El impresor de Elna que hizo siete millones de papeletas para el 1-O

"Es el trabajo más importante que he hecho en mi vida", dice Bruno Salvador, que se jubila este año

El hombre que más papeletas del 1-O tuvo en sus manos no votó en el referéndum. No lo podía hacer. "Todavía no tengo la doble nacionalidad", bromea Bruno Salvador en declaraciones al ARA. Él es el impresor de Elna, en la Catalunya Nord, que hizo casi siete millones de boletas electorales. La misma red que organizó la operación para llevar las urnas al Principat desde China fue quien contactó con él. Después de haber conseguido que las urnas ya estuvieran repartidas en diferentes almacenes a mediados de agosto, sus responsables no entendían cómo no se había hecho lo mismo con las papeletas. Básicamente porque esto suponía que se tendrían que distribuir durante la segunda quincena de septiembre con todo el operativo policial ya en marcha con el riesgo que implicaba. Los vareos policiales posteriores en diferentes almacenes les darían la razón.

Preventivamente y con el visto bueno de Estat Major, el órgano político que coordinaba el operativo, le encargaron a Salvador hacerlas. Y no pocas. "El 15 de septiembre un amigo me pide si puedo hacer seis millones de papeletas para el referéndum, que son por si acaso, por si interceptan las otras", explica. Es el plan B. El impresor no dudó por el encargo sino por la cantidad que tenía que imprimir. "Lo tenía que hacer, sí o sí, pero no tenía suficiente papel, el problema era técnico", señala Salvador, hijo de un exiliado republicano que huyó de Sant Joan de les Abadesses después de la Guerra Civil y que se casaría con la hija de una familia de campesinos de Saorra, en el Conflent, para acabar viviendo en Perpiñán ya toda la vida.

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Hasta entonces, Salvador solo había hecho pedidos de unas 10.000 o 15.000 papeletas para elecciones locales. "Encargué más papel y atrasé una semana el trabajo que estaba haciendo", admite el máximo responsable de esta pequeña imprenta de cinco trabajadores. Es el tiempo que tardaron en acabarlas: "Una semana grande y mi hermano y una buena pandilla de amigos también nos ayudaron. Empezábamos más pronto y acabábamos más tarde", explica sin esconder el orgullo que siente por aquel encargo: "Tengo 64 años y este año me jubilo, después 49 años trabajando en imprentas, y este es el trabajo más importante que he hecho en mi carrera". Las boletas no se quedaron ni un solo día en la imprenta y activistas de la Catalunya Nord, capitaneados por Marc (nombre ficticio), uno de los tres cerebros del operativo clandestino, las trajeron hacia el Principat (ver vídeo) porque ellos tenían menos opciones de ser parados en controles policiales.

Este pedido, que tuvo un coste de unos 10.000 euros después de ajustar el precio al máximo por solidaridad, no fue el único que recibió. Volverían a llamarle. En los dos únicos éxitos destacables de las fuerzas de seguridad españolas para parar el referéndum, el 20 septiembre, la Guardia Civil requisó 10 millones de papeletas en una nave de Bigues i Riells, propiedad del abogado y militante de ERC Pau Furriol, y el 28, 2 millones y medio más en Igualada en la empresa Palibex, que pertenece a uno de los dos socios de Events, que organiza los acontecimientos de Òmnium. Estas últimas son algunas de las que había hecho él. La llamada Operació Anubis dejó en una situación más que delicada la votación por el elemento que menos dificultades, a priori, comportaba. Los responsables del operativo se consolaban pensando que afortunadamente el día antes de que la Guardia Civil entrara en la nave de la capital de la Anoia se habían sacado la mitad. Pero hacían falta más, con lo que había no se podrían alcanzar todas las poblaciones.

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Una semana antes del referéndum, volvieron a encargar deprisa y corriendo un millón y medio más, pero él solo pudo hacer 800.000. "El resto las hizo otra imprenta de Perpiñán porque no tenía suficiente papel", revela Salvador, que asegura que una quincena de coches de Catalunya subieron entre jueves y viernes a recogerlas. "Una de las mujeres que subió en uno de los coches a recogerlas me prometió que me invitaría a una calçotada cuando fuéramos independientes", recuerda. Paralelamente, imprentas y copisterías de todo el país hicieron papeletas para asegurar que nadie se quedara sin poder votar.

Más allá de las papeletas, Salvador también imprimió unos 70.000 carteles del referéndum. "En agosto, el mismo amigo que me pidió si podía hacer las boletas me dijo si podía imprimir carteles porque las imprentas del sur estaban muy vigiladas y ya les habían requisado material", señala el impresor, que deja claro que en la Catalunya Nord podían trabajar con total tranquilidad: "No me daba miedo porque aquí no pasaba nada, la gendarmería no vigilaba los polígonos industriales". Casi cuatro años después del 1-O, que asegura que hizo crecer el sentimiento de catalanidad en la Catalunya Nord por la represión policial, confía que se pueda culminar el proceso de independencia. "Empezad vosotros que nosotros nos pondremos detrás", subraya antes de avisar que esta vez no cree que pueda contribuir de manera directa. "Se tendrán que dar prisa si quieren hacer otro referéndum, este año me jubilo", concluye socarrón.