Alberto 'Tito' Álvarez: “¿Cómo aguanto el taxi? Si yo te contara de dónde vengo...”
Taxista, portavoz de Élite Taxi
El primer invitado de L'última es Alberto Tito Álvarez (1976), líder desde hace una década de la lucha del taxi en Barcelona. Álvarez vive solo en un piso de 60 metros cuadrados en Nou Barris. Está separado y tiene a Jordi, un hijo de 16 años con el síndrome de Asperger. De barrio, del taxi y del Barça. Así se define. Con él empezamos una serie de conversaciones íntimas con personas conocidas, a partir de su reciente memoria, de las últimas cosas que han vivido, que les han pasado, que han sufrido o que han celebrado. Una forma como otra de asomarse en una vida que no es la nuestra. Pero podría serlo.
¿Qué es lo mejor que te ha pasado este verano?
— Hacer ejercicio, cuidarme. A las seis de la mañana ya estoy caminando, a las siete en el gimnasio ya las ocho, currando. Me lo he tomado con mucha disciplina, y funciona. Es que hace cinco años tuve que operarme del estómago. Me operaron de urgencia porque pesaba 152 kilos y me cogían mareos, me desmayaba... Una vez me recogieron de dentro de un párking y estuve grave. Todo esto es consecuencia del estrés de todas las movidas del taxi y preocupaciones diversas. Mi ámbito familiar, mi infancia, también han sido bastante complicados.
¿Por qué?
— Porque he vivido las drogas y el alcohol en casa. Yo también estuve mal, estuve muy enganchado a las drogas. A la cocaína. Y afortunadamente esto es otra cosa de la que logré salir hace dieciocho o veinte años, y hoy puedo decir con orgullo que puede salir adelante.
Llegaste a 152 kilos. La última vez que te has pesado, ¿qué marcaba?
— 112. Sí, y bajé hasta los 100 kilos, después de la operación. Pero no seguí. Me fui dejando. Pensaba que con la operación esto se acababa y empecé a engordarme hasta los 126. Y ahora he bajado 13 kilos y medio en prácticamente cinco semanas y me he dado cuenta de que operarme fue un error, y que con ejercicio y perseverancia se logra.
Veo que llevas un tatuaje en el antebrazo derecho con las siglas FCB, de Fútbol Club Barcelona. ¿Cuál es el último tatuaje que te has hecho?
— El escudo de Élite Taxi, con dos espadas cruzadas. Mis dos amores: Barça y Élite Taxi.
¿Cuál es la última vez que has conducido un taxi?
— A ver, yo no conduzco desde hace tres años. Es que no puedo. Desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche no paro. Conversaciones con políticos, funcionarios, trámites... Un día estoy en un ministerio hablando con un ministro y al día siguiente en el aeropuerto cazando piratas. Cuando llevábamos más o menos seis años con lo de la lucha yo perdía mucho tiempo, no podía ver a mi hijo, no nos pagaban horas, nada. Todo era a piñón. Y después tenía que trabajar cada tarde y parte de la noche y descansaba muy poco, y al final esto casi termina con mi vida. Es decir, la lucha del taxi casi termina con mi vida. Entonces hablé con la gente: "O defiendo el taxi o trabajo en el taxi, como todo el mundo". Ahora trabajo para una organización de autónomos llamada Uatae: soy el coordinador de aquí, de Cataluña, y para Élite Taxi y Taxi Project, que es otra asociación que creamos en el ámbito estatal, más profesionalizada.
¿Te gusta más el taxi o la calle?
— La calle. Me gusta el taxi, pero es que lo de la lucha lo llevo muy adentro.
¿Cuándo es la última vez que has hablado en catalán?
— Hace tiempo. Yo sé catalán, lo que ocurre es que cuando hablo catalán, la gente que no sabe catalán me pregunta que qué he dicho. Entonces hablo castellano, me entiende todo el mundo y me ahorro después las explicaciones. También mi madre era andaluza, mi padre asturiano, y en mi casa siempre se ha hablado castellano. Pero hablo catalán, soy catalán y me siento catalán.
¿Cuál es el último trabajo que hiciste antes de ser taxista?
