Huevos y sueldos
En la tele, y debido a la gripe aviar, hablan del precio de los huevos, que sube. Un granjero explica que "hay modas" y que "ahora" los consumidores se fijan en la numeración que llevan los paquetes de huevos, que van del 0 al 3. Los 0 son de gallinas criadas a la manera ecológica (comen pienso ecológico y no toman antibióticos); los 1 son de gallinas que viven al aire libre, a labrador, pero el pienso que comen no es ecológico y sí toman antibióticos; los 2 son de gallinas criadas en el suelo, pero con movilidad reducida; las que ponen los 3 son criadas en jaulas.
Cualquier persona que haya visto las gallinas en jaulas sabrá de qué hablo. Las gallinas, por esas cosas del comportamiento animal, para hacer el huevo necesitan esconderse. En una jaula de hierro no tienen ponedoras y lo que hacen –y la visión hace sufrir– es esconderse unas debajo de otras. Las patas se les hieren por el enrejado que les hace de "tierra". Por fuerza, un huevo así producido no tiene el mismo gusto que el huevo de una gallina que ha podido picosear lo que ha querido, libre y feliz. Cuando hace unos días, en unas jornadas sobre pequeños productores, en el Fòrum Gastronòmic, los campesinos de Can Soler de N'Hug nos dejaban degustar el cordero que hacen, entendimos que una vida y una muerte dignas, sin estrés, hacen que la carne sea mucho más sabrosa.
Tenemos la comida que queremos al alcance de la mano, liofilizada, troceada y envasada para que no tengamos que perder el tiempo. Disfrutamos de las comidas y cenas de fin de semana, las colgamos en Instagram y hacemos muecas exageradas de placer cuando probamos una cucharada de lo que sea. Pero hemos convertido los desayunos, almuerzos, meriendas y cenas de cada día en trámites penosos sin zumo ni brezo. Ir de compras nunca había tenido tan poca importancia. ¿Quién tiene tiempo y ganas de mirar la importancia extrema del número de huevos?