Leemos en el ARA que los dueños de pisos turísticos piden dinero a la Generalitat por la revocación de las licencias que les dan derecho a encapsular guiris, que gritan, migen y perbocan los restos de cocina mediterránea, no de proximidad, sino de extrema lejanía. La Generalitat les revoca las licencias precisamente porque la vida de los guiris impide la vida de los autóctonos. Poner música fuerte es una de las torturas a las que se someten algunos prisioneros, según denuncia el Tribunal de Derechos Humanos. Y, claro, los dueños del pesebre consideran que si se quedan sin licencias, es necesaria una compensación. ¿Compensación? La que me cuelga de... el alvéolo.

Podríamos llamarlo florentinear, de la práctica, en homenaje al gran Florentino Pérez (yo no le traduciría el nombre como a los santos ya los miembros de la realeza). Florentino invirtió dinero en el proyecto Castor, que era un depósito de gas faraónico ubicado en las costas catalanas. Como hubo varios terremotos y el proyecto se fue al garete, el Florentino cobró una indemnización “por haberlo hecho mal”. ¿Verdad que no salió bien y él no ganó el dinero esperado? Pues compéndalo.

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Es lo mismo. Los pisos turísticos son un desastre y no podíamos suponerlo. Entonces, compensa no a los vecinos, que han sufrido años de sordera, sino a los dueños de los pisos, que lo hicieron lo más mal posible. Supongo que esto valdrá, también, para las masías de turismo rural que aceptan “fiestas”, donde las celebraciones duran tres días, los chillidos ensordan incluso los jabalíes y las bolsas de basura salen volando por las ventanas del siglo XVII por ir a aterrizar sobre la cabeza de cualquier expoliador de lentisco (que, sí, ya han llegado, también). La banca siempre gana.