El permiso de la regla y la regla del permiso
Leo que la nueva ley del aborto podría incluir una “baja menstrual”. No sé qué tiene que ver el aborto con la regla, y por qué se tendría que hablar de esto en una ley del aborto, pero seguro que los que se dedican a ello y lo han redactado, sí. Escribo este artículo recordando los dolores terribles que tuve de adolescente con la cuestión, la regla, que nuestras madres, con razón, denominaban “la mala semana”. Recuerdo una vez, yo debía de tener diecisiete años, que, en medio de la calle, empecé a encontrarme mal. Pálida, pedí, en un bar, que me dejaran ir al lavabo, que tenía ganas de vomitar. Lo hice, y me quedé allí, en el suelo, incapaz de moverme. Los dueños, pobres, llamaron a la policía porque se pensaron que era yonqui y me había pinchado. Me llevaron al hospital de Granollers. Allí, en cuanto me dieron un calmante que me hizo ver la gloria, me dijeron que cuando me casara, me pasaría. Querían decir, supongo, cuando tuviera relaciones sexuales. Lo que me pasaba (nunca me llevaron al médico) no era, ni puede ser, normal. La regla puede molestar, pero no tiene que provocar un dolor que te impida hacer la vida (laboral o escolar). De más mayor ya he sabido qué pasaba. No sé si se habría podido hacer algo, entonces. Pero las molestias leves de la regla (las que, efectivamente, tuve después de casada) no son incapacitantes. La regla no es una enfermedad. Si se ha convertido en una, se tiene que tratar.
Creo que la solución, de verdad, es que las chicas y las mujeres que lo sufren puedan ir a médicos especialistas, para que la regla no impida nada. Si no es así, una vez más, las autónomas, las que pagan 400 euros para poder trabajar, las que hacen de recaudadoras del IVA, las que no se pueden desgravar ni un menú, se quedan con el culo (y la compresa) al aire.