Galiza y la memoria histórica
El 17 de agosto de 1936 Alexandre Bóveda, según Castelao el motor y el corazón del nacionalismo, era asesinado en La Caeira, tras una farsa de juicio que le condenó a morir por “traición a la patria”. El 12 de agosto de 1975 la policía franquista asesina en Ferrol, con tres disparos en la espalda, al militante nacionalista Moncho Reboiras. Hace pocos días el Gobierno declaraba “ilegítima y nula” la pena de muerte dictada contra el vigués Humberto Baena, ejecutado el 27 de septiembre de 1975. Son tres fechas, tres personas de las miles que podríamos mencionar. En Galiza, en donde en 1936 no hubo un frente de batalla, pero sí una guerra feroz que atenazó el país y a sus gentes con una represión brutal, exilio, hambre, miseria y muerte, fuimos capaces de mantener una guerrilla —que no maquis— antifranquista hasta bien entrados los años 1960 (Jose Castro Veiga, considerado el último guerrillero muerto en combate, fue asesinado el 10 de marzo de 1965).
Este país que algunos piensan (quieren) sumiso, dócil, subordinado y de derechas, fue capaz de frenar agresiones como el establecimiento de una central nuclear en Xove en 1979; de levantar un Nunca Mais en el año 2002; de mantener un idioma y una cultura propias durante siglos, desde la época de la “Doma y Castración” de aquellos reyes castellanos.
Somos capaces de reconocernos en nuestras victorias y también en nuestras derrotas. Nuestra historia es la historia de una nación sin estado, exactamente igual que Euskadi o Catalunya (por más que Tarradellas nunca nos considerara a su mismo nivel) con fuerza, vigor y ánimo para seguir luchando por nuestra dignidad como pueblo, por nuestra cultura, nuestra economía, nuestros recursos, nuestro idioma. En definitiva, por nuestra libertad, por la igualdad, la paz y el progreso de nuestra nación y del resto de las naciones. El nacionalismo de izquierda organizado política, social, cultural y sindicalmente existe en Galiza, honra a sus mártires y resiste al caciquismo, al españolismo, a la derecha, incluso, a la extrema derecha cuyo único representante institucional en Galicia era una concejal de VOX en el Ayuntamiento de Avión (Ourense) que recientemente abandonó esa formación para incluirse en el grupo de los no adscritos.
Es cierto que la lucha es desigual, que debemos dar la batalla a una derecha que, aunque historicamente incorporó (y, de algún modo, neutralizó) sensibilidades más extremas, consiguiendo aún así dotarse de un cierto barniz “galleguista”, actualmente entró en una deriva de ciego seguidismo centralista. Una derecha que ha hecho una aceptación incuestionable de políticas intolerantes, sectarias o discriminatorias que, espero, no obtengan el refrendo de un pueblo orgulloso de sí mismo, tolerante con lo diferente, acostumbrado a emigrar y, consecuentemente respetuoso con otros pueblos.
Este 17 de Agosto, Dia da Galiza Mártir, rendiremos, una vez más, homenaje a todos y a todas las que fueron, cuya memoria tendremos siempre presente porque constituyen la base de lo que hoy somos. Hablemos, sí, de Catalunya y de Euskadi, del Onze de Setembre y del Aberri Eguna, pero no cometamos el error, demasiado frecuente, de olvidar en ese recuento a Galiza y sus días de memoria.