Alcarràs, el pueblo de Catalunya con casi 250.000 cerdos

Es el municipio con más macrogranjas, a pesar de que los ganaderos lo ven de otro modo

AlcarràsEn el restaurante Casa Miquel, situado a pie de carretera, en la entrada del pueblo, están aparcados un par de camiones de transporte de ganado a primera hora de la mañana. Están vacíos, no llevan ningún animal. Unos cuantos metros más allá, junto a una gasolinera, un gran letrero dice: “Báscula municipal”. Se trata de una plataforma enorme situada a ras del suelo, sobre la cual se colocan los camiones para saber su peso. Cuando llegas a Alcarràs, estas son las dos únicas pistas de que este pequeño pueblo del Segrià es el que produce más cerdos de todo Catalunya. No ves cerdos por ninguna parte y, sorprendentemente, tampoco apesta a tocino –como denominan aquí a los cerdos–, aunque también es cierto que estos días en Alcarràs hace un frío que pela: las temperaturas apenas superan los cinco grados durante el día.

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Alcarràs es el segundo municipio de Europa con más animales de granja: tiene pollos, gallinas, terneros, corderos, pero sobre todo cerdos. Muchos cerdos. De hecho, es el municipio con más cerdos de toda Catalunya. En concreto, las granjas de Alcarràs tienen capacidad para un total de 238.213 cerdos, según datos del departamento de Agricultura y Ganadería. En el pueblo viven solo unas 9.500 personas. Por lo tanto, hay 24 cerdos por cada habitante. Sin embargo, los cerdos que se producen a lo largo del año son muchos más. El periodo de cría de estos animales es de unos cinco meses. Eso significa que en Alcarràs se crían, engordan o inseminan cerca de medio millón de cerdos al año. Catalunya produce un total de 8 millones de cerdos, según datos del 2020. En España la cifra llega a 55 millones y es el primer productor de cerdos de Europa. 

Lógicamente, las declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, sobre las macrogranjas y la calidad de la carne española han puesto este pueblo en el centro de la polémica. No solo por la gran cantidad de cerdos que produce, sino también porque sobre el papel Alcarràs es el municipio con más macrogranjas de Catalunya. Según la Directiva Europea de Emisiones Industriales, una macrogranja son explotaciones con más de 2.000 cerdos de crianza. En cambio, los ganaderos en Alcarràs lo ven de otra manera.

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Jaume Bernis tiene 58 años y es responsable del sector porcino en la asociación Jóvenes Agricultores y Ganaderos de Catalunya. En Alcarràs es propietario de una explotación con 1.200 cerdas. Cuando se le pregunta por las polémicas macrogranjas y los 2.000 cerdos de crianza, pone cara de no entender nada. Según dice, tener 2.000 cerdos es la cosa más normal del mundo en Alcarràs y en cualquier lugar de España. "El real decreto de ordenación de explotaciones porcinas que se aprobó en febrero de 2020 establece que la capacidad máxima es de 7.200 cabezas de engorde", argumenta para demostrar que los 2.000 cerdos de los cuales tanto se habla están muy lejos de los máximos que establece la normativa.

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Actualmente, el 80% de los ganaderos del sector porcino de Catalunya forman parte del denominado modelo de integración, continúa explicando Bernis. Esto quiere decir que trabajan para una empresa ganadera que les facilita los cerdos, el pienso, los medicamentos y el semen en caso de que tengan que inseminar a cerdas. Por su parte, los ganaderos aportan las instalaciones y la mano de obra, y cobran un precio fijo por cada cerdo que devuelven a la empresa al cabo de cinco meses, cuando ya ha engordado lo suficiente como para llevarlo al matadero. Además, se tienen que deshacer de los purines que, paradójicamente, no se los queda la empresa aunque los cerdos son de su propiedad. Actualmente el precio que estas empresas pagan por cerdo de engorde son unos 15 euros. Por lo tanto, un ganadero que tiene 2.000 cerdos gana 30.000 euros cada cinco meses. Tener menos se puede decir que no le sale a cuenta.

Las fluctuaciones del precio del pienso

Bernis no formaba parte antes del modelo de integración, trabajaba por su cuenta. De hecho, es de familia de ganaderos: su abuelo y su padre ya lo eran. Pero hace seis años tuvo que sucumbir y entrar en la rueda porque, argumenta, no podía aguantar las fluctuaciones del precio del pienso. Ahora trabaja para la empresa Cereals Torremorell y, como él, la mayoría de ganaderos del porcino de Catalunya han optado por la misma salida. Solo un 8% continúan trabajando por su cuenta, y un 10% restante están asociados a cooperativas, calcula Bernis.

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Estos porcentajes contrastan con los del sector del vacuno en España o el del porcino en el resto de países de Europa. En los dos casos la mayoría de ganaderos continúan trabajando por su cuenta. “Los que tienen terneros tienen la garantía de la PAC, una subvención por cada cabeza de ganado. En cambio, los del porcino no tenemos ninguna subvención europea”, argumenta Bernis para justificar la gran diferencia de modelo. También dice que en países como Alemania, Dinamarca o los Países Bajos el gobierno subvenciona a los ganaderos para aguantar las fluctuaciones del precio del pienso. En cambio, en España no hay este tipo de ayudas.

El término municipal de Alcarràs suma unas 12.000 hectáreas, es enorme. Las granjas están lejos del centro del pueblo y a simple vista no parece que haya tantas. Hay una aquí, otra allá, diseminadas entre campos de árboles frutales que en esta época del año están totalmente pelados. Alcarràs también es un gran productor de melocotones y nectarinas. Las granjas de cerdos son fáciles de distinguir: son naves alargadas con las ventanas cerradas.

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Miquel Serra tiene 54 años y es propietario de una granja de cría con 1.500 cerdas. Produce cada año 35.000 lechones. Si no, asegura, no le saldrían los números, ni tendría una cierta calidad de vida. O sea, no podría descansar los fines de semana ni tener vacaciones, porque no podría tener a cuatro personas contratadas como tiene ahora. En otras palabras, le tocaría trabajar los 365 días del año. ¿Quién aguanta eso? Y otra pregunta: ¿Quizás el consumidor está dispuesto a pagar más por la carne de cerdo? “Mi hijo tiene 25 años y ha decidido continuar con la granja. Si no pudiera tener fines de semana ni vacaciones, estoy seguro de que se iría. Se habla de la despoblación de las zonas rurales, pero sin las granjas todavía sería peor”, asegura. Él también forma parte del modelo de integración. Desde hace cuatro años trabaja para la empresa Estisaner.

Mingo Siscart, de 52 años, también tiene un hijo, pero no quiere que se haga ganadero. “Hacemos comida para la gente y nos tratan como a delincuentes”, se queja, harto de que se criminalice tanto el sector. Es propietario de una granja de cría con 670 cerdas y la muestra sin problemas y permite que se tomen fotografías porque, justifica, tiene a los animales como marca la normativa. "Si quieren que los tengamos de otro modo, que cambien las normas y nos volveremos a adaptar como hemos hecho siempre", asegura.

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En la entrada de la granja hay dos duchas y un vestuario. Antes de acceder, hay que lavarse y cambiarse la ropa y el calzado. “Tenemos que tener cuidado para que los animales no cojan ninguna enfermedad”, afirma Siscart para justificar tantas medidas de higiene. En el interior las cerdas están distribuidas en diferentes recintos. En una nave hay unas trescientas: todas están encerradas en jaulas individuales donde no tienen espacio para moverse. Delante disponen de una comedora donde cae pienso y agua automáticamente en determinadas horas del día. Tienen que permanecer allí mientras son inseminadas y se comprueba que se han quedado preñadas. Es decir, unos 40 días. Después sí que son trasladadas a un recinto donde se pueden mover hasta que llega el momento de parir. La gestación dura unos 115 días.

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En otras salas están las cerdas que ya han parido y dan de mamar a las crías. Allí vuelven a estar encerradas dentro de una estructura de hierro que les impide moverse durante 25 días. En el recinto hay una temperatura permanente de 22 grados, que se controla de forma automática, y cada cerda dispone de una ficha que indica las veces que ha parido, los lechones que ha tenido y cualquier incidencia. Según Siscart, a ellos más que a nadie les interesa que los animales estén bien para que sean tan productivos como sea posible. “Si un cerdo cojea o tiene un poco de sangre, la empresa ya no lo acepta”, argumenta. Él también se ha subido al carro del modelo de integración, dejó de trabajar por su cuenta hace unos siete años.

Siscart vierte parte de los purines que genera en la granja en campos de cultivo. Otros los lleva a una planta de cogeneración que hay en el municipio, pero tiene que pagar por eso: un euro por cada metro cúbico. Además, hace un par de meses se ha inaugurado una planta de compostaje en Alcarràs que permitirá convertir la parte sólida de los purines en fertilizante cien por cien orgánico. La planta ha sido iniciativa de los mismos ganaderos, que aseguran que ellos quieren buscar soluciones a la contaminación. Alcarràs se considera un municipio vulnerable por el alto nivel de nitratos en las aguas subterráneas. Las entidades ecologistas denuncian que es imposible que pueda absorber todos los purines que genera.

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Sin embargo, vivir de los cerdos es una cosa tan normal en el pueblo que en la fiesta mayor de invierno, que precisamente se ha celebrado esta semana, incluso se promueve el sector repartiendo más de 4.000 bocadillos de carne de cerdo entre los vecinos. Según aseguran, los cerdos no les provocan ninguna molestia, aunque admiten que en verano sí que huele un poco mal según cómo sopla el viento. La mayoría, sin embargo, afirman que están tan acostumbrados que ya no notan el olor a tocino .