¿Una estrategia compartida entre vascos y catalanes en Madrid?
Históricamente no han ido de la mano, a pesar de compartir muchos de los objetivos, pero la investidura de Sánchez ofrece una oportunidad de colaboración
BarcelonaLos partidos soberanistas catalanes y vascos tienen la llave de la investidura de Pedro Sánchez y ya han planteado sus condiciones. Desde Catalunya, y con el horizonte de la autodeterminación, el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont ha fijado la amnistía y la mediación como pasos previos para que Junts apoye a los socialistas. ERC también ha puesto la amnistía como "línea roja" y comparte con los junteros el objetivo de la autodeterminación. En la arena vasca las negociaciones son bastante distintas –y mucho más cómodas para el PSOE, aunque ya sabe que tendrá que pagar prenda–. Antes de la reunión de este viernes con Puigdemont en Waterloo, el PNV había propuesto, por boca del lehendakari, Íñigo Urkullu, una "convención constitucional" que permita el encaje de las naciones históricas del Estado –sin reformar la carta magna– en una España "plurinacional". El líder de Bildu, Arnaldo Otegi, le respondió que la propuesta de "encaje nacional" debe ser "conjunta" y no de un partido, pero que es necesario abordar las reivindicaciones nacionales. En el panorama actual hay tantos matices como partidos y una diferencia notable del contexto político de los territorios, ¿pero es posible una estrategia compartida entre vascos y catalanes?
Hasta ahora han ido a menudo por caminos separados a pesar de tener un objetivo común. El consenso era difícil antes del 2011 ante unas circunstancias muy marcadas por el terrorismo de ETA, pero también por el concierto económico del que disfrutan las instituciones vascas. El periodista experto en el conflicto vasco Antoni Batista, en su libro Catalunya i Euskadi: nació còncava i convexa (Angle Editorial), resumía la trayectoria de los soberanismos catalán y vasco con la metáfora que mientras que el Principado se caracterizaba por la concavidad –el pacto y el consenso–, Euskadi iba por la convexidad, por la situación conflictiva con el Estado con el terrorismo de ETA de por medio. "Ahora ha habido un cambio de paradigma total, y la concavidad y el pactismo es la estrategia de los vascos y la confrontación o convexidad la de los catalanes", asegura a este diario Batista, quien subraya que en el caso catalán siempre se ha tratado de un movimiento pacífico.
El final de ETA en el 2011 cambió el panorama de arriba abajo: Bildu ha abierto un nuevo ciclo apostando netamente por el pacto y ya ha sellado acuerdos electorales con ERC de coordinación y horizonte común. En cambio, el tradicional entendimiento entre el PNV y CiU ya no existe porque, como explica la politóloga Mariona Lladonosa, autora de varios libros sobre el nacionalismo catalán, se caracterizaba por participar en la gobernabilidad del Estado para poder recoger los frutos de acuerdo con pactos centrados en mejoras para sus territorios. Una estrategia de la que Junts, el heredero político más cercano al espacio de CiU, se ha distanciado, aunque tal y como explicó el ARA ha habido un deshielo de las relaciones entre ambas formaciones. Tanto Lladonosa como Batista destacan el cambio sustancial de alianzas de la izquierda aberzale, que tradicionalmente se entendía con la CUP, pero ahora ha apostado por centrarse en crecer.
Batista ya reflexionaba en el 2011 sobre la necesaria confluencia entre vascos y catalanes para exigir unidos sus aspiraciones nacionales en Madrid. "Un independentismo cordial, en el que unos y otros se convenzan de que la abrumadora lógica de que los independentistas deben estar unidos es previa al resto". La investidura de Sánchez puede ser una oportunidad en este sentido, pero, en todo caso, "la colaboración parlamentaria entre el independentismo catalán y el vasco [sobre todo ERC y Bildu] es la mayor desde la cooperación en la Segunda República entre el PNV y los republicanos para la ley de contratos de cultivo", y añade que el entendimiento entre el soberanismo "posibilista" es el más firme.
Puntos en común
La lista de desacuerdos históricos entre los partidos vascos y catalanes también es amplia. Van desde la aprobación de los presupuestos del gobierno estatal de Rajoy en 2017 y 2018 por parte del PNV, cuando el autogobierno catalán todavía estaba intervenido por el artículo 155, hasta el voto a favor de CiU en la ley de partidos 2002, que permitió ilegalizar a Batasuna, con un no rotundo de los nacionalistas vascos. Mientras, la izquierda aberzale y la catalana estaban separadas por el abismo de la violencia y con el duro golpe del atentado de Hipercor, en 1987, que las distanció incluso más. Sin embargo, el contexto actual puede ser propicio para una agenda nacional más compartida.
No obstante, hay un factor que puede complicarle la gobernabilidad a Sánchez aunque llegue a ser investido: necesita pactar con cuatro partidos que son rivales entre ellos en sus territorios. El PNV y Bildu, por un lado, y Junts y ERC, por otro, compiten por los votantes y por las instituciones de cada territorio y el PSOE tendrá que ir con cuidado para no menospreciar a ninguno de los actores. Esquerra, socio preferente la pasada legislatura, ya ha evidenciado su incomodidad en los últimos días. Ahora bien, Lladonosa dice que un escenario de repetición electoral puede no interesar a ninguno de los actores soberanistas, los que más sufren el efecto del voto útil en las generales.