Pandemia

Alargar el confinamiento durante un año en Barcelona habría aumentado un 10% los ictus e infartos

Un estudio concluye que la mejora de la calidad del aire y el ruido no compensaron el impacto en la salud de la caída de la actividad física

ARA
y ARA

BarcelonaEntre las (pocas) consecuencias positivas que dejó el confinamiento estricto de 2020 está el descenso de los niveles de contaminación y de ruido, pero estos beneficios no fueron suficientes para compensar el impacto en la salud de la bajada de la actividad física. Esta es una de las conclusiones de un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y publicado en Environmental Pollution, que ha comparado las consecuencias del confinamiento en tres ciudades que lo aplicaron con diferentes niveles de rigidez: Barcelona (confinamiento estricto), Estocolmo (medidas más laxas) y Viena (medidas intermedias).

Para cada una de las tres ciudades, los investigadores recopilaron o calcularon datos relativos a contaminación, ruido y actividad física de tres momentos diferentes: antes de la pandemia, durante el confinamiento y durante el periodo de desconfinamiento. Barcelona, con las medidas más estrictas, fue la ciudad donde los cambios fueron más pronunciados: durante el primer confinamiento, las concentraciones de dióxido de nitrógeno cayeron de media un 50%, los niveles de ruido se redujeron a unos 5 decibelios y la actividad física se hundió un 95%.

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Este último elemento es, según el estudio, el que más impacta sobre la salud. Se determina, de hecho, que, si el cierre estricto se hubiera alargado un año en Barcelona, habría habido un incremento del 10% de los casos de ictus y de infarto de miocardio. También habrían crecido un 8% y un 12% los diagnósticos de depresión y ansiedad. El informe destaca que prolongar un año el confinamiento también generaría un impacto negativo en la salud mental por el hecho de no poder disfrutar de áreas verdes.

El lado más positivo de los datos, el de la contaminación y el ruido, permite determinar que, si se hubiera sostenido durante todo un año la reducción en las concentraciones de NO2 registradas durante el primer confinamiento, se habrían prevenido un 5% de los infartos de miocardio, un 6% de los ictus y un 11% de los diagnósticos de depresión. El impacto que las mejoras en los niveles de ruido habrían tenido a largo plazo en Barcelona se estima en la prevención de un 4% de los infartos anuales de miocardio, un 7% de los ictus y un 4% de las depresiones diagnosticadas.

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Las otras ciudades

En el caso de Estocolmo, donde las medidas fueron mucho más laxas y sujetas, en último término, a la responsabilidad y el "sentido común" individuales, los niveles de NO2 cayeron un 9%, la media diaria de ruido se redujo a 2 dB (A) y la actividad física cayó un 42%. El estudio calcula que, a pesar de ser la ciudad analizada con el descenso más leve en los niveles de actividad física, alargar la situación de confinamiento durante un año habría producido incrementos del 3% en las incidencias respectivas de ictus  e infarto de miocardio, de un 2% en los diagnósticos de depresión y de un 3% en los casos de ansiedad.

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En Viena, que contó con unas medidas intermedias entre Barcelona y Estocolmo, la contaminación por NO2 cayó un 22% y la media diaria de ruido se redujo únicamente a 1 dB (A), mientras que la actividad física decreció un 76%. La reducción de la actividad física en Viena durante todo un año, a su vez, habría podido conducir a un aumento del 5% de la incidencia anual de ictus e infarto de miocardio, así como repuntes del 4% y del 7% en los diagnósticos de depresión y ansiedad, respectivamente, según este análisis.

"A pesar de las diferencias observadas en las tres ciudades, hay un patrón que se repite, y es que los beneficios de salud que derivarían de la mejora de la calidad del aire y del ruido no conseguirían compensar los efectos profundamente negativos de la caída en los niveles de actividad física", resume Sarah Koch, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio.