Sucesos

Avelino Palomino, el falso pediatra que recorrió media Cataluña y acabó asesinado en Valencia

Se le acusó de intrusismo profesional después de casi 10 meses trabajando en el país y dos años en Andalucía

Barcelona / GeronaCon 63 años entró como residente en el CAP de Montilivi de Girona. Su presencia causó extrañeza a los trabajadores del centro. Pocas veces, por no decir ninguna, se ve a un médico en período de formación remunerada a punto de jubilarse. Los médicos internos residentes (MIR) son jóvenes. El hombre, que había presentado toda la documentación que se le pedía, estuvo tres meses y medio subiendo todos los días en tren a Montilivi desde Barcelona, ​​hasta que de un día para otro desapareció. Andrés Avelino Palomino Barrios tuvo una vida agitada. Una montaña rusa que culminó en su asesinato en Valencia en el 2012. Antes fue acusado de asesinatos en serie en Perpiñán, de ayudar a personas en situación irregular a entrar en Francia y de ser un falso médico que recorría CAPs y hospitales de toda España sin tener la formación pertinente.

En realidad, según la investigación que llevó a cabo un juzgado de Pozoblanco, Avelino tenía el título de médico. En cambio, lo que no tenía es el MIR aprobado, lo que le impedía, por ejemplo, hacer de pediatra en centros sanitarios como hizo durante años. A lo largo de su vida falsificó documentación (tanto su edad como títulos) para poder ejercer en distintos centros del sistema público de Salut. Avelino estuvo colegiado como médico en Perú, su país de origen –él decía que había hecho de médico en el ejército peruano–; también en Francia y España, y al menos estuvo colegiado en Murcia y Girona, después de haber homologado a través del ministerio de Educación el título peruano.

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En Cataluña, el Chino, como se le conocía, fue saltando de centro en centro; más de 310 días trabajando si se suman todos los trabajos que realizó entre 2005 y 2009: 25 días como pediatra en el CAP Just Oliveres de L'Hospitalet; 36 días en Montornès del Vallès; un día como médico de familia en Balaguer; 16 días en Mollet; 5 días en el Hospital de Viladecans; 12 días en Arbúcies; 34 en el CAP Ernest Lluch de Figueres; un mes en el hospital comarcal de Berga, y 46 días en el Hospital de la Seu d'Urgell. A pesar de trabajar en la provincia de Barcelona y Lleida, nunca se inscribió en los colegios de médicos de estas dos demarcaciones.

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Durante estos cuatro años estuvo haciendo lo mismo en otros lugares de España: Almería, Córdoba, Huelva... Precisamente, como había ocurrido en Cataluña, su extraña conducta con los pacientes y las quejas de algunos usuarios –pautaba medicamentos en menores que eran alérgicos y les causaban reacciones adversas– hicieron que en el 2009 fuera detenido en Adra (Almería), acusado de intrusismo profesional. El caso acabó archivando porque el juzgado de Pozoblanco concluyó que el título de médico estaba homologado. Eso sí, no era pediatra porque carecía de la especialización que requiere haber superado el MIR. En total, Avelino llegó a trabajar 662 días para la sanidad andaluza.

Según varios medios franceses, lo mismo había ocurrido en Francia, donde vivió mucho tiempo antes de venir a España y donde había estado trabajando en cerca de una veintena de centros médicos. Su peculiar manera de ejercer la profesión, su desconocimiento sobre las dosis que debía suministrar y el hecho de que siempre pautara lo mismo hicieron que se sospechara sobre si realmente era un médico o un impostor. Acabó denunciado y expulsado.

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Asesinatos en serie

En 1995 empezaron a producirse diferentes asesinatos cerca de la estación de Perpiñán, en Francia. En diciembre de 1997 uno de los cuerpos se encontró mutilado. Avelino vivía junto al lugar donde se encontraron los cadáveres. Su extraña conducta y el hecho de que descubrieran que tenía bisturís en casa –robó material médico de varios centros– le pusieron bajo el foco policial. A las pocas semanas, le detuvieron como presunto autor de una serie de asesinatos en serie, y estuvo ocho meses en prisión. Además, le encontraron rastros de sangre en la ropa, que al analizarse resultaron ser de un animal: él aseguró que quería hacerse carnicero. Finalmente, le dejaron en libertad, pero la sombra de la culpabilidad le persiguió durante años.

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En el 2012 Avelino conoció a un chico en el tren y le prometió trabajo en un restaurante. El Chinole dijo que regentaba un local y que le ofrecía un puesto de trabajo. El chico viajó a Valencia, donde Avelino vivía, y durante dos días estuvieron paseando arriba y abajo sin que apareciera el restaurante por ninguna parte. Durmieron en la misma habitación y la segunda noche el Chinointentó agredirle sexualmente. El joven respondió con agresividad y asfixió al atacante, huyendo apresuradamente del lugar de los hechos tras matarle. Éste es el relato que escuchó el jurado popular que juzgó el caso.

También sintieron cómo el abogado defensor hacía referencia a la vida "basada en el engaño" de Avelino, que, además, había sido "imputado por delitos de asesinato" y "actos de barbarie" en Francia , un crimen que había quedado sin resolver. Quince años después de las muertes de Perpiñán, la sombra de la sospecha recaía todavía sobre el peruano. Finalmente, el jurado acabó condenando al chico a cuatro años de cárcel, una pena baja porque le declararon culpable de homicidio sin intención. Años después de este juicio, la policía francesa detuvo al verdadero asesino de tres de las víctimas de Perpiñán. El Chinono era culpable.

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La vida del Avelino estuvo marcada por la sombra de la sospecha siempre. ¿Era un médico en serio? ¿Falsificó su documentación para ejercer? Los juzgados de Pozoblanco y el ministerio de Educación acreditaron que era médico, pero su conducta con los pacientes decía lo contrario y, pese a no haber superado nunca al MIR, trabajó durante años por toda España de forma fraudulenta.