Nosotros, los extraños
En algún momento la política catalana saldrá de la melancolía. No está claro que ocurra, es un deseo. Quizás entonces se pueda recuperar la capacidad de acción de la sociedad civil y los empresarios no se lamentarán como se lamentan hoy de no tener interlocutores políticos y de estar perdidos entre una burocracia que los ahoga y la percepción de que no se toman decisiones para no asumir riesgos. Quizás entonces algunos jueces no puedan retorcer las leyes hasta que se ajusten a su ideología, parte de la prensa no seguirá el dictado del gobierno de turno y se entrará en la normalidad de la acción y la gestión política. Quizás algún día se afronte el principio de realidad, porque mientras la política catalana sigue anclada en el 2017, el mundo no nos está esperando.
Formarse opinión
Hoy un fantasma recorre Europa, y España y Catalunya no serán una excepción. En junio, las elecciones europeas podrían convertir a la extrema derecha en la segunda fuerza en el Parlamento Europeo y formaciones abiertamente contrarias a la inmigración han ido ganando representación municipal y parlamentaria. El miedo al otro, a lo diferente, es tan antiguo como la condición humana, pero todos somos extraños para alguien. El miedo se utiliza sin escrúpulos, y se alimenta de mentiras pero también de silencios. Las mentiras simplistas de los oportunistas que aprovechan la angustia de la crisis económica y social, y la aceleración tecnológica, pero también los silencios de la izquierda que teme al juicio moral instantáneo y prefiere inhibirse. En tiempos de incertidumbre, la extrema derecha se va moviendo de la periferia del debate hacia el centro.
Contra el silencio y contra la simplificación, sea fruto de la acceleración informativa o de la manipulación interesada, hemos planteado una serie de reportajes que publicaremos de domingo a domingo. Estamos convencidos de que el matiz y la complejidad ayudarán a formar opinión a nuestros lectores y que solo la información veraz puede combatir la ola ultra. Nuestras calles son diversas y complejas, y nuestra sociedad no está más inmunizada contra el racismo de lo que puedan estarlo las sociedades de nuestro entorno. Nosotros también tenemos barrios polvorín, y la cohesión social solo será fruto de políticas activas al menos en dos direcciones: la escuela y el mercado laboral. Si el ascensor social funciona y los catalanes hijos de marroquíes o bolivianos se integran, si la lengua es una lengua de prestigio o vehículo de integración, el país avanzará. La alternativa ya sabemos cuál es porque la hemos visto en Francia.
Hablar de inmigración como de un fenómeno externo es absurdo. Tampoco tiene sentido plantearlo como un fenómeno descontrolado. Tenemos ejemplos cercanos y sabemos los resultados de las distintas políticas públicas.
La diversidad social
La inmigración ha dado forma a la Catalunya de hoy con varias oleadas. La actual incluye a personas con color de piel y religiones diferentes que también buscan una oportunidad y a las que se debe ofrecer un pacto social con derechos, deberes y un mínimo común denominador de valores. Pienso, por ejemplo, en los innegociables derechos humanos que abarcan la igualdad de oportunidades de las mujeres.
Para empezar, repasemos los datos fríos. Catalunya tiene un crecimiento natural negativo; es decir, mueren más catalanes de los que nacen. De los ocho millones de catalanes, una quinta parte (1,65 millones) han nacido en el extranjero. El 42% de la población de entre 20 y 39 años es extranjera. Catalunya es la comunidad con más inmigrantes, y el grupo de origen más numeroso es el marroquí.
Hay más inmigrantes en paro que catalanes, y también se concentran en sectores más elementales. Por ejemplo, son más de la mitad de las trabajadoras del hogar. Del mismo modo, son más proclives al abandono escolar.
En las escuelas y en el mercado laboral tenemos ya la segunda y tercera generación, y sabemos qué es lo que no está funcionando. En una palabra, el gran problema es la “desigualdad”, como le dice al reportero Albert Llimós el director del Centro de Información de Trabajadores Extranjeros (CITE) de CCOO, Carles Bertran. Desigualdad de oportunidades, concentración en sectores con bajos salarios, dificultades de acceso a la vivienda, desconfianza de una sociedad a la que le cuesta aceptar la diferencia.
¿Qué fenómenos sociales se convierten en debates a las puertas de unas elecciones y qué uso se hace políticamente? No cabe duda de que el debate sobre la inmigración se utilizará de forma interesada en los próximos meses, y rehuirlo solo da alas a la extrema derecha. Por cierto, para acabar con un dato: en Ripoll el porcentaje de población inmigrada es solo del 13,3%.