La salud mundial tiene voz de mujer
Este diciembre, la Beca Bada del Colegio de Médicos de Barcelona me ha permitido mirar la sanidad desde dentro de un país africano, sin prisas (pole pole, que dirían en suajili). No ha sido sólo una estancia formativa. Diría que he entrado en una red invisible de médicos, enfermeras, gestoras e investigadoras que no sólo curan, sino que dibujan, con lápices de colores, el mapa de los sistemas de salud del futuro. Mujeres de primera línea que no piden permiso para liderar y mujeres desde oficinas abiertas de salud pública donde las decisiones salvan vidas antes de que las ambulancias arranquen. Potentes, en mayúsculas, ya menudo exhaustas, en silencio. Y, tal vez por eso, leyendo el informe de Women in Global Health La gran renuncia: por qué las profesionales de la salud lo dejan me he atragantado con el café (por cierto, keniano y buenísimo).
El informe, que pese a tener un par de años sigue vigente, me ha hecho ver las dos caras de una misma moneda. Por un lado, estas mujeres que he conocido, referentes que se mantienen firmes. Por otro lado, una tendencia global preocupante, dado que cientos de miles de profesionales dejan la profesión o emigran, exhaustas por un sistema que no las sostiene.
Las mujeres representan el 70% de la fuerza laboral sanitaria mundial, pero ocupan a menos de un 25% de los cargos de liderazgo. Son mayoría diagnosticando y curando pero minoría decidiendo. Y este desequilibrio tiene consecuencias, ya que cuando quien toma las decisiones no es sensible a la precariedad sobre el terreno, las soluciones se agotan. Porque curar en sistemas rotos, con sueldos que no reflejan la carga emocional y estructuras en las que el techo de cristal es más denso que el hormigón, tiene un precio invisible, que es la pérdida de las profesionales más valiosas.
Ya antes de la pandemia de Covid-19 se alertaba de la falta de profesionales de la salud en todo el mundo, y especialmente en países de renta baja y media. Con la "gran renuncia" de profesionales, esta carencia ya diagnosticada se ensancha y, además, se complica con la "gran migración" de la que alerta el informe. Profesionales que se marchan a otros países buscando mejores condiciones. Así pues, la renuncia de profesionales agrava la situación en los sistemas de salud de renta alta y desangra los sistemas de renta baja y media.
Más allá de formar nuevos profesionales, el reto es retener ese talento. No con medallas, sino con estructuras que respondan. Y esto nos beneficia a todo el mundo. Una sanidad equitativa, con voces femeninas a todos los niveles, tiene más probabilidades de ser una sanidad más resiliente, más sensible y más sostenible. En definitiva, actúa en pro de sistemas de salud más fuertes y avanzados. Las mujeres que he conocido este diciembre no se marchan: se quedan por construir. Y necesitan aliados institucionales, no aplausos. El futuro de la salud no se salvará sólo con cifras, se salvará con personas que, como ellas, deciden que es posible otra forma de hacer las cosas. Y lo hacen. Y esto, más que ningún diagnóstico, es lo que me hace optimista.