Dice que reforman la administración

Mientras intentábamos respirar en medio del calor que no dejaba ni dormir, del humo de los incendios y de la bronca política española, que ya ha alcanzado el nivel de saunas y prostíbulos, una buena noticia se colaba entre las estrechas rejas de las noticias que consiguen un titular: la reforma de la administración impulsada por el Gobierno irá pronto al Parlamento.

Se ve que desaparecerán la cita previa, el lenguaje incomprensible y el tener que aportar la misma documentación más de una vez (hay casos demenciales, como cuando te piden año tras año la partida de defunción de un familiar, como si la gente nos pudiéramos morir más de una vez) o te avisará parálisis burocrática cuando un funcionario diga que teme firmar algo. Me parece tanto sentido común llegar aquí que es increíble que todavía no estemos, pero viendo el pan que se da en una administración que sólo es rápida para cobrar multas e impuestos, lo que aún parece más increíble es que pueda ser verdad.

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Porque para conseguir estos y otros cambios hace falta mucho más que un cambio, hace falta toda una revolución cultural que acabe con un principio que no ha desaparecido ni con la democracia ni con la revolución digital, que es que todos los administrados sabemos que molestamos a la administración. Los funcionarios culpan al legislador y los gobernantes no se ven con corazón de derribar el muro de la burocracia. Y esta revolución cultural pide que la estabilidad laboral de por vida del funcionario vaya a cambio de su flexibilidad para adaptarse a las necesidades de cada época y aumentar la productividad. Pero a pesar de este justificativo escepticismo, y en medio de tantos desastres, estamos ante una buena noticia.