El infierno del Bierzo: "En 92 años nunca vi nada parecido"
El fuego castiga los vecinos de una comarca leonesa repleta de patrimonio natural que aspiraba a un futuro turístico
El Bierzo (Castilla y León)La carretera para llegar a la aldea de Lusío, en la comarca leonesa de El Bierzo, es estrecha y el paisaje que se abre paso, antes verde y frondoso, ahora es estremecedor. Las grandes montañas se han teñido de negro, de los árboles solo quedan las ramas y se acumulan las cenizas. Un montón de cenizas. El cartel que indica el nombre de este pueblo está carbonizado, y dar un paseo por sus calles es casi imposible; están cubiertas por escombros y todavía se respira humo proveniente de los focos que se reavivan constantemente. Hasta donde alcanza la vista todo es negrura.
La rabia, la pena y la impotencia se han impuesto entre los vecinos de una de las zonas más castigadas por los numerosos y virulentos incendios que azotan el noroeste de la Península. En cuestión de días, lo han perdido todo en las voraces fauces del fuego. "Era nuestro punto de encuentro", asegura entre lágrimas una vecina, que ve cómo su poblado ha desaparecido por el incendio que entró en la provincia de León desde Galicia. Allí, al menos 15 casas han quedado totalmente inhabitables.
El sábado 16 de agosto comenzó una pesadilla de la que los vecinos de esta aldea, que pertenece al municipio de Oencia, todavía no pueden despertar. “Ese día se puso la cosa muy fea, con un humo muy oscuro. Ya casi no se veía y no se podía respirar”, relata Silvia, una vecina que ha visto cómo su casa quedó engullida por las llamas. En ese momento, había al menos 50 personas en el pueblo que decidieron abandonarlo. “Nos queríamos quedar pero estaba todo negro, bajaba el fuego por la ladera y la suerte es que nos fuimos; si nos hubiésemos quedado no sé qué habría pasado”, relata.
Pero los vecinos jamás imaginaron que, al volver, ya nunca volverían a ver Lusío como lo conocían. “Te vas porque prevalece tu vida, pero piensas que van a mandar a alguien. Estoy abandonando mi casa aunque quiero salvarla, pero pongo por encima mi vida y confío en que van a venir los medios que son los que pueden apagar todas estas llamas. Lo que no podíamos esperar es que nos abandonaran de esta forma. Es que aquí no vino absolutamente nadie. Nadie. Lo que han hecho es dejarnos a nuestra suerte”, denuncia Silvia.
Las lágrimas caen por los rostros de Silvia y su hermana Ana mientras observan cómo ha desaparecido su casa familiar, una casa que tenía más de cien años. Sus paredes contaban historias, en sus ventanas podían escuchar las voces de sus vecinos y entre sus pilares se escondían anécdotas, risas y llantos. “Era la casa de nuestros abuelos que pasó a nuestros padres, que encima han fallecido. Ellos la fueron arreglando con todo su esfuerzo y nosotros igual. Veníamos siempre que podíamos porque no era una casa vieja, era una vivienda y veníamos a disfrutar de toda esta vista maravillosa”, recuerdan.
¿Ahora qué? Es la pregunta que se hacen mientras observan cómo sus hogares son ahora un montón de piedras amontonadas y ceniza. “¿Qué hacemos con toda la ruina que nos rodea? ¿Qué haces con esto? ¿Por dónde empiezas? Aquí no te puedes plantear nada”, se dice Silvia. Sus llantos resuenan en las desoladas calles de Lusío y se entremezclan con los lamentos de otros. Otra vecina, que ha tenido más suerte porque su casa sí que se ha salvado, también se queja del abandono que han sufrido: “Me da mucha rabia porque como somos una aldea no nos han mandado ni bomberos, ni helicópteros… Ninguna ayuda”.
En cada esquina de la comarca, recorriendo los imparables incendios que se declaran, vuelves a sentir el corazón en un puño. El infierno en el que se ha convertido el paraíso berciano es insoportable. Una señora de Igüeña de 92 años lo tiene claro: "En mi vida he visto muchos fuegos, pero nunca nada parecido a lo que está pasando ahora”.
Los evacuados van volviendo a casa
El incendio avanzó rápidamente hacia la localidad de Oencia, que también tuvo que ser desalojada. “Gracias a Dios el fuego no llegó al pueblo”, explica el alcalde de este municipio, Arsenio Pombo, que explica que no tenían ningún plan de prevención de incendios porque el ayuntamiento es "muy pequeño". "No tenemos medios”, insiste. Lo que sí que hicieron los vecinos fue desbrozar y limpiar sus fincas. “Llevo tres días yendo a Lusío, les llevé contenedores porque también ardieron… Lo que pasó allí es de una impotencia muy grande”, añade.
La peor parte de todo este infierno se la llevó Jörn, un alemán que lo dejó todo hace un año para comprarse una casa en este pueblo de la montaña. “Según la Junta [de Castilla y León] lo van a realojar porque no tiene otra casa”, señala el regidor. Jörn cuenta que esto “es una catástrofe enorme" y que todo lo que tenía en su casa lo perdió. Vendió su casa en Alemania y se fue a vivir a Lusío porque es un sitio “muy natural con mucha agua alrededor durante todo el año", y porque la primera vez que estuvo en la aldea se encontró a unos vecinos "con un corazón tan grande y tan amables" que pensó que ese pueblo merecía una oportunidad.
Es curioso porque, a pesar de ser una de las tres personas que residía en Lusío todo el año, Jörn es de los vecinos que más optimista se muestra. “Tengo unas personas maravillosas a mi alrededor, los vecinos del pueblo nos hemos apoyado entre nosotros y una de las vecinas me ha dado un sitio para vivir”, explica. Ahora se quiere quedar en la aldea y asegura que contribuirá a que vuelva a renacer.
