El Tinder halal

Como hubo alerta y hoy teletrabajaba, la guionista de humor ha visto en la tele que el nuevo alcalde de Nueva York, Zohran Mamdani, será el primer musulmán que gobierne la ciudad. Se mira las letras, amarillas, con ribetes rojos, tan de Pulp Fiction, que han servido para dar a conocer su nombre en la campaña. Ahora, en el programa de Melero dicen que conoció a su mujer, una artista plástica con flequillo recto, en el "Tinder halal".

Tinder halal. Se sirve un café con una gotita de leche mientras piensa en ella. No sabía que hubiera un Tinder para musulmanes y no sabía que se llamara halal. Ostras. Charra y ríe, pensando en el chiste, pero sabe que no puede hacerlo. Tinder halal, bien pensado. Tienes derecho a la promiscuidad, dentro de un orden. Se pasa la mano por la frente y se sienta en el ordenador. No, no. No quedaría bien el chiste que tiene dentro y que debería sacar, porque ya se sabe que "lo malo, fuera del vientre". No puede hacerlo, pero... ¿Y si lo hace?

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Se levanta y se va al taquilla que le hace de despensa. Hay una bolsa de patatas fritas iniciada, tapada con una aguja de extender, y una lata de aceitunas. En la nevera tiene un ancestral para empezar. Son las 12, hora del vermut. Vierte el café en el fregadero. Saca la chapa de la botella y se sirve una copa. Pele una patata de la bolsa. Se lleva una aceituna en la boca y chupa para, ante todo, comerse el relleno.

Respira. Vuelve a sentarse en el ordenador. Ahora debe escribir, de la forma más elegante posible, que en el Tinder cristiano, uno, cuando tiene relaciones sexuales, utiliza esta expresión: "Te pondré mirando a Cuenca". Y que en el Tinder halal, con el mismo propósito, habría que decir: "Te pondré mirando a la Meca". Aborta un rotito y se echa a reír, feliz.