"Si mis alumnos vieran los exámenes que yo hacía a su edad, llorarían"
Cinco docentes hablan con el ARA en primera persona: unos dicen que los institutos son cada vez menos exigentes y otros, que necesitan formaciones y recursos
BarcelonaCinco docentes comparten con el ARA en primera persona impresiones sobre su profesión y comentan algunos de los problemas cotidianos que detectan, como la inestabilidad curricular o la falta de motivación de alumnos pero también de los propios compañeros de profesión. Algunos dicen que los institutos son cada vez menos exigentes. Otros lamentan ir a ciegas con los alumnos que tienen más necesidades, las cuales acaban teniendo mucho peso en su rendimiento académico.
Carme: “Los resultados de PISA no me sorprenden porque se ha ido perdiendo lo básico: leer, escribir y contar”
Tutora de 4º de ESO en Girona
Llevo 30 años soy profesora y los resultados de PISA no me sorprenden. Más bien, confirman lo que ya veía, y es que se está perdiendo lo básico: leer, escribir y contar. Los alumnos se sorprenden cuando les doy las notas. Dicen: “¡Nunca había suspendido!”, pero hacen una veintena de faltas en un ejercicio. Que nadie nunca les hubiera dicho nada de eso... Hace años que han ido perdiendo el hábito de leer y, sobre todo, de redactar textos y que se los corrijan a fondo. Con 15 años, tienen poco vocabulario, silaban al leer, y escribir razonando les cuesta mucho. Los libros digitales son otro problema. A menudo tardo 10 minutos en empezar la clase para que encuentren la página de la lección. Tampoco se hacen esquemas porque ya se les dan hechos.
La sobreprotección de los padres para que los hijos no se frustren hace que nos cuestionen. Para ellos, sólo somos profesores y la connotación no es ya positiva. Lo mismo ocurre con la entrada de los psicólogos en el aula. Ellos mandan: "Este alumno tiene un plan individualizado por dislexia; éste, por TDAH"; "No decid nada a este que tiene un trastorno de agresividad". Y si no los adaptas el programa hasta que aprueben, te dicen que quien suspende eres tú como docente. Ya no hace falta que ellos hagan nada para superarse.
Me considero una profesora de vocación a la que le encanta enseñar, pero en la última década me he sentido cuestionada. Me han querido hacer creer que no sé realizar mi trabajo, que soy una anticuada, que no tengo que enseñarles nada, sino conducirlos para que aprendan solos. Eres la profe exigente. Afortunadamente, no todo es un desastre: la comprobación de que has hecho bien las cosas la tienes años más tarde, cuando te encuentras a exalumnos que te agradecen que les hayas enseñado a escribir con corrección y coherencia.
Anna: “Los profesores que nos esforzamos somos víctimas de un intrusismo deshonesto”
Profesora de instituto en Barcelona
El trabajo de profesor tiene que gustarte mucho y tienes que creerlo. Hay mucho intrusismo, compañeros que se dedican a ello porque no sabían qué hacer y pensaban que todo sería maravilloso en educación y tendrían tres meses de vacaciones. Y esto es legítimo, pero los que nos esforzamos y queremos enseñar somos las víctimas de este grupo deshonesto. También creo que hay compañeros que se quejan de vicio de las condiciones laborales. Respeto sus opiniones, pero no las comparto, porque no considero que sean tan malas.
El gran problema es que a menudo vamos a ciegas. Cuando haces una oposición, te dicen que las programaciones deben atender a la diversidad para ser un buen profesor, pero después no se nos dan las herramientas para aplicarlas. Si queremos hacer cursos, debemos buscarnos la vida. Creo que habría que priorizar la atención a un estudiante con autismo, ceguera o discapacidad auditiva, a las grandes competencias digitales. en cuenta las necesidades de todos. Mi instituto tiene un aula de acogida con horarios para los adolescentes recién llegados, pero una vez en clase tenemos problemas para entenderlos. Y los ordenadores son una buena herramienta para darles contenidos de historia, matemáticas o biología, pero con el resto de asignaturas acabamos haciendo lo que podemos con dossieres adaptados y traducciones.
