El día que Juan Carlos I trabajó (sin saberlo) por la autodeterminación de Catalunya

El Parlament conmemora el 50 aniversario del nacimiento de la Assemblea de Catalunya

BarcelonaEntraron con los asistentes a la primera misa de la mañana en la iglesia de Sant Agustí de Barcelona y salieron acompañando a los de la última de la tarde. Camuflaje idóneo el que se había preparado aquel domingo 7 de noviembre de 1971 para el nacimiento de la Assemblea de Catalunya, la plataforma que durante seis años agrupó partidos políticos, sindicados, movimientos sociales e intelectuales de todos los espectros ideológicos en la lucha antifranquista. Pero aquel camuflaje podría no haber sido suficiente. Unos meses atrás un intento similar en otra iglesia barcelonesa había acabado fracasando por la actuación policial. Aquel domingo, sin embargo, tenía que ser diferente y los promotores del encuentro en la iglesia de Sant Agustí tenían un triunfo en la mano. La policía franquista, siempre dispuesta a reprimir el movimiento democrático, tenía aquel día otros preocupaciones, entre ellas una muy especial: la protección del entonces príncipe Juan Carlos I. El 7 de noviembre no se había elegido al azar sino que se hizo coincidir la reunión fundacional de la Assamblea con una de las regatas náuticas de Juan Carlos en Barcelona.

El periodista Antoni Batista es uno de los cronistas más autorizados de aquella experiencia política y este viernes ha sido el primero en abrir boca en el acto de homenaje al 50 aniversario de la efeméride que se ha hecho en el Parlament. La del rey emérito es una de las historias que Batista narra en el libro La gran conspiració, del que es coautor junto con Josep Playà, y ante el cuadro de Antoni Tàpies que también recuerda el nacimiento de la Assamblea. Se han oído muchas más en la voz de los protagonistas directos.

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En una de estas historias Miquel Sellarès representaba la Associació de Veïns de la Sagrada Família dentro de la Assamblea. Era para tapar lo que realmente hacía: de enlace entre los partidos de izquierdas y Jordi Pujol, que "jugaba a dos bandas" –ha dicho él mismo– sin renunciar a hablar con los que tenían que ser el relevo de Franco cuando ya no estuviera.

Otra historia habla de cómo fue detenida Laura Tremosa en 1973 en la iglesia de Santa Maria Mitjancera de Barcelona. Ella fue una de las 113 personas detenidas aquel día en otra reunión clandestina de la Assamblea de Catalunya. No delatar a sus compañeros y mantenerse firme asegurando que habían estado discutiendo sobre una encíclica le costó una multa de 200.000 pesetas que, como no la quiso pagar, la dejó tres meses en prisión. Como era reincidente –"tocaba el claxon por la calle Balmes", decía el atestado policial– se presentó días después en la comisaría de Vía Laietana para que la volvieran a detener junto a decenas de "reincidentes". "Vuelvan a las tres y media que ahora no podemos", les respondió el policía que hacía guardia en la puerta.

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En casa de Joan Reventós en El Vendrell se hizo una de las muchas reuniones preparatorias de la Assamblea, ha recordado este viernes Joan Vallbé. Para Elisabet Mas, lo más relevante de todos aquellos encuentros era que "todo el mundo tenía derecho a hablar y a opinar de todo" y a menudo se conseguía el consenso o, un trofeo todavía más preciado, hacer cambiar de opinión a quien parecía tener las cosas muy claras.

Consenso y unidad

Mas fue una de las personas encargadas de hacer de puente entre el president de la Generalitat en el exilio, Josep Tarradellas, y la Assamblea de Catalunya. "No fue fácil, pero el exilio y el interior tenían que ir juntos. Hablo de hace 50 años...", ha destacado Batista, observando la similitud entre aquella época y la actual. No ha sido el único que ha puesto en valor la vigencia de los cuatro puntos fundacionales de la Assamblea (amnistía, derechos fundamentales, autodeterminación –Estatut– y unidad), que ha leído Maria Josep Arenós. Sellarès ha lamentado que hace cincuenta años sí que fueran capaces de definir una estrategia conjunta tradiciones políticas muy diferentes y ahora en cambio esto parece una quimera. También hoy en día, según él, no están las personas con "autoridad moral" que había entonces, como Pere Portabella, Antoni Gutiérrez Díaz y Josep Benet entre otros muchos. Cualquier tiempo pasado siempre fue mejor, que diría la sabiduría popular.

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Han cerrado el acto el síndic de greuges, Rafael Ribó, que, de hecho, era su promotor, y la presidenta del Parlament, Laura Borràs. Los dos han insistido en valores como la unidad y el consenso para hacer avanzar al país. "Ojalá hoy estuviéramos horas y horas, días y días, lo que hiciera falta para encontrar un consenso como hacíamos en la asamblea", ha dicho Ribó. ¿Sobre qué? Los cuatro puntos fundacionales de 1971 serían un buen punto de partida.