¿De qué va en realidad el caso Koldo y qué busca el PP
MadridPara entender el caso Koldo debe hacerse el esfuerzo de situarse en el peor momento de la pandemia (marzo-abril de 2020) y en la situación dramática de desabastecimiento de mascarillas que existían. Era tan grave la falta de material que las autoridades no recomendaron (ni mucho menos hacer obligatorio) el uso de mascarillas hasta el 19 de mayo de 2020, dos meses después de decretar el estado de alarma y cuando creyeron que ya estaba garantizado su abastecimiento. En aquellos meses de locura en que las administraciones movilizaron a miles de millones para comprar material sanitario en China y se hicieron contratos por la vía de emergencia para ir más rápido, las empresas se encontraron con quien tenía un contacto en administración de alguna manera contaba con una ventaja competitiva.
Sin ir más lejos, el expresidente de la Generalitat Quim Torra explica en su libro Las horas graves como un grupo de empresarios se puso en contacto con su esposa para llevar material desde China. Y más tarde se sabría que el empresario Roger Parellada había ganado 24 millones en una operación que, pese a las dudas iniciales de la Oficina Antifrau, se consideró del todo legal. Koldo García es alguien que tiene una agenda amplia de contactos y que sabe que cuando habla con alguien, ese alguien entiende que lo hace en nombre del ministro José Luis Ábalos. Y brinda a unos amigos empresarios la posibilidad de ayudarles a conseguir contratos públicos a cambio de unas jugosas comisiones que, evidentemente, nunca pueden ser legales porque él es un cargo público, y no alguien que trabaja en el sector como por ejemplo el hermano de Isabel Díaz Ayuso, que se embolsó 230.000 euros en comisiones.
Tráfico de influencias
Así, si Torra o personas cercanas a él recibían propuestas de empresarios, lo mismo le ocurriría a Francina Armengol y el resto de presidentes autonómicos. Armengol no quiso revelar hoy quién fue la persona que le recomendó, a ella oa alguien de su gobierno, la empresa Soluciones de Gestión. ¿Por qué? Pues porque si lo revelase se abriría una especie de caja de Pandora, ya que entonces sería lícito preguntar por todas las propuestas que se hicieron llegar a cargos públicos por entonces y que, en otro contexto, podrían haberse considerado un delito de tráfico de influencias. Podemos asumir que en ese momento de máxima urgencia hubo tráfico de influencias a gran escala, en muchos casos para operaciones que salieron bien y eran desinteresadas para quien las ofrecía, y en otros no porque existían comisiones ilegales detrás.
Y ahora la segunda pregunta: ¿por qué el PP está jugando tan fuerte en un tema en el que también podría resultar salpicado? Para entenderlo es necesario situarse en la primera sesión de control después de las elecciones gallegas, el 21 de febrero. Ese día Pedro Sánchez sale en tromba ante Alberto Núñez Feijóo por haber dicho en una reunión con periodistas que estaba dispuesto a conceder un indulto a Carles Puigdemont "con condiciones" y que veía "difícil" probar el delito de terrorismo en la causa de Tsunami. Horas más tarde estallaba el caso Koldo, al que el PP se ha cogido como hierro al rojo vivo para evitar que se vuelva a hablar de las posiciones de Feijóo sobre Catalunya. En política es clave el control de la agenda mediática. Y el caso Koldo, y sobre todo la negativa de Ábalos a dimitir, tapó lo que era el gran tema antes del día 21: Catalunya y los cambios de posición de Feijóo.
De momento cabe decir que al PP la vieja estrategia del ventilador de basura le está saliendo bien porque con el caso Koldo ha neutralizado todo el malestar interno que existía con Feijóo. Y además ha vuelto a proyectar la imagen de que el gobierno Sánchez está terminado. Pero la realidad es terca, y si hay amnistía y presupuestos, el PP no podrá seguir inflando el globo del caso Koldo durante mucho tiempo más. Y entonces habrá que afrontar la gran pregunta que les atenaza: ¿es Feijóo el mejor candidato para las elecciones del 2027?