Vicepresidente Abascal
BarcelonaLas elecciones extremeñas han dejado dos conclusiones claras este domingo para el PP. La primera es que Alberto Núñez Feijóo tiene muchos números para ser el próximo presidente español. Y la segunda, y más inquietante para Génova, es que Santiago Abascal tiene los mismos números para ser vicepresidente. El resumen es que la izquierda retrocede, pero quien se beneficia no es el PP sino Vox, que recoge el voto más antisanchista y al mismo tiempo el voto más antisistema, el de los que se sienten olvidados y no quieren más tratamientos paliativos sino una enmienda a la totalidad.
Este voto cabreado se concentra en las zonas rurales y entre los más jóvenes, sobre todo chicos. Por eso quien debería temer más el resultado extremeño ahora mismo es el andaluz Juanma Moreno Bonilla, que en junio se jugará a todo o nada su mayoría absoluta. Y es que, sociológicamente, Extremadura es el territorio más parecido a Andalucía. En Aragón, que celebra elecciones el 8 de febrero, las encuestas pronostican un crecimiento de Vox similar al de Extremadura, con lo que dejarían a Jorge Azcón en la misma situación de debilidad que tiene ahora. Y en Castilla y León es impensable una mayoría absoluta de Alfonso Fernández Mañueco en las elecciones de marzo debido a la fragmentación de las Cortes y la pujanza de Vox. Por lo tanto, las elecciones más importantes serán las de Andalucía, porque si Moreno Bonilla pierde la mayoría y se ve obligado a pactar con Vox, Feijóo perderá también su principal referente político de cara a las generales.
Este parece ser el plan de Pedro Sánchez para intentar sobrevivir de nuevo. El PSOE no aspira a reconquistar ningún territorio, quizá con la excepción del País Valenciano, sino a explotar las contradicciones y tensiones que seguro habrá entre el PP y Vox. En su comparecencia de este lunes, Feijóo parecía resignado a aparecer en un mismo bloque junto a Vox. "Lo que han elegido el 60 por ciento de los extremeños es derribar el muro de Sánchez", ha dicho al sumar sus votos a los de la extrema derecha.
Rebaja de hostilidades
Es obvio, pues, que Abascal le ha ganado la partida a Feijóo, que pensaba justamente que la lección de la derrota del año 23 para el electorado conservador es que había que concentrar el voto en un solo partido, y es probable que a partir de ahora veamos cómo el PP se adapta a la nueva realidad y rebaja a las hostiles. Las conversaciones entre Feijóo y Abascal para la investidura del nuevo presidente valenciano apuntaban ya en esa dirección. La incógnita ahora es cómo quedarán los liderazgos como el de Guardiola, que hasta ahora hacían gala de cierta moderación y rechazo a la extrema derecha.
La otra gran incógnita de aquí a las elecciones generales es si Sánchez será otra vez capaz de movilizar a un electorado que emite señales claras de resignación ante la llegada de la extrema derecha al poder por primera vez desde el fin de la dictadura franquista. El 23-J de 2023 una alianza informal de las izquierdas españolas, el voto femenino y nacionalistas catalanes y vascos cerró el paso al bloque PP-Vox. Durante esa legislatura parecía que la ley de amnistía podía ser la tumba del PSOE, pero no ha sido así. Han sido los escándalos de corrupción y acoso sexual los que han minado la credibilidad de Pedro Sánchez y han ensuciado su legado.
Ahora mismo la única esperanza del PSOE es que Vox imponga su agenda ultra de un modo tan chapucero al PP que provoque una reacción en contra. Pero desgraciadamente para Sánchez, el tiempo político actual no es el del 2023 y la victoria de las derechas parece inevitable. Ahora bien, en política los accidentes existen, como sabe Zapatero. Y si alguien se parece a Rajoy es Feijóo.