Como siempre que comienzas leyendo un artículo académico, acabas leyendo si se han agotado las pashminas negros como la de Leticia. En mi caso, leía sobre el informe PISA y he terminado en la fiesta de la princesa española, Leonor, que se ve que fue a un –nada español– pub irlandés. Dirá que una adolescente no debe elegir el ocio en función del negocio, y que es terrorífico que los padres sepan qué haces por la prensa, pero su caso es diferente, porque cobra, como en realinfluencer, de todos nosotros.
Esta chica, la heredera al trono, no tiene la posibilidad, de todos los demás adolescentes, de engañar a los padres y decir que han estado pintando las uñas en casa de la Pituca. Se sabe que ha estado en un pub irlandés. Y, por tanto, los padres pueden leer, en el¡Hola!, que "no bebió alcohol, sino un refresco". En fin, tengo una gran amiga en la política –a la que saludo desde aquí– que simula beber cava en una copa para evitar las fotos comprometedoras. Al parecer, “tras agotar la conversación en el pub, sobre las once de la noche, el grupo pasó por un local de la cadena McDonald's”.
Un adolescente puede empezar la vida restaurante con el McDonald's. Por su precio son unas hamburguesas maravillosas, al igual que Don Simon es un vino de una relación calidad precio increíble. En la adolescencia el sexo es rápido, el porno es mejor que la sensualidad, es mejor un Piloto que una pluma. Después, te haces mayor. Comprendes la idea de lo que es “una experiencia”. Piensas que es mejor ir una vez en El Celler de Can Roca que doscientos en el McDonald's. Que el precio caro es el de la pizza. Que quizás vale la pena probar vino.
El vino, como los libros, no es para todos. Es para los tocados del ala. Yo pienso mucho en esa madre que es la reina de España, porque entiendo que el amor al marido –al que representa– ha pasado, y que lo único incombustible, inmaterial, loca, trascendente es el amor a los hijos. Puedo entender, y sé, que ella no aprueba esta academia militar, por Dios.