— Gruista. Yo era lo que se llevaba los Cabify [ríe]. No, que entonces todavía no había. Gruista de grúas de seguros. Cuando se te avería un coche pues yo iba y te lo sacaba del parking. A mí me enviaban con las grúas pequeñas a sacar coches de párkings, barrancos o accidentes. Y antes había sido camarero, soldador, mensajero... Yo creo que esto es un reflejo de la sociedad, de cómo estamos, ¿no? Que son trabajos inestables, mal pagados, mucha precariedad… y por eso me creo el taxi. Mucha gente dice que somos unos privilegiados, igual que los estibadores, por ejemplo. Y yo creo que en ese mundo no hay privilegios. Son victorias de la lucha y que no debes dejar que te sometan. Porque el taxi, si miras el panorama general, es un trabajo muy digno. Mucha gente joven apuesta por el taxi, porque el taxi es rentable, es una buena profesión, y eso es lo que nosotros queremos también potenciar.
¿Tienes licencia, un taxi en propiedad?
— No. Yo soy afectado por la hipoteca, tengo un fondo buitre que va detrás de mí hace años porque me desahuciaron cuando tuve los problemas con las drogas, y cuando tuve que irme a un centro se quedaron con mi casa. A día de hoy tengo detrás a este fondo buitre. El Banco de Sabadell vendió un paquete de deudas a un fondo buitre llamado Axactor, y actualmente ya conozco a todos los abogados que me llaman por teléfono. Ya me saludan. Quieren que les pague 160.000€ por una casa que se han quedado y han vendido. Mi casa, el Banco Sabadell la vendió por 7.500 €. Pues que sigan esperando.
Tú te compraste un piso...
— Una casa en el Carmelo. Yo tuve una mala racha en mi vida y me enganché a las drogas. Y en esa época dejé de pagar la hipoteca. Esto le pasa a mucha gente, unos por unos motivos y otros por otros. Mi motivo fue éste y tuve que irme para curarme. Cuando volví ya no tenía casa. Bien, es así la vida.
El taxi te ha salvado.
— Bien, el taxi ha conseguido que yo encuentre el equilibrio en mi vida, pero al final es uno mismo. Y lo cuento orgulloso, igual que lo del ejercicio. Hay más de 60 taxistas que se han enganchado al gimnasio al ver que lo estoy haciendo yo, para colgar cuatro cosas en Instagram o en el estado del WhatsApp. Por eso hablaba antes de influir siempre en positivo. ¿Y lo de las drogas? Pues lo mismo. A veces doy charlas en algún centro. Me llaman para enseñar a la gente que esté mal que puede salir adelante. Y de eso se trata, de ayudar.
¿Cuándo es la última vez que has visto a tu hijo?
— Anteayer.
¿Qué hicieron juntos?
— Bien, él es un crack del ajedrez. Me gana siempre. Y te juro que no me dejo ganar. Al principio sí que me dejaba. Pero es un crack. Los niños Asperger todo se lo toman muy literalmente, les cuesta mucho socializar con otros niños, son muy inteligentes… Tienen como dos lados: les cuesta mucho, por ejemplo, avanzar en depende de qué materias en la escuela, y en otras no les cuesta nada. Por ejemplo, el mío en matemáticas o informática es como un Messi. Imagínate con el ambiente familiar que yo he tenido, eso de mi hijo, todas estas circunstancias… Mucha gente me pregunta: “¿Cómo aguantas el taxi?” y yo les digo: “¡Pues si yo te contara de dónde vengo...!”.
¿A quién votaste en las últimas elecciones?
— Yo nunca he dicho a quien he votado y seguiré haciéndolo así. Sí, nosotros pedimos el voto para Jaume Collboni para las municipales. Porque nosotros hicimos lo mismo anteriormente con los comunes y con Podemos lo hemos hecho también. Y sin desmerecer a nadie, porque es que a nosotros nos ha ayudado Junts, Esquerra, Podem… Miremos atrás y nos gusta premiar a quien se lo ha trabajado más, y no hay más que eso.
¿Qué quieres decir: que pediste el voto por Jaume Collboni pero quizás no votaste a Jaume Collboni?
— Lo dejo en el aire. No puedo responder todo. A ver, yo he votado a mucha gente diferente, a veces he votado uno, a veces he votado a otro. No soy independentista y he votado a la CUP, por ejemplo.
¿Recuerdas qué hiciste el último Onze de Setembre, el año pasado?
