nueva, se encontraron con que no tenían los textos necesarios para la liturgia. El papa les encargó a las dos luminarias católicas del momento: santo Tomás y san Buenaventura. Cuenta la leyenda que a medida que san Tomás iba leyendo sus textos delante del papa, san Buenaventura iba rasgando a los que él había escrito. No sé. Podría ser muy bien. El caso es que todavía se canta el precioso Pange lingua del dominico de Aquino.

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Como suele ocurrir, las fiestas teológicas pronto pactan con las costumbres populares y así se van contaminando con tradiciones destinadas a celebrar otras cosas. El hecho de que la Iglesia católica decidiera realizar una procesión para mostrar la Eucaristía hizo preceder a la custodia de todo el bestiario habitual de otras juergas urbanas. En Girona, por ejemplo, que es mi pueblo y que, por tanto, lo recuerdo bien, por la procesión de Corpus de aquellos tiempos salían los enanos y los gigantes y el águila municipal. Y se cubría el suelo de las calles con alfombras (cuando yo era pequeño lo decíamos alfombras) de flores. Se colgaban damascos en los balcones (en aquellos tiempos los decíamos colgaduras y proliferaban las banderas españolas). Y para acabar de complicarlo, la gente echaba serpentinas y papelitos, como en una verbena cualquiera. También, cuando pasaba el tálamo, que era de propiedad municipal, la gente echaba pétalos de flores y retama. De hecho, la retama era la flor del Corpus. Era oro perfumado y cubría el asfalto o los adoquines y caía del cielo en una lluvia inolvidable. La procesión de Corpus de Gerona era exclusivamente masculina. Las mujeres eran las encargadas de echar las flores al paso de la custodia, desde los balcones y las ventanas oa pie de calle.

En Girona no hacíamos bailar el huevo ni teníamos monstruos como patums, ni mulasas ni guitas. Éramos bastante más serios, quizás un poco demasiado. Desfilaban los soldados, al final de todo el cortejo, y con sus botas relucientes, recién cerradas, pisaban los claveles y la retama de las alfombras. Se producía un olor especial, vegetal y ya algo pútrido, que se mezclaba con el de las heces calientes de los caballos, que, pobres, inocentes de lo que los humanos celebrábamos, la soltaban donde estuviera y en el momento que fuera. Todo esto se me mezcla en la memoria con el sonido imponente de las campanas, con los acordes del órgano de la catedral, con el olor pegajoso y narcótico de los tilos floridos de la rambla. Los adultos llevaban aches y los niños llevábamos cirios y la cera nos goteaba sobre los zapatos. Cantábamos Lauda Sion Salvatorem y también, eran tiempos franquistas, Cantemos al amor de los amores. Y cuando pasábamos por delante de la Pia Almoina, que entonces era el colegio de las escolapias, las niñas se asomaban a las ventanas góticas ya los niños nos invadía un anhelo especial. Corpus era el prólogo del verano, de la carne desnuda, del mar y de la sal en la piel.

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¿Ahora qué se ha hecho de todo aquello? Se ha perdido como tantas otras cosas y la gente corre a las playas, se amontona, se baña en aguas no demasiado limpias, coge sus barcos e invade las calas que antes eran secretas, vacías y silenciosas. Gira il mondo, gira, y lo hace de una manera incansable, lleno de desgracias, de guerras, de hambre, de ruinas y de muertes.