Análisis

El empate infinito y el bloqueo

Las elecciones de este domingo se presentan como un plebiscito interno dentro del independentismo

Gerard Pruna
y Gerard Pruna

BarcelonaAtrapada en un tipo de empate infinito desde que en 2015 las elecciones plebiscitarias desplazaron definitivamente el eje izquierda-derecha en favor del eje nacional, Catalunya vuelve a las urnas con los sondeos proyectando la sombra de una nueva igualada. Ni el previsible descenso destacado de la participación como consecuencia de la pandemia, ni el mal tiempo ni la desafección parece que serán capaces de deshacer el empate perenne en que se ha instalado la política catalana y que no solo afecta la disputa entre los diferentes bloques, sino ahora también a las diversas opciones que luchan por el liderazgo independentista.

Recapitulemos. La noche del 27 de septiembre de 2015 las urnas resolvían el plebiscito con una victoria para el independentismo en escaños –JxSí y la CUP conseguían 72– pero no en votos, puesto que la suma de las dos fuerzas llegaba al 47,8%. Un resultado que dibujaba dos bloques muy equilibrados pero que, después de superar la amenaza de bloqueo y de otro empate inesperado –el de la asamblea de la CUP sobre si investir o no a Artur Mas–, el independentismo interpretó como un aval para sacar adelante su hoja de ruta, reforzado el 1 de octubre de 2017 con la celebración del referéndum.

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También entonces el resultado del referéndum tuvo algo de empate, de conclusión no definitiva. A pesar del 90,2% del sí, la cifra de 2,3 millones de catalanes (el 43,4% del censo) que fueron a votar a pesar de las cargas policiales igualaba la del 9-N de tres años antes, y se hacía difícil de gestionar: no era una movilización tan masiva para salir adelante sin más y aplicar una DUI que, por otro lado, no se había preparado, pero tampoco un dato suficientemente bajo para interpretar que los catalanes se habían desmarcado del proyecto independentista que defendía entonces el Govern y que tenía que dar marcha atrás.

Los hechos de octubre, la aplicación del 155 y la llegada de la prisión y el exilio acabaron con Junts pel Sí y llevaron a unas elecciones de 2017 en que JxCat y ERC se presentaban otra vez por separado y competían por el liderazgo independentista. Aun así, lo hacían en estado de shock por las primeras consecuencias de la represión y sin haber podido hacer todavía la digestión de todo lo que había pasado. Con todo –y a pesar de que Ciudadanos se erigió como primera fuerza–, JxCat se impuso a ERC por solo 12.500 votos –y dos escaños de diferencia– y mantuvo el timón de la Generalitat después de otra investidura agónica con la CUP.

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El plebiscito interno

Ahora las urnas llegan lejos de aquel contexto emocional. La pandemia ha cambiado el debate y han pasado tres años en que los partidos independentistas han tenido tiempo de reflexionar y rehacer estrategias. Hasta el punto que, a pesar de que continúa sobre la mesa el reto de superar por primera vez el 50% de votos, las elecciones de hoy se presentan casi como un plebiscito interno. Como un duelo entre JxCat y ERC para saber cuál de las dos estrategias –la de la confrontación con el Estado y el flirteo unilateral o la de atenuar el choque y apostar por el diálogo mientras se acumulan fuerzas para intentar forzar el referéndum pactado– se impone la legislatura que viene.

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Las encuestas, de momento, también dibujan en este caso un resultado ajustado. Interpretarlo bien será una de las principales responsabilidades del independentismo a partir de este domingo por la noche, cuando ya hayan dejado atrás la campaña y los discursos maniqueos sobre pactos y reproches y se sepa el resultado de unas elecciones que puede ganar también el PSC. Si no, el empate infinito puede llevar al bloqueo.