Pero los vecinos de la zona oeste de la comarca leonesa colindante con Galicia no son los únicos a los que el incendio les ha cambiado la vida en segundos. En el Valle de Fornela, en la zona norte que limita con Asturias, las llamas también los pillaron por sorpresa. Los habitantes de los pueblos de esta zona, en la Reserva de la Biosfera de los Ancares Leoneses, estuvieron cuatro días durmiendo fuera de sus casas, con incertidumbre, miedo y la inseguridad del no saber qué pasará. “Venimos con lo puesto y ahora tenemos que esperar a que nos digan cuándo podemos volver. Nos dicen que los pueblos no corren ningún peligro, que el problema es el humo, así que podemos estar aquí hoy, mañana, pasado…”, explica uno de los desalojados.
El Valle de Fornela era conocido por su paisaje montañoso con laderas empinadas y un cauce marcado por el paso del río. Posee una frondosa vegetación repleta de robles, castaños y hayedos, muchos de los cuales ahora están masacrados. También alberga fauna como corzos o lobos y sus tradiciones son conocidas a lo largo y ancho de la comarca. La presencia de castros y pallozas en este espacio natural protegido cuenta la valiosa historia de estas tierras bañadas por los asentamientos astures preromanos. El castro de Chano es uno de los mejor conservados de Castilla y León, en el que se puede ver con claridad cómo eran las viviendas astures, y las pallozas, edificaciones típicas que se hacían en la época prerromana, destacan por sus techos de paja y su estructura circular.
Casi un centenar de vecinos de pueblos leoneses del Valle como Faro, Cariseda, Peranzanes, Trascastro, Chano o Guímara permanecieron desde el martes hasta este viernes en el pabellón municipal de Fabero por culpa de uno de los incendios que más preocupan en la comarca, el de Anallares, y que permanece activo desde hace dos semanas. "Es muy duro tener que dejar tu casa de un momento para otro”, explica Antonio, otro de los desalojados. “Mi mujer y yo dormimos en el coche porque pensamos que lo que pondrían aquí serían colchonetas y pasamos mucho frío”, comenta otro vecino.
La desconfianza y el desconocimiento reinan entre los afectados. Una de las concejalas del ayuntamiento de Peranzanes, Ludi Santana, pide ayuda desesperadamente. “Queremos salvar nuestras casas, se están quemando. Necesitamos que salven el Valle de Fornela, es la Reserva de la Biosfera. Llevamos 10 días sin ver la luz del sol, comiéndonos toda la ceniza. No nos pueden abandonar”, clama.
Sin embargo, en muchos casos han sido los propios vecinos los que han evitado que el fuego arrasase sus casas. Aunque el objetivo principal de la extinción de incendios es conseguir que no llegue a las poblaciones y que no haya que lamentar heridos ni fallecidos, con el panorama que había en El Bierzo, en Castilla y León y en todo el norte de España, los medios no daban al abasto y los ciudadanos querían ayudar pese a la recomendación de desalojar sus villas. “Nos querían evacuar y muchos vecinos dijimos que no, que nos quedábamos a salvar el pueblo… Y lo salvamos. Les explicamos a los bomberos dónde están las bocas de riego y por dónde llegar mejor”, cuenta Manolo, un vecino de Anllarinos, en Páramo del Sil, otra zona afectada por el mismo incendio que envuelve el Valle de Fornela.
"¿Quién vendrá ahora? ¡Si esto es una ruina!"
Precisamente la alcaldesa de Páramo del Sil, Alicia García, reivindicaba que si el incendio de Anllares se hubiese atajado antes no habría desencadenado en este desastre. “Entendemos que el incendio de Médulas [a unos 60 kilómetros de distancia por carretera] empezó el viernes y los medios estaban intentando apagar ese fuego. Al de Anllares no llegaron hasta el lunes por la noche. Si hubiesen llegado el domingo por la mañana ya estaría apagado”, sentencia la regidora, que es ingeniera forestal.
Esta es una reivindicación generalizada en todo El Bierzo, que ha estado rodeada de incendios por los cuatro costados en los últimos 15 días. Una zona castigada por el cierre de las minas que miraba hacia un futuro bañado por el turismo, que ahora se esfuma con cada hectárea arrasada. Aunque la Junta de Castilla y León asegura que el terreno calcinado está en perimetración, pronto se podrían superar las 80.000 hectáreas abrasadas.
Peñalba de Santiago, catalogado como uno de los Pueblos Más Bonitos de España, es otra de las villas desalojadas que ha visto como el fuego se llevaba el brillo del Valle del Silencio, en el que se enclava. En este caso, han sido los propios vecinos los que se han quedado en sus montes a limpiar y a desbrozar para evitar que el fuego causase más daños a una zona a la que los ponferradinos le tienen un cariño especial. Pertenece al municipio de Ponferrada y es un pequeño oasis cerca de la ciudad. Los picos que lo rodean pueden alcanzar los 2.000 metros de altura y debe su nombre a su pasado ermitaño. Los monjes lo escogieron hace cientos de años como su lugar de meditación.
Pero el fuego también se llevó por delante una de las joyas más emblemáticas y preciadas del Bierzo: Las Médulas, Patrimonio de la Humanidad y uno de los lugares más visitados de la zona. La mina de oro a cielo abierta más grande del mundo construida por los romanos ardió durante varios días a consecuencia del incendio de Yeres. También lo hizo su pueblo y los de alrededor, y un lugar que se caracterizaba por su luz, ahora ha quedado teñido de oscuridad. "¿Quién va a venir ahora? Si esto es una ruina”, se pregunta la regente de uno de los restaurantes del pueblo de Médulas.