Viajar en Cercanías no puede ser una aventura

Los Cercanías de Renfe han sufrido durante dos días, y volverán a sufrir la semana que viene, una huelga de maquinistas con graves afectaciones para los usuarios debido al incumplimiento de los servicios mínimos. En Catalunya, depender del transporte de Cercanías para ir diariamente al trabajo o a estudiar continúa siendo una aventura. Ya lo era en época de los abuelos y de los padres, y lo es también para los hijos y los nietos. Hay cosas que no cambian. ¿Cambiarán algún día? El endémico déficit de inversión que ha sufrido Renfe en Catalunya ya forma parte de la tradición política española –tanto da quién gobierne– y de la cultura popular. Como mínimo tanto como la estructura radial de la red ferroviaria estatal, concebida, más que con voluntad de servicio o con afán de negocio, con visión política centralista, tal como ha estudiado Germà Bel. Hasta ahora nadie ha sido capaz de cambiarlo. Los anuncios de inversión al final nunca se cumplen. Esta semana mismo hemos conocido que Catalunya ha quedado a la cola de las comunidades autónomas en ejecución de la inversión prevista por el Estado durante el primer semestre del año: solo se ha gastado el 13,3% del previsto, y el mismo ministerio de Hacienda apunta a Adif –empresa estatal de infraestructuras ferroviarias– como la responsable.

No han faltado voces, en los últimos tiempos, que contrapusieran la poca inversión en Cercanías con la oferta de inversión en el aeropuerto. Son 1.700 millones que, por otro lado, al final tampoco llegarán. El debate sobre el olvido sistémico de los trenes de proximidad catalanes es una constante desde hace décadas. Como también lo es una reivindicación histórica la demanda catalana de traspaso del servicio. A ningún usuario se le escapa la diferencia abismal que hay entre el buen funcionamiento y la inversión constante en los Ferrocarriles de la Generalitat y la dejadez e ineficacia de Cercanías Renfe.

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Precisamente, lo que ahora ha dado pie a la huelga de maquinistas son los cantos de sirena que este colectivo ha oído sobre la posibilidad de que, ahora sí, se pudiera producir este traspaso en el contexto del nuevo marco de negociación entre el Estado y la Generalitat. Ojalá que sus miedos sean fundados, pero no hay que hacerse ilusiones. De momento, como siempre, la única realidad tangible que notan los usuarios catalanes es el empeoramiento del servicio. Porque la huelga, de ámbito estatal –con reivindicaciones salariales y de plantilla–, sobre todo se ha hecho notar aquí, donde los maquinistas no quieren oír a hablar de un traspaso que creen que podría eliminar la posibilidad de pedir traslados a otras zonas del Estado.

Nadie cuestiona su derecho a huelga, pero tratándose de un servicio público esencial, el cumplimiento de los servicios mínimos tendría que ser de seguimiento riguroso. Y esto no ha sido así. Los perjudicados son siempre los mismos: unos usuarios impotentes y el conjunto de la sociedad, por lo que supone de disfunción que tantas personas no puedan llegar a destino. Por otro lado, los mismos huelguistas, en lugar de estar a la defensiva, se tendrían que plantear seriamente si en realidad no les interesa un traspaso del servicio a la Generalitat y un compromiso real de inversión del Estado que sirvan para mejorar de verdad y de una vez por todas Cercanías. Seguro que ellos también acabarían saliendo beneficiados.