"¡Me desahucian mañana! Necesito ayuda"

Una vecina consigue aplazar un desalojo en menos de 24 horas

"Te desahucian el próximo martes", le dijo la abogada de oficio. Era viernes 21 de mayo. Por delante, Sara Sherem (66 años) tenía tres días, dos de los cuales eran festivos (lunes era Segunda Pascua), para empaquetar un piso entero y buscarse una alternativa. Por detrás, catorce años pagando el alquiler del mismo piso en la Gran Vía de Barcelona, a pesar de que solo dos con contrato. Nunca se había imaginado en esta situación. Por culpa de la pandemia y de un cáncer al riñón, había tenido que cerrar el negocio de la calle Consell de Cent con Muntaner. Era una tienda de cosméticos que había abierto en febrero de 2020 con muchísima ilusión, gracias al préstamo de un banco. Había estado trabajando durante años en el sector y consideró que era el momento de ir por libre. Pero todo se torció. Un mes después de abrir la tienda, la pandemia cerró a todo el mundo en casa y cinco meses más tarde le encontraron un tumor entre los bronquios y los pulmones. Los dos imprevistos la dejaron fuera de juego. Pudo negociar una rebaja con el local de la tienda, pero con el piso no tuvo suerte. "A mí no me entraba dinero... Solo salía", explica. Dejó de pagar el alquiler del piso durante cinco meses, pero hubo suficiente para iniciar el proceso de desahucio. "Cuando el piso pasó de la madre al hijo, hace dos años, me pidió regularizarlo y así lo hicimos", recuerda Sara. Pagaba 700 euros al mes. Cuando aparecieron los imprevistos, intentó pactar una rebaja, pero no fue posible. Sara pidió ayuda a los servicios sociales y al Patronato Municipal de la Vivienda, pero hasta dentro de dos años no hay plazas. Como mucho, una pensión donde alojarse y un local donde dejar temporalmente los muebles.

La gestora, que estas alturas ya merece considerarse como amiga, le recomendó que buscara ayuda entre las entidades que evitan desahucios. Ya era lunes y el día siguiente a las 10.00 se tenía que ejecutar el desahucio. "Yo solo quería tiempo para poder sacar todo lo que tengo en casa", dice. Encontró por internet un local de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) junto a su casa y, a pesar de ser festivo, fue. "Cuando entró no sabía ni quién éramos", explica José Antonio Quílez, uno de los dos activistas que aquel día estaban en el local. "¡Me desahucian mañana! Necesito ayuda", les dijo. "Le explicamos que siendo un día festivo y con tan poca antelación era difícil saber cuánta gente podríamos movilizar. Algunos se van de fin de semana y cuando están fuera no miran el chat de Telegram...", dice. Pero lanzaron la convocatoria por las redes.

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El día del desahucio las maletas todavía estaban por hacer. La trabajadora social llegó temprano. "Abrí la puerta y me preguntó: «¿Has pedido ayuda a la PAH?»", recuerda Sara. "Cuando me dijo que había más de veinte personas en la calle no me lo podía creer", dice emocionada. "Esta gente se lo merece todo. Solo tuvieron un día, y era festivo", destaca. Con veinte personas en la puerta, la negociación cambió. El amo del piso accedió a la petición que hasta entonces había rechazado: dar quince días más a Sara para poder hacer las maletas y el traslado sin prisa. El desahucio se ha aplazado hasta el 10 de junio. El cambio no soluciona el problema de Sara, pero le ha dado oxígeno.

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"Solo aplazamos el problema"

José Antonio Quílez milita en la PAH desde 2007 y, como la mayoría, lo hace porque él sufrió un problema similar y le ayudaron. "Ahora sigo luchando por el resto de la gente", dice. Según explica, la PAH, como los sindicatos de vivienda que se han ido creando por pueblos y ciudades, consigue parar la mayoría de desahucios, sin embargo, como en el caso de Sara, solo es una solución temporal. "Nosotros no solucionamos el problema, solo lo aplazamos", reconoce con resignación. Con el gobierno municipal de Ada Colau y la creación del Servicio de Intervención y Mediación de Vivienda Pública, el apoyo ha mejorado. "Antes estábamos más desprotegidos", pero los recursos para poder garantizar el derecho a la vivienda continúan siendo insuficientes.

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Sara, que continúa con las sesiones de radioterapia para abatir el cáncer, no tiene previsto instalarse en una pensión. "Tal vez vaya a casa de algún conocido", dice. Sea como fuere, además de Sandra, su amiga gestora, ya puede contar con la PAH. "Nosotros estaremos a su lado", asegura Quílez.