Toni Nadal y los que odian a España

Toni Nadal no suele hablar para agradar, ni para buscar la aprobación del auditorio, da igual que el auditorio sea su sobrino, un grupo de amigos en la sobremesa o el congreso del PP. De hecho, no tiene reparos a la hora de llevar la contraria porque se siente cómodo con el desacuerdo. Por eso dejó helados a los congresistas populares cuando dijo que la lengua que hablan en Mallorca es catalán, y que lo que los filólogos han unido a que no lo separen los separadores.

En cambio, le aplaudieron cuando dijo: "Resulta que las decisiones del país las dejamos en manos de gente que odia a España, es algo totalmente sorprendente". Que cada uno hable por él, pero la reciente y multitudinaria experiencia del Proceso permite concluir que el período 2010-2019 fue un acto de afirmación más que de negación, y fue tan educado que todavía duran las bromas del "ni un papel en el suelo". Por cada "puta España" que oiga, encontrará una cantidad exponencial de expresiones de catalanofobia, como las que a menudo, y sin ir más lejos, espeta a la presidenta popular madrileña, Isabel Díaz Ayuso. E ir por Europa como hace el PP a pedir que los estados no acepten el catalán como lengua oficial se parece bastante al odio, y en algunas personas, al autoodio.

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Nadal se refería a la influencia de los partidos independentistas en Sánchez. Pero resulta que esos partidos están ahí gracias a unos votos que valen tanto como los del señor Nadal, ante lo que hay dos salidas: preguntarse por qué hay tanta gente que quiere que España se vaya de su casa, o dejarla votar sin violencia policial para ver si se marcha o no. Nadal confunde odio con defensa (con menos armas, por cierto) de una identidad. Y cuenta, porque cuando en España hablan de odio no tienen freno. Recuerde el remedio de ese chat de militares retirados donde uno escribió: "Me encantaría fusilar a 26 millones de hijos de puta".