— Mi vida va tan rápido… Te lo juro que no me acuerdo. Debería hacer memoria, pero no me acuerdo. Yo, por ejemplo, los Onzes de Setembre nunca voy de manifestación, pero sí salí el 1 de octubre, y salí porque yo quería votar. Y voté que no. Pero quería votar y fue una vergüenza lo que sucedió. Es que se me ponen los pelos de punta, porque me acuerdo cómo nos sacaron de la escuela Víctor Català, en Nou Barris, y a mi vecina le abrieron la cabeza. Una vecina que tiene 80 años y pico. Es una puta vergüenza lo que hicieron. No sé si alguna vez habrá algún referéndum. Yo he hablado mucho de ello y creo que si no hay conflicto, conflicto fuerte, el Estado nunca dejará que haya una votación para la independencia de Catalunya. Para mí es prácticamente imposible. ¿Por qué se forman las guerras? Por cosas así. Entonces, si no hay movilización, pero debería ser algo muy bestia, el Estado no lo dejará.
Cambiando tema. ¿Quién es la última persona que ha muerto en tu familia?
— Mi madre. Hace algo más de año y medio y murió prácticamente en mis brazos de cáncer en el Hospital de Sant Pau, y creo que nunca la he llevado tan dentro cuando estaba en vida como ahora que no está. Me ha marcado muchísimo. Mucho. Porque te das cuenta de que vivir es urgente. Y mi madre se ha vaciado siempre por sus hijos, y sí creo que por los hijos hay que vaciarse, pero tampoco puedes descuidarte de vivir tú, que es un poco lo que me ha pasado a mí estos últimos años. Me he dejado el alma por el taxi, por Élite, por mi hijo... Ahora mi hijo tiene ya 16 años, mi padre está en una residencia, y siento la necesidad de vivir, porque he entregado mi vida a los otros y me he olvidado de mí. Lo que más me apetece ahora es vivir.
¿Recuerdas la última conversación con tu madre?
— Hablaba yo solo porque ella ya estaba muy mal. Recuerdo su último suspiro. Llamé a mi hermana, que trabaja en el Hospital de Sant Pau, y le dije: “Sube, que ya está”. Y bueno, sentí alivio porque estaba sufriendo. Ella se sentía muy orgullosa de mí porque, fíjate de dónde vengo, que era de la mierda, de tocar fondo, que ni mi familia me hablaba, y salí de ella. Y cuando ya me veía por la tele y se lo contaba todo… Hostia, que te diga tu madre que ha estado muy orgullosa... Buff, de eso me acuerdo mucho.
Completa la frase. Últimamente…
— Estoy de cachondeo. Es que últimamente soy muy feliz.
¿Te sabes alguna canción de El Último de la Fila?
— No. Trozos. La de San Fernando, que le cambio la letra: “Vamos un poquito en taxi y un poquito andando”, ja, ja, ja!
Diría que ésta ya es de Manolo García en solitario.
— ¿Pero Manolo García no era El Último de la Fila?
Las últimas palabras de la entrevista son tuyas para decir lo que quieras.
— Bien, pues no lo sé. Gracias, porque no me hacen demasiadas entrevistas así, porque tengo al personaje de Tito, el del taxi. Y el mensaje que quiero que llegue a la gente es que es muy triste el sitio hacia donde vamos. Donde las máquinas hacen el trabajo de las personas y las personas no sé lo que vamos a hacer. Porque es bonito ser imperfecto, equivocarte, recuperarte. Esto es la vida. Si todo lo hacen las máquinas y vas a una gasolinera y no hay nadie allí, y vas a un supermercado o te vas a unos grandes almacenes y no hay nadie... Y el dinero en efectivo quieren que desaparezca… Es un control absoluto de la gente, de las personas. Da mucho miedo. Nuestro mensaje va mucho más allá del taxi, es contra toda esa economía de plataforma, del falso progreso. Es muy peligroso.
Lo imaginaba llegando con una de sus camisetas reivindicativas, pero no. Viene con una camisa azul marino, con su nombre –Tito Álvarez– grabado en el cuello, por detrás. La lleva arremangada, por lo que se le pueden ver, en el antebrazo derecho, las siglas del Barça tatuadas: FCB. Al final de la conversación, le preguntamos si le podemos tomar una fotografía del torso desnudo para ver todos sus tatuajes. Se niega a medias. Se deja retratar sólo el brazo para mostrar el último 'tattoo' que se ha hecho, el escudo de Élite Taxi, al que ha añadido dos espadas cruzadas. Prueba el micrófono antes de empezar y no lo hace con el clásico “Uno, dos, uno, dos”, sino que nos regala una rima reivindicativamente consonante: “Bye, bye, Cabify”. Me abraza antes de marcharse: “Lo de la cocaína nunca lo había contado”.