Una maniobra catastrófica

SubdirectorLos periodistas solemos cometer el error de sobrevalorar a los políticos, de pensar que todo lo que hacen y sus consecuencias han sido pensadas al detalle, que todo responde a un plan perfectamente articulado. El caso de la moción de censura en Murcia cocinada por los equipos de Inés Arrimadas y Pedro Sánchez demuestra que muy a menudo las cosas pasan exactamente a la inversa de cómo se preveía, y que nadie, ni el gran Iván Redondo, anticipó el terremoto que estaba a punto de suceder. El PSOE y Cs pensaron que la noticia de Murcia sería una más y que no tendría repercusiones más allá, salvo alguna pataleta por parte del PP. Y el resultado ha sido catastrófico para sus intereses.

Es evidente que la gran damnificada de todo es Inés Arrimadas, que no podía ni imaginar que Murcia se convertiría en su tumba política, y quizás también en la de su partido. El golpe de estado ya está en marcha, y el sector de Cs más partidario de confluir con el PP (Cantó, Villacís, Marín...) acabará forzando más pronto que tarde su dimisión (podría ser mañana o al día siguiente de las elecciones madrileñas). Será un final especialmente triste y humillante para alguien que se marchó de Catalunya con la idea de conquistar Madrid y que ha acabado descabalgada e injuriada por un nacionalismo español que ella afirmaba que no existía. Pues sí existía, y lo tenía bien cerca (Juan Carlos Girauta, por ejemplo).

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Esta es una mala noticia para Pedro Sánchez, que queriendo fortalecer su relación con Cs para debilitar al PP lo que ha hecho es hacer implosionar al partido naranja. Los socialistas necesitaban a Arrimadas y sus diez diputados para abaratar el precio de sus socios de Podemos y ERC, pero el disparo les ha salido por la culata. El nuevo Cs ya no se acercará más al PSOE, y Sánchez, sin nadie a su derecha, solo podrá mirar a la izquierda. Buenas noticias para Iglesias y Rufián.

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Casado, atrapado

Pero es que la jugada ni siquiera beneficia a Pablo Casado, que ahora puede perder Madrid o, si Ayuso suma con Vox, ver cómo su futuro queda ligado indefectiblemente a la alianza con la extrema derecha. Cualquiera de los dos escenarios es muy inquietante, por eso resulta incomprensible que apoyara la decisión de Ayuso de avanzar las elecciones (si es que esto es verdad, porque la otra versión es que la presidenta madrileña le impuso la decisión y él no tuvo ni el coraje ni la fuerza para frenarla).

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La conclusión es que la falta de previsión de dos aprendices de brujo (Arrimadas y Sánchez), sumada a la debilidad y la indecisión de Casado, ha provocado una situación de la que los únicos que pueden salir beneficiados son Ayuso y Vox. Tiempo al tiempo.