Corine Pelluchon: "No he visto animales construyendo campos de concentración"
Filósofa
BarcelonaCorine Pelluchon (Barbezieux-Saint-Hilaire; Francia,1967) es doctora en filosofía por la Universidad de La Sorbona de París y profesora en la universidad París-Est-Marne-La Vallée. Experta en bioética y defensora de los animales, entre sus publicaciones destacan libros como Manifiesto animalista o Ética de la consideración.
Eres hija de agricultores. ¿Cómo marca esto?
— La agricultura es un entorno sencillo. Creo que vivir en cierta soledad y sin estar pendiente de la mirada del otro te permite profundizar en el interior. Y es fundamental también la relación que te da entre naturaleza y animales.
¿En qué sentido?
— Hablamos de una época en la que todavía había agricultura familiar, extensiva, con vacas que podían pastar libres, que vivían 14 años. Cierto que al final se las asesinaba. Pero tenían una vida relativamente decente.
Hoy es muy distinto.
— Los agricultores antes no se hacían ricos, pero se ganaban la vida con su trabajo. Hoy muchos agricultores y ganaderos no viven bien y trabajan con modelos intensivos. Cuando nací había 3.300 millones de personas en el mundo. Hoy somos 8.000 millones. Y yo he cambiado; entre otras cosas, soy vegana. Pero está claro que mi infancia impregna mi trabajo, porque no sigo las tendencias. Soy libre, e incluso algo salvaje.
Para defender la ecología y los animales, ¿es importante no comer carne?
— Siempre intento encontrar puntos en común entre personas con intereses divergentes, incluso opuestos. La gente que cría animales y los explota también son víctimas de un modelo de desarrollo que les obliga a reducir costes, a producir carne de una forma que no es buena para los animales.
Y esto significa que…
— No renuncio a una visión mucho más radical. Pero es importante encontrar causas que podamos defender juntos. Y esto es posible si vamos más allá de las polémicas inútiles.
Habla de la dimensión espiritual de la ecología.
— Creo que la ecología, lejos de las polémicas, tiene un carácter existencial y espiritual cuando consideramos los lazos que nos unen a los demás seres humanos. Es una forma de ampliar la visión de uno mismo. Y claro que debemos ir menos en avión, pero para mí esta dimensión espiritual es importante porque da sentido y dirección a nuestra existencia. Y esto hoy es especialmente importante.
¿Por qué?
— Mucha gente ya no es creyente, y no es fácil encontrarle un sentido a la existencia. Sentimos que no tenemos valor y podemos ser sustituidos. No sólo en el trabajo, también en el ámbito personal. Veo cada día a hombres mayores que se deshacen de las mujeres por tener relaciones con chicas más jóvenes. Por eso es importante entender que formamos parte de un mundo común.
¿Es posible en un mundo con tanta segregación y desigualdad?
— Plantear que formamos parte de un mundo común no significa que no exista diferencia entre plantas y animales, piedras o humanos. Hay, de hecho, nunca he visto animales construyendo campos de concentración. Tampoco significa que no haya conflicto, especialmente hoy, con tantas desigualdades y guerras. Por eso, hablar de ecología es intentar también desarrollar un pensamiento que inste a buscar interacciones más armoniosas con el resto.
Existe una reacción contra los discursos ecologistas. Lo vemos por ejemplo con Le Pen.
— No es fácil cambiar los hábitos, el estilo de vida. Cuesta dinero o tiene efectos en la economía, aunque pueda ser bueno a largo plazo. Pero las críticas a la gente que defiende la ecología las veo distintas.
¿Por qué?
— Mucha gente que defiende la ecología es dogmática. Vivimos en sociedades donde todo el mundo lucha entre sí, y eso no sólo lo encontramos en Le Pen, también en las personas que se presentan como buenos progresistas, y que señalan al de al lado para no ser lo suficientemente feminista, lo suficientemente anticolonialista, o por lo que sea .
¿Qué puede hacer el ecologismo?
— La mayor parte de las veces los ecologistas son vistos como gente que denuncia, pero no propone. Gente triste que dice: no hagas esto, mira que malos que somos. Me gustaría mostrar que es una oportunidad para cambiar, prosperar, y entender lo suficiente para vivir bien. Y encontrar placer en el cambio de estilos de vida para convertirnos en actores de la transición política.