El PSOE ante las críticas de Iglesias a la democracia española
BarcelonaLas declaraciones de Pablo Iglesias al diario ARA afirmando que el hecho de que los dirigentes de los dos partidos que gobiernan Catalunya estén el uno en la cárcel y el otro en el exilio demuestra que en España "no hay una situación de plena normalidad política y democrática" ha provocado una auténtica tormenta política en Madrid. La derecha ha salido a pedir la dimisión inmediata del vicepresidente del gobierno español por, en su opinión, alinearse con Rusia en sus críticas a la democracia española. Pero también en el PSOE las palabras de Iglesias han provocado un profundo malestar, pese a los intentos de la ministra portavoz, María Jesús Montero, de quitarle hierro a la polémica.
Lo cierto es que la polémica llega en un momento de alta tensión entre los dos socios de gobierno, que se enfrentan en las urnas en Catalunya y que en las últimas semanas han abierto diferentes frentes alrededor de la ley trans, la de vivienda y ahora la reforma del Código Penal para proteger la libertad de opinión de los artistas a raíz del caso Pablo Hasél. También es cierto que el hecho de que el caso de los presos catalanes sea utilizado por la diplomacia rusa contra la UE y para humillar públicamente a Josep Borrell ha molestado especialmente en Madrid, donde consideran que el vicepresidente ha sido desleal.
Pero más allá del contexto electoral, vale la pena pararse un momento en el fondo de la cuestión que planteaba Iglesias en la entrevista con el ARA, y que afecta a la salud de la democracia española. Porque la cuestión no es solo que los líderes de los dos partidos que gobiernan Catalunya estén en prisión o en Waterloo, sino que uno de ellos, Oriol Junqueras, preside la formación que posibilitó la investidura de Pedro Sánchez en enero del 2020 y que es el principal socio del ejecutivo.
Fue el PSOE el que aceptó negociar con ERC, en lo que era una aceptación tácita que consideraban injusta la condena de los dirigentes independentistas, puesto que nadie negociaría con golpistas o sediciosos, y el que asumió que había un "conflicto político" entre Catalunya y España. Lo que no puede pretender el PSOE es aceptar los votos de Junqueras y tener el gobierno gracias al apoyo independentista, y después hacer ver que la situación que se vive es de normalidad política. Pues no lo es, como bien dijo el líder de Podemos, la situación es completamente excepcional, y cuanto antes lo asuman y tomen medidas para que el conflicto deje de estar en manos de los jueces y pase a la política, mejor.
Mientras tanto, la imagen exterior de España continuará estando manchada y será aprovechada por países autoritarios como Rusia para justificar sus propios abusos. ¿O puede explicar la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, cuántos gobiernos de la lista del ranking de calidad democrática apoyan su estabilidad en un dirigente encarcelado por motivos políticos? La respuesta es muy sencilla: ninguno.
Hay que subrayar la valentía de Iglesias a la hora de señalar las debilidades de la democracia española. Pero también tiene que saber que en el futuro no se lo valorará por el que dijo en una entrevista, sino por los cambios de fondo que sea capaz de introducir.