Netanyahu y su gobierno ultra
El próximo lunes hará un año de la masacre perpetrada por Hamás, con 1.400 muertos, y del inicio de la respuesta de Israel, con un genocidio en Palestina que ya ha causado cerca de 42.000 muertos y que sigue en curso. Recientemente, Israel ha reabierto también en el Líbano la guerra contra Hezbollah, y en el momento de escribir esto ha causado en pocos días la muerte de más de setecientas personas, así como la fuga de decenas de miles. Este fin de semana, Netanyahu ha celebrado como una gran victoria la muerte de Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah.
El día 1 de noviembre hará dos años que Benjamin Netanyahu ganó las elecciones a la Knesset y formó gobierno con una alianza de su partido, el Likud, y cinco partidos ultraortodoxos y de extrema derecha. Es bueno recordar la composición de este gobierno, porque los focos mediáticos se centran –lógicamente– en el primer ministro, un vividor de la alta política que ya había ocupado el cargo anterior una suma de quince años, en los períodos 1996-99 y 2009-21. Pasó un intervalo de un año como líder de la oposición, acosado por el juicio por corrupción, cohecho, fraude y abuso de confianza que lleva años logrando posponer.
El Likud fue fundado en 1973 por Menahem Begin, que como primer ministro negoció los acuerdos de paz de Camp David, por lo que fue galardonado con el Nobel de la paz. La evolución del partido fue hacia posiciones cada vez más populistas y belicistas (el derecho de Israel a defenderse hace tiempo que se ha degradado en una retórica cínica y demagoga). De sus socios de gobierno, dos son los partidos religiosos tradicionales (el Shas y Judaísmo Unido de la Torá, integristas). Los otros tres son partidos de extrema derecha conocidos por sus posiciones racistas, con discursos de odio que justifican el genocidio. Se trata del Noam (ultraconservador, tiene por bandera el odio contra el colectivo LGBTIQ), el Otzma Yehudit (de extrema derecha y sionista) y el Partido del Sionismo Religioso, que propugna el supremacismo judío. El líder de Poder Judío, Itamar Ben Gvir, es el actual ministro de Seguridad Nacional de Israel, conocido por sus comportamientos y declaraciones incendiarios, y por una politización exagerada de los cuerpos policiales israelíes. El jefe de filas de Sionismo Religioso, Bezalel Smotrich, es el ministro de Finanzas y destaca por su fanatismo. El pasado agosto fue descrito por el portavoz del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, John Kirby, como un peligro para los rehenes retenidos por Hamás, debido a su continua obstrucción a las negociaciones para un alto el fuego en Gaza (que serviría también, o habría servido, para desescalar la tensión en el Líbano con Hezbollah).
Para muchos, este es el gobierno más a la extrema derecha que ha tenido Israel desde 1948, cuando fue fundado. Con el mantra de ser los defensores de la democracia y los valores occidentales en Oriente Medio, el gobierno de Israel se ha convertido en un emblema del hard power y la ola militarista y autoritaria que recorre el mundo. En particular, el Likud envía una imagen desde el futuro para los partidos liberales occidentales que se dejan arrastrar por la retórica y consignas de la extrema derecha.