Estos días corren un documental y un libro con historias de dos personas que nada tienen que ver, salvo que están unidas por un mismo y doloroso accidente biográfico como es la muerte de un hijo. Lo explican Luis Enrique en Movistar (No tiene ni **** idea) y Francesc Torralba en No hay palabras (Ahora Libros).
La idea de la muerte de un hijo provoca un vértigo tan grande que es un abismo en el que no queremos asomarse ni como hipótesis de conversación, y por eso lo despachamos con un “no me lo puedo imaginar” o uno aún más sincero “no quiero ni imaginarlo”.
Las respuestas de Luis Enrique y Francesc Torralba tienen la verdad de quien ha tenido que enfrentarse al hecho y no a una hipótesis y, por tanto, merecen ser sentidas, leídas y meditadas sin prisas. El entrenador del PSG dice sentirse afortunado de haber tenido a su hija durante nueve años y que está presente espiritualmente, y Torralba dijo a Albert Om: “Yo no me he muerto. Me acuerdo de mí mismo que estoy vivo y es un recordatorio que tenemos que tener todos muy presente. Hay un montón de proyectos por hacer, gente por amar, gente que nos necesita”.
Decía Joan Margarit que la ciencia había inventado el termostato para cuando tenemos frío, y se preguntaba qué preparación llevamos en la mochila para cuando la vida nos deja helados. ¿Qué tipo de preparación hay para una muerte antes de tiempo? De Luis Enrique sabemos que es un tipo de roca psicológica y de Torralba que es filósofo y teólogo y, sin embargo, seguro que antes de poder expresarse en público han necesitado tiempo y muchas lágrimas. Y ahora, pasado un tiempo, están aquí ambos, recordándonos que deberíamos vivir con agradecimiento sin necesidad de tener que pasar por una tragedia.