El otro día les decía a mis alumnos: “Si vierais los exámenes que hacía a su edad, lloraríais”. Muchos van pasando de curso porque cada vez se les exige menos, pero no alcanza ni los mínimos de conocimiento. Yo enseño lengua, que es una competencia que necesitan en la vida para expresarse y relacionarse con los demás, y me doy cuenta de que se ha perdido todo lo que siempre ha funcionado para estudiar, como el hecho de apuntar a papel y boli. O pasar apuntes a limpio, que te pide hacer un esfuerzo por pensar y relacionar los conceptos para entenderlos.
Claudia: “Educar hoy es complejo por el entorno familiar, los factores socioeconómicos y las necesidades educativas”
Profesora de instituto en Barcelona
Las dificultades que los profesores nos encontramos hoy en día en el aula no sólo tienen que ver con la capacidad de dominar la didáctica [las técnicas de la enseñanza] y los conocimientos de los distintos ámbitos. También tienen mucho que ver con poder y saber acompañar emocionalmente a la etapa secundaria, porque, actualmente, cuesta mucho llegar a los adolescentes. Nadie puede aprender si no está motivado. Con el malestar inherente de la etapa juvenil, ahora debemos afrontar casos de alumnos desatendidos, con situaciones familiares complicadas que pueden acabar derivando en trastornos de conducta y de la alimentación (TCA), depresiones y apatía por aprender.
En este sentido, pienso que la formación que hemos recibido los docentes es insuficiente, ya que muchas de las cosas que pasan en el aula no están ligadas con nuestra disciplina, sino que tiene que ver con saber acompañar a los adolescentes desde una otra mirada. Educar hoy es complejo. En un proceso educativo intervienen varios factores que van más allá del centro escolar, como el entorno familiar, el nivel socioeconómico o las necesidades educativas individuales. Por eso, este proceso es aún más difícil si no compartimos un propósito.
Quizás esta es la primera pregunta que debemos hacernos: ¿cuál es el propósito de educar a los jóvenes más allá de obtener unos resultados concretos? Es interesante recordar que el verbo educar proviene del latín educar, que significa criar y alimentar. Si la sociedad valora nuestro oficio por unos malos resultados en competencia matemática y comprensión lectora [en el informe PISA], quizás se está obviando una tarea que también hacemos y que es fundamental: acompañar y cuidar a las personas.
Toni Comajoan y Eva Gilabert: "Hay poca implicación y valoración familiar y social hacia el trabajo de los docentes"
Director de la Zona Escolar Rural (ZER) Moianès Llevant y directora de la Escuela El Bosque de Mont-ral - ZER El Francolí
La escuela rural tal y como la conocemos, como una escuela pequeña, pública y del pueblo, tiene muchas ventajas para alcanzar los objetivos y los buenos aprendizajes de los niños. Es un refugio para aquellas familias que buscan una atención más individualizada, y permite hablar del rendimiento escolar en positivo: pocos alumnos, horarios amplios, relación real con el contexto natural, los grupos internivel naturales de alumnos, la inmersión y la inclusión a todos los niveles, la proximidad, la confianza y el apoyo de muchas familias, de las asociaciones y las administraciones locales. Desde hace bastante tiempo, se reconoce que en la escuela rural se practican unas pedagogías multigrado [alumnos de diferentes edades que comparten espacio y aprendizajes] y activoparticipativas arraigadas en el entorno donde se vive que, combinadas con un trabajo sistemático, dan unos resultados muy buenos y totalmente competenciales.
Pero la escuela rural también arrastra carencias y desventajas que nuestro sistema social y político no ha sido capaz de resolver. Como los frecuentes cambios de currículum escolar y de normativas educativas, la inestabilidad de los docentes y la falta de profesorado no formado en metodologías de escuela rural. Todo esto hace que no se pueda consolidar un buen proyecto. También hay un aumento de trastornos y necesidades de los alumnos a los que no podemos hacer frente de la forma que nos gustaría; una falta de recursos personales y económicos; un aumento de las matrículas vivas durante el curso; el estrés de muchas familias, y la poca implicación y valoración de algunas de ellas y la sociedad en general hacia el trabajo de los docentes y de la escuela.
En cualquier caso, los maestros continuaremos trabajando, al pie del cañón , y formándonos para conseguir día tras día el mejor bienestar hacia nuestro alumnado.