Hollywood es Cataluña
En la vida, y en el más allá, todo cuesta mucho. ¡Es carísimo! Sobre todo el plato de setas con cebolleta y virutas de esperanza. Por eso, hemos tardado 93 años en que se haga realidad un sueño. Lo tuvo un hombre que servía al futuro presidente Francesc Macià: Josep Carner-Ribalta. En agosto de 1931 regresa a Cataluña desde Estados Unidos para crear “Un Hollywood en Cataluña”. No salió adelante, pero otro presidente, Carles Puigdemont, sí.
No hay ningún guión que supere la historia de Catalunya. Es un guión en tiempo real. Y vivimos en un montaje en paralelo continuo. Lo vimos el pasado jueves, pero lo vemos en 3D y Dolby Surround desde hace años. Cataluña es ya un nuevo género audiovisual. Es de una innovación total. Somos una start-up. Cataluña es también un videojuego. No somos una nación: somos una gamificación. Puigdemont (y no sólo él) es un prime time, un contenido 360, un ser transmedia. Un personaje en un fuera de campo permanente. Esto es Hollywood, niños.
Claro, para qué sirve todo esto, se preguntan los espectadores de palomitas antagónicas, avinagradas o azucaradas. Que se acabe la peli ya dicen unos, que no se acabe nunca dicen otros. Y suma los que no les gustan las pelis, los que a pesar de tener ojos siempre llevan gafas de sombra o una merluza viviendo en la cara. Ya hemos dicho que todo es complejo y carísimo. Pero si utilizamos los silogismos del Barrio Sésamo de la realidad hay manta cosas de oferta: si todo esto no tiene importancia, ¿por qué se le da tanta importancia, especialmente los que no deberían darle importancia? Ei, es una pregunta. Más.
Si Puigdemont ha tenido “un comportamiento impropio”, ¿qué comportamiento tiene España? Con los catalanes, con la Generalitat, con los Mossos... Y cuál era el comportamiento de diputados en el hemiciclo, durante el pleno de investidura, mintiendo sobre la lengua catalana, la inmigración, el país... ¡Todo! ¿Debemos tener miedo los ciudadanos del comportamiento no policial, no profesional y sólo político de jefes de Mossos en una rueda de prensa? Miedo, niños, miedo. ¿Qué estropea más las instituciones, el país? ¿No le destroza el Estatut votado y no respetado? ¿Ahostear a la gente para votar? ¿El 155? ¿El estado nacional-judicial persiguiendo mariposas incluso para sobrevolar cielo catalán? Podríamos seguir en esta nación serialización que somos. That's all folks, decían al final de los dibujos. Esto acaba... o no.
Catalunya ya tiene el 133 presidente de la Generalitat: Salvador Illa Roca. Desde 1359 con Berenguer de Cruïlles tenemos presidente. Pero estamos desde antes: creando el nuestro Choque-Juego de truenos universal y libre con el nacimiento de la Confederación que hoy se nos niega. Y después con el zapato y la alpargata como espada y escudo. No hay país que tenga semejante guión existencial. Existimos antes de Hollywood, de Estados Unidos. Cuando el periodista ruso Ilya Ehrenburg viajó a Hollywood en 1931 le bautizó como “fábrica de sueños”. En Carner-Ribalta, el “sueño” catalán de 1931 le llevó al exilio en Estados Unidos, donde está enterrado. De Companys a Puigdemont, ideológica y temporalmente lejanos; ahora bien… los dos perseguidos. Por catalanes, no lo olviden.
Se nos niega lo que somos, por eso somos. Ahora no somos un estado. Tampoco somos una nación. Sólo podemos ser una explicación para volver a ser nación, estado. Ya no se puede trabajar para el presente. Sólo se puede trabajar para personas que nos obligan a mirar hacia abajo: los niños. Ellos y sólo ellos son el futuro, el sueño. A ellos debemos contárselo todo. Por eso no quieren que contemos. Explicamos, explicamos, explicamos. El Proceso, como Hollywood, no es un sueño real, es hacer de la realidad el sueño. Esta historia tiene un inicio: los niños-protagonistas nada más nacer ya preguntan: ¿qué ocurre aquí? Así comienza, de nuevo, todo.