Barcelona

'Expats': así son los recién llegados que están transformando Barcelona

Se calcula que en la capital catalana viven unos 100.000 inmigrantes de alto nivel socioeconómico que vienen de países del norte

BarcelonaErin Garnett ha elegido ella misma el lugar de la entrevista: "Te esperaré en El 19, es un lugar donde hacen bagels buenísimos", me dice a través de un mensaje de texto. Cuando llego ya ha elegido uno y me recibe con una sonrisa de oreja a oreja. "Los añoro tanto, los bagels!", confiesa. Para los no acostumbrados a la gastronomía norteamericana, los bagels son panecillos redondos, en forma de donut, que se cortan por la mitad y se rellenan, como un bocadillo, con dulce o salado. Comen a menudo para desayunar o para hacer un "desayuno comida" que llaman brunch. Ella es, efectivamente, estadounidense y su marido, Mario Fernández, mexicano. Tienen 39 y 38 años y llevan un año y tres meses viviendo en Barcelona. Se trasladaron allí con su hija, Camille, que entonces no tenía ni un año. "Hacer una mudanza a otro país con un bebé es una auténtica locura, pero cuando a Mario le ofrecieron la oportunidad de venir a trabajar a Barcelona no pudimos decir que no: ¡es una de las ciudades más bonitas del mundo!".

Mario trabaja para el Servicio de Asuntos Exteriores del gobierno mexicano y Erin es consultora empresarial y trabaja por cuenta propia y de forma remota con clientes de todo el mundo. Sus trabajos les han llevado a vivir en varios sitios antes de aterrizar en Barcelona. "El último destino fue Azerbaiyán, donde estuvimos cinco años", explica. Cuando decidieron tener hijos regresaron a Estados Unidos, pero en menos de doce meses volvían a estar ya en ruta hacia Barcelona y, de momento, sin fecha final.

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La familia de Erin es un claro ejemplo del llamado fenómeno de los expats o expatriados. Se trata, al fin y al cabo, de inmigrantes, pero con la particularidad de que vienen con un nivel socioeconómico (y, en definitiva, unos sueldos) a menudo mucho más altos que la media catalana o española. Se trasladan por trabajo, por estudios o, simplemente, buscando un cambio de vida. Como Erin y Mario, se calcula que en Barcelona se han instalado unas 100.000 personas provenientes de países desarrollados (del norte), según las estadísticas de población extranjera del propio Ayuntamiento.

La capacidad de atracción de la capital ha hecho que este tipo de inmigración se haya disparado en los últimos años y, de rebote, el número de comercios, negocios y restaurantes especializados en esta comunidad, en detrimento de los negocios de barrio de toda la vida. Al mismo tiempo, los famosos coworks –despachos compartidos y con todo tipo de comodidades para trabajar– han ido ganando espacio en la ciudad como forma de relacionarse y hacer networking.

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Pero, ¿quiénes son los expats? ¿Qué buscan en Barcelona y, sobre todo, cómo se relacionan con la ciudad y el resto de vecinos? ¿Está cuantificado su impacto económico y social? Actualmente, todavía no hay muchos datos sobre esta comunidad. De hecho, en las estadísticas oficiales se incluyen dentro de los datos de población extranjera general, sin distinciones. Sin embargo, el Ayuntamiento de Barcelona ya hace un par de años que ha abierto lo que se llama el International Welcome Desk, un servicio único en el sur de Europa que el propio consistorio define como una "potente ventanilla única para en el conjunto de profesionales internacionales que llegan a Barcelona". Encuentran información sobre la forma de establecerse en la ciudad, asesoramiento y tramitación de algunos procedimientos clave. En este corto tiempo, las consultas en esta oficina se han disparado un 87% y hasta diciembre del año pasado habían atendido a personas de hasta 93 nacionalidades.

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Jóvenes, blancos y altamente calificados

El 96% de los inmigrantes que pidieron ayuda en esta superventanilla tenían estudios universitarios, postuniversitarios o de doctorado. Y ocho de cada diez eran menores de 40 años. Más de la mitad venían de fuera de la Unión Europea y las principales procedencias son Italia, Francia, Alemania, Estados Unidos, Reino Unido y Colombia. Uno de cada cuatro venía para ocupar un alto cargo en Barcelona y un 20% con la intención de emprender.

