García Albiol, Garriga y Orriols
Hoy, que aún valoramos encuestas, suéltenme, un instante, al alcalde de Badalona, Xavier García Albiol, del PP, que hizo una sorprendente defensa del Pacto por la Lengua. Con la sagacidad política y el instinto que le caracterizan, no ignoraba, haciéndolo, que "sus" se le tirarían encima, y no ignoraba, tampoco, que no recibiría ninguna alabanza por parte de los demás. Utilizando la lengua catalana como la han utilizado otros colegas suyos, de forma "orgánica" y "natural", está devuelto –él solo, por supuesto– al PP de antes, el de los que en ningún momento ponían bastones en las ruedas a una lengua que hablaban con toda normalidad. El PP de los dirigentes que llevaban –en conozco casos– a los hijos en escuelas catalanistas, donde la lengua vehicular se daba por supuesta y lo que importaba eran las materias. ¿Qué pensará (en el fondo, digo) Dolors Montserrat?
Para el PP de Madrid, el PP catalán debe ser, sólo, una comparsa (y no demasiado lucida). Alejandro Fernández –otro político fino– lo sabe demasiado bien. Entiendo esta frase, calculada e impensada, como la del otro día de Ignacio Garriga, el líder de Vox, que decía que quería ver cómo sus hijos bailaban sardanas (sí, sardanas; deben ser los únicos niños de Catalunya que lo hacen) sin que "fueran sustituidas por la fiesta del cordero". Declaraciones como estas –que por otra parte en un lugar como Galicia o País Vasco son normales en los del PP– están aquí obra y gracia de un nuevo actor en la comedia de enredos de la política nostrada: Aliança Catalana.
Con la irrupción, que ya se preveía hace días exitosa, de Aliança Catalana, los partidos de derecha, izquierda y centro deben elegir qué bebida están en la carta de cócteles. La que triunfa es esa. Copíamosla, pero que no se note. No la hagamos más floja, que se diluirá. No la hagamos más fuerte, que nos emborracharemos. Quienes han elegido hacerla sin alcohol están viendo cómo la gente cambia de bar.