"Creía que iba a morir con Ulises dentro de una piscina"
Emilia López, excuidadora de la orca más emblemática del Zoo de Barcelona, recuerda su pasado y habla del futuro de los zoos
Imagínate que te brillan los ojos cuando hablas del amor de tu vida y que al mismo tiempo crees que amores como el tuyo no deberían existir nunca. Esto es que le ocurre a la barcelonesa Emilia López, que durante su juventud cuidó (y amó) a la orca más emblemática de todos los tiempos, Ulises. "Cuando era jovencita, pensaba que me moriría con Ulises dentro de una piscina, ¡era el amor de mi vida!", recuerda mientras enseña fotografías antiguas de aquellos tiempos. Aparece con treinta años menos, la melena larguísima y la misma intensidad en la mirada. ¿Qué piensa ahora? "Que no deberían existir delfines ni orcas en cautividad".
Todo empezó porque unos amigos que trabajaban en el Zoo de Barcelona le dijeron a Emilia López, que tenía veinticinco años y vivía en el barrio de Sant Andreu, que buscaban a alguien que supiera idiomas para presentar los espectáculos de mamíferos marinos. Entonces Ulises era un cachorro y ella no entraba en el agua. Pero algo lo cautivó y empezó a formarse como cuidadora y entrenadora. Una vez se metió en la piscina con Ulises… ya no salió: estuvo con él más de una década. "La unión llegó a ser muy fuerte. Era como si fuera de mi familia, dependía de nosotros. Si le pasaba algo, ¡yo me moría!", rememora poniendo en valor los vínculos que establecen los cuidadores con los animales. Pero Ulises crecía y crecía…
"Los cuidadores éramos los que más pedíamos que se marchara del zoo! –exclama López–. Cuando quieres de verdad, quieres que el otro esté bien, sea humano o animal", añade. Ulises pesaba cuatro toneladas y la cola le tocaba al fondo. Por último, el animal fue trasladado en avión hacia Estados Unidos en un trayecto delicadísimo, que ella misma vivió en primera persona. Es inevitable preguntarle por el resto de animales que hoy en día todavía existen en el Zoo de Barcelona. Ella todavía trabaja.
Emilia López tiene ganas de responder: "Mucha gente dice que el Zoo debe cerrarse, pero ¿qué hacemos con los animales que ya hay? ¿Los matamos? Los zoos son de otro siglo y deben cambiar, yo creo que deberían convertirse en centros de recuperación de animales y de divulgación", sentencia. También explica –"porque creo que mucha gente no lo sabe"– que en Barcelona ya hacen "cosas interesantes" en esta dirección: "Nuestras elefantes y muchos chimpancés vienen de circos, también tenemos animales que han sido víctimas de tráfico de especies y provienen de decomisos, y estamos reproduciendo especies como las tórtoras". Si volviera a tener 25 años, insiste, no volvería a hacer exhibiciones con Ulises. El modelo debe ser otro.
Desde hace unos años, Emilia López es cuidadora de aves. Ya no pasa las horas dentro del agua. Trabaja entre calaves, tórtolas Socorro y otros pájaros, como los guacamayos, que están en grave peligro de extinción. Ha pasado del medio acuático a cuidar a animales que quieren. De estar con un animal que pesa toneladas a alimentar especias de pocos centímetros. Pero por mucho que cambien las cosas y pasen los años, hay una fecha que esta cuidadora barcelonesa sigue teniendo clavada en la memoria. Cierra los ojos, los dirige hacia la nada y dicta, poco a poco: "9 de febrero de 1994". Es el día que Ulises se fue del Zoo de Barcelona. Entonces no tenía ni 20 años. Ahora tiene casi 50. Más de tres décadas después, sigue dando vueltas en una de las piscinas del Sea World de San Diego, en Estados Unidos.