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Los datos coinciden con las estimaciones de la asociación no lucrativa Tech Barcelona, que trabaja para reforzar la ciudad como referente en el panorama digital, uno de los sectores que mejor tiene contabilizados los expats, porque reúne a muchos. Según este organismo, en la ciudad hay unas 2.000 start-ups y la mitad de los trabajadores del sector digital que se han incorporado en el último año son extranjeros (unos 3.300 profesionales en 2022 y más de 14.000 desde 2018).

Lo que más valoran los expats es que es una ciudad bien conectada internacionalmente, con una buena red de transporte público, que les permite moverse fácilmente sin coche y con buenos recursos relacionados con el ocio, como el deporte y la cultura. Por el contrario, los indicadores que generan mayor insatisfacción son la situación política, los procesos administrativos –que califican de "lentos y enrevesados"– y el nivel salarial, que califican de poco competitivo. Lo revela el último International Talent Monitor hecho por Barcelona Global. Unos indicadores que Lia Mashaka, expat y emprendedora que lleva siete años viviendo en Barcelona, conoce muy bien.

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"Poder ir a todas partes de la ciudad en transporte público es un lujo impensable para muchos estadounidenses, que pasan el día entero en el coche", explica esta madre de familia y cofundadora de BCN-Life. Ella y su marido decidieron montar una empresa que ayuda a otros extranjeros a instalarse en Barcelona. Es uno de los muchos negocios que han surgido en la ciudad pensados exclusivamente para los expats: "Les acompañamos y ayudamos en todo: desde hacer trámites hasta encontrar casa, escuela para los hijos o un sitio para hacer deporte". Mashaka añade más pros y contras de mudarse a Barcelona: "A algunos les cuesta mucho el tema de la lengua; directamente desconocen que vienen a una parte de España que tiene su propia lengua, cultura y tradiciones, y nosotros intentamos hacer mucho énfasis en ello porque creemos que es una parte importante que hay que respetar". "Aunque es verdad –admite a continuación– que cada vez más puedes vivir en Barcelona solo en inglés".

Un choque cultural que gusta

"Nosotros nos hemos encontrado que todo el mundo es muy agradable y hospitalario, pero aun así cuesta conocer gente porque, culturalmente, los locales ya tienen hecha una buena red de amigos y de familia cerca, y esto suele ser un círculo muy cerrado o íntimo", explica Erin. Para ella y Mario la integración es un punto importante, sobre todo en lo que se refiere a la educación de su hija. "El primer año optamos por buscar una canguro porque el sistema de inscripción escolar nos superaba, no entendíamos nada; pero este año ya hemos intentado entrar en una guardería pública porque creemos que es la mejor manera de integrarla y conocer familias", argumenta. Pero les ha pasado como a muchas familias locales: "Nos hemos quedado fuera, por falta de plazas". Para ellos, esto no ha sido ningún descalabro. Lo han inscrito en una guardería privada trilingüe. "Es una escuela preciosa y nos cuesta 750 euros al mes. En Estados Unidos, no encontraríamos nada por menos de 1.900 euros al mes y te aseguro que serían lugares donde no querría llevar a mi hija, la escuela de aquí es mucho mejor", admite Erin. Pero su caso no es lo común.

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Según Barcelona Global, el 40% de los expats llevan a sus hijos a una escuela internacional, frente al 19% que eligen el sistema público catalán. Mashaka, de BCN-Life, explica por qué: "A veces lo que buscan es que los hijos tengan el mínimo cambio o choque posible y si tienen claro que la estancia en Barcelona es temporal, y que los niños irán a la universidad de sus países de origen, buscan escuelas internacionales donde se les mantenga el currículum escolar".

Y, más allá de los datos, están las percepciones –las buenas y las malas– que atrapan los expats en la ciudad. "Me fascina lo serio que se toma aquí el descanso", admite Erin con admiración. Que todo cierre el domingo o que en agosto la capital quede desierta son aspectos que les fascinan e incomodan a la vez. "En muchos países se vive para trabajar y aquí, en cambio, trabajáis para vivir", coincide Lia Mashaka, que añade: "El ritmo de todo es diferente, para bien y para mal, pero aquí las personas no se definen por el trabajo, sino por cómo son".

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Todo ello implica una convivencia al menos delicada con una comunidad que el propio gobierno municipal califica de "muy valiosa" porque dispara Barcelona y Catalunya como zona competitiva y de excelencia empresarial. Pero, tal y como admiten desde Tech Barcelona, el fenómeno expat pide también una mirada atenta de la administración porque puede generar fácilmente un proceso de encarecimiento de precios que lleve al límite los negocios locales, las redes vecinales y un mercado inmobiliario más tocado que nunca.